UN POCO DE HISTORIA

 

 

 

La Discreta es una apócope de la nunca bien ponderada Discreta Academia de la que se desconoce con exactitud la fecha de su fundación. Aparecen ya indicios de su existencia allá por el final del reinado de Felipe III, (quién sabe si se creó al calor de los caldos de alguna taberna vallisoletana cuando la corte aposentaba por estos lares sus (escasos) reales. Lo que sí podemos asegurar es que el conde de Abascal fue su primer presidente y Joan Sermó su secretario allá cuando corrían los años del reinado de Felipe IV. Otras asociaciones de amigos de las letras (precursoras de aquellas sociedades filantrópicas ilustradas y que tuvieron como antecedente las reuniones de los alumbrados auspiciadas en Escalona por el Marqués de Villena), pululaban también por la España de entonces, eran los  templos de la literatura de cordel, los mentideros  de los avatares y obras de los ingenios de la época. Algunas como “Los noctámbulos de Valencia” o “Los cisnes del Manzanares” tuvieron cierta resonancia en los círculos de artistas e intelectuales. Se amparaban en su seudónimo colectivo para denostar o ensalzar, crucificar o glorificar, a los escritores y aprendices de las letras. Esos cenáculos celebrados en tabancos, trastiendas, zaguanes o al amparo de la casa de algún noble aficionado a la literatura, eran asimismo foro para la exposición y lectura de nuevas creaciones. Gustaban de los juegos y acertijos y del cualquier tipo de divertimento verbal (riánse de las reuniones del Cabaret Voltaire): Anagramas, palíndromos, décimas en recuestas, alegorías, romances, juegos cortesanos donde el nombre de las damas se disfrazaba etc... (Pocos saben que los caligramas de Apollinaire, es un invento latino y que en nuestro siglo de Oro era uno de los divertimentos empleados por escritores, claro que sin ninguna pretensión literaria.).

Esta misteriosa institución renace con nuevos bríos en las aulas (o por mejor decir, en los bares) de la Complutense allá por los años 80. Gran parte de nosotros nos conocemos desde los lejanos tiempos de la universidad. Tras años de diversas andaduras, organizamos una tertulia mensual, que aún sigue funcionando satisfactoriamente, a la que se sumaron nuevas personas con las que habíamos trabado amistad a lo largo de los años. En las bien regadas sesiones de esa tertulia comenzó a fraguar la idea de Ediciones de la Discreta, hasta que una noche decidimos ponernos manos a la obra.

Su finalidad desde esos momentos fue el escarnio de poetas vagos y la exaltación de los ingenios discretos que se ocultan de los halagüeños y engañosos reclamos de la fama y de los "ambientes" literarios. Cuando varios miembros de esa misteriosa Discreta Academia se juntan en las tertulias que se mencionaban antes, deciden ceder gentilmente su idea a la nueva concurrencia, y de ahí el nombre y algunas de las características más interesantes de nuestra editorial. Por ello, Ediciones de la Discreta no es más que un apéndice de un proyecto mayor, que pretende reunir a todos aquellos ingenios náufragos de estos tiempos ágrafos que nos han tocado en desgracia con el fin de recuperar la inteligencia, la discreción y el gusto por la holganza ilustrada y la pausada conversación. La Discreta se concibe como un proyecto cultural, una academia abierta de saberes, que celebra sus tertulias variopintas, sus lecturas de poesía, los cenáculos, conciertos, lecturas de poemas etcétera.

En nuestros días La Discreta tiene los mismos propósitos lúdico-festivos de antaño. Por supuesto en su espíritu se pondera la virtud de la discreción, el genio discreto pretende no envalentonarse con las vanidades literarias y entiende que la literatura se engrandece con la comunión por la palabra al compartir pasiones y contrastar pareceres con los demás discretos.