Presentación de La palabra y la imagen de Dan Munteanu Colán. Madrid: Ediciones de La Discreta (Colección Bártulos, 14), 2019
(Segunda Parte)
José Antonio Samper Padilla
De las muchas ideas que desarrolla el autor, quiero destacar una que reitera a lo largo de estas páginas y que a mí me parece particularmente importante para la explicación de los hechos culturales. Se trata de la contraposición entre dos tipos de creación: la localista y la universal. Hay autores que utilizan preferentemente tradiciones, leyendas, mitos, símbolos particulares que representan rasgos identificadores de su propia cultura y su comunidad; de esta forma, como ha señalado Salas, se hace más fácil y asequible el acercamiento a esa creación para el público que comparte con el autor experiencias y visión del mundo. La contrapartida evidente es que todos esos elementos (símbolos, leyendas, mitos) pueden llegar a restringir la comunicación a la propia comunidad y obstaculizar la comprensión del mensaje por parte de los receptores de otras comunidades. Por oposición, el uso de símbolos, metáforas y mitos universales, que forman parte del acervo cultural de todos o casi todos los seres humanos, no supone ningún obstáculo para la comprensión del mensaje que se pretende transmitir. Nos hallamos, pues, ante la vieja contraposición entre el regionalismo y la universalidad. Munteanu, intelectual de mente abierta y que ha estado en contacto directo con muchos y diversos universos culturales y lingüísticos a lo largo de su vida, está especialmente preparado para analizar esa dicotomía con solvencia. Eso es lo que explica que este libro recoja tantas citas y referencias de distintas lenguas y tradiciones culturales. Entre ellas, ha de destacarse que no faltan las referidas a las islas Canarias.
Porque el universo cultural isleño, con sus evidentes peculiaridades, no está ajeno a esa característica doble de los mitos, de los símbolos, de las leyendas, y por eso puede analizarse como una manifestación más de esa dicotomía entre lo regional y lo universal. Junto a artistas reconocidos universalmente, en este libro Munteanu menciona a muchos autores canarios y hace acertados comentarios de sus obras. Por ejemplo, habla de la poesía de Eugenio Padorno y de su supuesto hermetismo; explica tanto los canarismos léxicos como las referencias culturales isleñas presentes en la novela Las espiritistas de Telde, de Luis León Barreto; en el capítulo dedicado a la imagen, se habla muy ampliamente de Hildegard Hahn, Juan Luis Alzola y Paco Sánchez, de Juan Ismael o de Pedro (Perico) Lezcano Jaén, y se hace referencia a los comentarios que sobre las creaciones de los anteriores han hecho críticos, también canarios, como Nilo Palenzuela, Andrés Sánchez Robayna, el citado E. Padorno o José Antonio Otero. También se recogen algunas metáforas isleñas, como lagarto para designar el bíceps, o doncella, para la ‘tierra que no se cultiva’, metáforas que Munteanu toma de los textos de otro canario de adopción, Manuel Alvar, y, asimismo, se recuerdan refranes que nos singularizan en el mundo hispánico como estallarse como un(a) agua viva, A camello regalado, no se le mira la joroba oEl canario que no canta, algo tiene en la garganta.
En este sentido, creo que estas islas le han dado mucho a Munteanu: un lugar donde ha vivido los últimos casi treinta años, amigos, posibilidades, trabajo, pero también es mucho lo que Dan ofrece a las islas: conoce muy bien la realidad isleña, se ha empapado de su vocabulario, ha interpretado aspectos que a veces resultan complicados para el propio habitante isleño -son evidentes los ejemplos en el cuidado estudio de algunos pintores- y divulga nuestros valores literarios y culturales, los hace internacionales.
Lo que estamos señalando nos hace evocar la figura de otro intelectual rumano que llegó a Tenerife en 1948: el profesor Alejandro Cioranescu, que junto a sus obras de carácter general (recordemos que es considerado uno de los pioneros de la literatura comparada en España y aportó, por poner un solo ejemplo, un estudio imprescindible sobre el barroco), supo analizar como muy pocos eruditos las peculiaridades de la literatura y la cultura canarias (citemos únicamente las versiones y sus estudios correspondientes de las obras de Viana y Abreu Galindo).
Digamos también que este libro no es una obra académica al uso; porque este es un libro en que se refleja de forma directa el pensamiento crítico del autor y por eso se exponen, con la autoridad que puede dar la experiencia vivida y las numerosas lecturas acumuladas, unas ideas personales que tratan de reflejar cómo entiende Munteanu la comunicación en el mundo de la palabra y de la imagen. Se recogen, por ello, opiniones de los estudiosos más destacados en los campos de la crítica literaria y de la crítica artística, pero prevalece siempre la exposición de su visión personal sobre la comunicación. Por ejemplo, en el aspecto lingüístico Munteanu defiende la idea de la sinonimia “pragmática”, ya que, como señala, “en el nivel textual las palabras pueden hacer referencia a un mismo objeto, acción, proceso, es decir, poseen identidad referencial” (17), algo en lo que coincide con los estudiosos de la variación desde el punto de vista sociolingüístico.
