Madrid, en algún momento del siglo XXI. El inspector Pompeyo Lauro y el oficial analista auxiliar Nelson Churruca investigan para el Departamento de Vigilancia Medioambiental, un cuerpo policial extremadamente inflexible que depende únicamente del Comité de Salud Pública Europeo.


Europa ya se halla felizmente encaramada a su nivel de potencia, o prepotencia, mundial. La democracia bien entendida se asienta sobre las masas de ciudadanos más informatizados que formados, el Estado vela por el desarrollo disparado de la economía, las industrias crecen, las multinacionales engordan, los mercados se ensanchan y todo parece augurar la prometida y lustrosa utopía del ultraliberalismo.

Lástima que el ecosistema no acompañe a tanta felicidad. El crecimiento económico sostenible no lo ha sido tanto como se decía. Las triquiñuelas y trampeos que propicia la inevitable competitividad provocan graves atentados contra la ya muy maltrecha ecología planetaria, que ya no está para bromas. La angustia de los consumidores, antaño ciudadanos, que sufren constantes brotes de epidemias, catástrofes naturales imprevisibles, y muchos otros peligros derivados del sistema o ecosistema en el que viven, ha propiciado que un Cuerpo Especial de Seguridad se encargue de mantener a raya las amenazas de los ecocriminales.

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Pompeyo Lauro y su equipo  

El Departamento de Vigilancia Medioambiental  

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