Stelian Ţurlea: En ausencia del padre (San Fernando: Dalya, 2017), traducción de Dan Munteanu

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Stelian Ţurlea: En ausencia del padre (San Fernando: Dalya, 2017), traducción de Dan Munteanu

Por Emilio Gavilanes

 

Si no me equivoco, En ausencia del padre es el único libro que se ha traducido al español de este autor rumano, nacido en 1946 y licenciado en Filología y en Filosofía. Según los datos que proporciona la editorial, Ţurlea es autor de cerca de cincuenta libros, entre novelas, reportajes, ensayos, etc. No es, pues, un escritor principiante.

Narrada en primera persona, esta novela cuenta la vida de una familia en la Rumanía de los años 50 (aún hay restos de la guerra en la calle), dominada por la Unión Soviética. El narrador es un niño de 11 años cuyo padre acaba de ser encarcelado por estar involucrado en un accidente de automóvil, no provocado por él, en el que ha habido varios fallecidos. De pronto la vida del niño cambia radicalmente. Su madre se tiene que poner a trabajar y él debe ejercer de hombre de la casa, lo que incluye entre otras cosas proteger a un hermano más pequeño que todo el tiempo quiere hacer fastidiosamente lo mismo que él. Novela, pues, de formación, o de iniciación a la vida.

El relato se interna en el mundo de los adultos, y así conocemos la historia de esta familia protagonista, de los padres (una historia narrada por la madre en varios momentos, de una manera muy hermosa), de los abuelos y tíos, lo mismo que las historias de otras familias del barrio, con sus problemas y sus circunstancias. También da cuenta de la situación social del momento: se muestran las dificultades generales de abastecimiento de la población (son varias las ocasiones en que hay que hacer cola para comprar algo, desde un abeto para Navidad a una carga de leña), se habla de la ya mencionada ocupación soviética del país y de la humillación que eso supone, se alude a la actividad de la Securitate (la policía secreta), se recuerdan las dos grandes guerras, aún muy presentes en la memoria de todos. Impregna la novela una violencia ambiental que afecta a toda la sociedad, que muchas veces parte de las instituciones del Estado, y que se muestra en diversos episodios: el robo de leña que sufre la familia del niño narrador, los chicos callejeros que roban y amenazan y golpean a otros chicos, la persecución de ciertos individuos (como un vagabundo, que luchó en la última guerra y estuvo preso en Siberia, y para cuya detención, por razones que ignoramos, los soldados no dudan en matar a tiros a sus perros), la inocente y feliz boda que acaba en una salvaje pelea, las discusiones del joven que trabaja en la Securitate y su muerte por un disparo, o las brutales leyendas que circulan de cómo se captura a los perros callejeros y lo que se hace con ellos. La novela muestra un panorama general de la sociedad de esos años (un panorama bastante gris, la verdad), lo que por sí solo tiene un gran interés documental.

Pero  lo que yo encuentro más interesante, mejor conseguido  y de más mérito, es cómo la novela busca reflejar el mundo infantil. Aunque lo que oigamos sea una voz que recuerda un pasado, el punto de vista es el del niño, no el del adulto que recuerda. Y así son muchas las ocasiones en las que la voz relata cosas que el lector entiende perfectamente, pero que el niño que las vivía no entendía en absoluto o no acababa de entender. Por ejemplo, cuando la prima del niño viene a la capital a examinarse para tratar de conseguir su primer empleo, el niño cuenta cosas que hace la prima que él no comprende, como tampoco se enteran de nada los hermanos cuando asisten al juicio del padre.  Son bastante esas situaciones que el niño relata de tal modo que nos damos cuenta de que no sabe lo que está ocurriendo. Es decir, se trata de mostrar el mundo infantil desde dentro. Y eso exige una sutileza y una mano literaria muy fina.

En la recreación del universo infantil que hace Ţurlea, son muy frecuentes las ocasiones en las que se ponen de relieve lo diferentes que son los valores de los niños. La ética infantil es muy distinta de la de los adultos: por ejemplo, estos niños callejeros que pasan mucho tiempo de su vida solos jamás denunciarían a los chicos que los maltratan, para no ser considerados simples chivatos. Igualmente es distinta la lógica infantil, ejemplificada en las preguntas ingenuas, en los diálogos naífs del hermano menor del narrador, lo mismo que son distintas otras experiencias, como el sexo, que para ellos se reduce a una pura curiosidad visual y a fantasear con lo que se ignora, o la lealtad infantil y el valor de la palabra dada, tan sagrados y tan frágiles, visto todo a través del episodio en que entierran un tesoro cuya localización se juramentan para no revelar a nadie, o sobre todo la valentía irresponsable, infantil, el acto heroico de desafiar a los rusos, cuya ocupación la población vive con una rebeldía impotente.

Esta reconstrucción de la infancia hecha desde dentro es lo que me parece a mí más valioso de la novela.

En cuanto a la lengua en la que está escrita, a juzgar por la traducción (magnífica traducción del profesor Dan Munteanu, conocido y admirado en Ediciones de La Discreta por su libro de ensayos Lecturas subjetivas, afinidades selectivas, publicado en el año 2013, en su colección Bártulos), es sencilla y está llena de giros coloquiales y populares, para los que Munteanu encuentra equivalentes castizos y propios de la lengua hablada, que es lo que cabría esperar en la manera de expresarse de un niño como este. Lo que oímos constantemente es la lengua de la calle, lo que se ajusta perfectamente a las características del narrador.

Estupenda novela de un autor que me gustaría ver más traducido al español.

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