La impronta personal del libro se observa de manera especial en el capítulo dedicado a la traducción, un campo en el que el teórico puede hacer afirmaciones muy firmes, tomar decidido partido por unos procedimientos determinados, porque parten de una experiencia, de una actividad desarrollada ampliamente por él mismo. El lector puede aprender y disfrutar con los detalles que nos explica sobre las dificultades que le han planteado traducciones como la de Las espiritistas de Telde, de Luis León Barreto, o La regenta, de Clarín. Por ejemplo, la obra del novelista canario presenta como aspectos complicados la ampulosidad de la frase, de tipo claramente barroco-carpenteriano, en cuanto a la sintaxis; en el léxico, los propios canarismos o las “lexías pertenecientes al español general y/o canario que designan realidades (flora, fauna, costumbres, et caetera) que no siempre tienen correspondientes en la lengua meta” (165). Mayores son aún las dificultades desde el punto de vista de la intertextualidad: pensemos en la posible traducción de realidades culturales canarias como la portadilla de San José, la adoración nocturna o la luz de Mafasca; ahí, “el traductor tiene que recurrir a su ingenio y profesionalidad para suplir las posibles lagunas o pérdidas en la comprensión del texto meta, derivadas de la diferencia de nivel de competencia intertextual entre la cultura fuente y la cultura meta” (171). Este capítulo incorpora un brillante comentario crítico sobre una traducción al rumano del poema “Los niños de Extremadura” de Rafael Alberti, realizada por la reconocida poeta Verónica Porumbacu, y culmina con el análisis de tres versiones españolas del mismo poema del simbolista rumano Bacovia. Para interesarlos más por este apartado, les diré que una traducción la firma Pablo Neruda; la otra la hace Darie Novăceanu y la última la propone Dan Munteanu.
Un capítulo que le permite a Dan hacer gala de su vasta cultura y de su amplio saber lingüístico es el dedicado a los refranes; son unas páginas que incorporan reflexiones muy profundas y atinadas sobre las características de estas construcciones, algunas de las cuales alcanzan un valor prácticamente universal, dada su presencia en muchas lenguas. Como dice el autor, “Los refranes y los dichos son la expresión lacónica de la sabiduría de un pueblo, de su manera profunda de pensar, de sus cualidades, costumbres y tradiciones, de todo su pasado y toda su experiencia histórica” (82).
Dentro del capítulo de los refranes destaco, por su excelencia, el apartado dedicado al estudio de las semejanzas y diferencias en el mundo románico. Naturalmente, el gran conocimiento de la familia de lenguas procedentes del latín pone a Dan Munteanu en unas condiciones ideales para hacer esa comparación en un campo que puede resultar complicado, peligroso, si el estudioso no tiene un conocimiento directo y profundo de las lenguas y de sus manifestaciones particulares y si no se tiene esa visión amplia para relacionar refranes que, a pesar de su estructura superficial diferente, coinciden en su estructura latente. En este campo resalta Munteanu el evidente poder unificador de Roma, que se muestra con la presencia de refranes muy parecidos en todas las lenguas románicas, frente a la tendencia disgregadora que triunfa cuando se relaja el control del imperio y este acaba desmoronándose.
El tiempo del que disponemos no nos permite comentar con amplitud el rico capítulo dedicado a la imagen. Destacaremos solo algunos rasgos:
1. La idea esencial de esta segunda parte es que se pueden establecer ciertos paralelismos entre la obra de arte y el texto, productos ambos de la actividad comunicativa. En los dos lenguajes funcionan aproximadamente los mismos mecanismos de comprensión de la estructura latente (la intención comunicativa del productor), que se materializa en la estructura patente (palabra, imagen, sonido, gesto).
2. Desarrolla Munteanu en este capítulo ideas muy atractivas; por ejemplo, destaca el carácter cambiante de la creación artística: si para la Antigüedad el arte tenía que exaltar la armonía del universo mediante la simetría, el orden y la unidad, en la actualidad triunfa un tipo de belleza, la “radical”, que asume y promueve el caos, el desorden, la asimetría, unas características que exigen un receptor con conocimientos especializados y con cierta práctica para comprender el mensaje del productor/ creador. En este sentido es muy atractiva la revisión que hace el autor del arte abstracto, con un conocimiento profundo de artistas y escuelas del siglo XX. Entre estos no faltan, como hemos dicho, los representantes de la pintura de nuestro Archipiélago.
Este libro es, pues, un magnífico resultado del trabajo de Dan Munteanu en unos campos a los que ha dedicado muchas horas y de los que también ha recibido múltiples satisfacciones, como se trasluce en cada una de las páginas de la obra. Si nuestro autor nos ha entregado obras fundamentales sobre el español de América, sobre lenguas criollas como el papiamento o sobre la lingüística románica, con este libro nos aporta su saber tanto sobre temas que ha ido trabajando a lo largo de su vida académica como sobre una de sus aficiones más constantes: el arte. Estas páginas en que habla de traducción, de cuestiones de gramática del texto, de pintura nos retratan a un intelectual pleno, con una envidiable erudición y unas magníficas dotes expositivas
Dan, muchas gracias por este regalo que tanto dice de ti, pero también de la cultura de estas islas cosmopolitas que te han acogido como a un canario más.
(El libro puede adquirirse a través de esta misma página, en el enlace: https://www.ladiscreta.com/portfolio-item/la-palabra-y-la-imagen-de-dan-munteanu-colan/ )