Por Luis Junco
¿Quién a lo largo de su vida no ha tenido una experiencia “proustiana”, un olor, una música, un sabor que nos devuelve a un lugar y a un tiempo del pasado, con la rica e íntegra atmósfera de aquel momento que vivimos? La sentimos casi como una experiencia mística, con su inevitable corolario de preguntas: ¿cómo podemos repetirlo?, ¿qué es la memoria?, ¿dónde residen mis recuerdos?
Bien es sabido que a Marcel Proust aquella vivencia le llevó a escribir En busca del tiempo perdido, obra con la que intentó llevar a cabo la evocación de su pasado y hasta teorizar sobre el papel del arte en la recuperación de la memoria. Y otros creadores han intentado ir un poco más allá, indagar en cómo se producen los recuerdos, dónde se alojan, qué forma tienen. Uno de ellos fue Santiago Ramón y Cajal.
Para el científico y creador español -recordemos que antes de médico quiso ser artista- no había sustancia etérea o espiritual distinta a la celular como componente principal de la memoria. Que yo sepa fue el primero en hablar del aprendizaje y de la memoria en términos de redes neuronales. Sus dibujos sobre la formación de estas interconexiones ante los estímulos memorísticos o de aprendizaje son una maravilla. (Aquí presento dos de ellos, del libro The Beautiful Brain, Abrams Books, 2017. Uno del hipocampo cerebral, considerado centro de control de la memoria; el otro, la estructura arbórea de las conexiones dendríticas.) Pero Santiago y Cajal no pudo probar sus conjeturas y la formulación de esta teoría tuvo que esperar hasta 1949 y al psicólogo canadiense Donald Hebb.
Es curioso que Donald Hebb (1904-1985) también quisiera ser artista -escritor de novelas- antes de dedicarse a la psicología y al estudio de la memoria. Sus propuestas originales y el desarrollo posterior de su teoría son ampliamente explicados en el libro de la psicóloga Verónica O´Keane, A sense of self, recientemente publicado en nuestro país por Siruela con el título El bazar de la memoria.
Como síntesis de esa teoría y su versión en la actualidad, transcribo algunos párrafos del libro.
Hebb conjetura que cuando ante un estímulo varias neuronas se disparan conjuntamente, se crean lazos de interconexión entre ellas.
El conjunto de células que queda conectado se dispara como un sola unidad posteriormente, de tal modo que si cualquiera de los miembros del conjunto se estimula, todo el conjunto se dispara. Esta asamblea de células es una memoria. Para decirlo más sencillamente, una memoria se representa con un código neural que consiste en células que se han conectado juntas para dispararse como una sola unidad.
(…)
Esta interconexión neuronal, conjetura Hebb, podría quedar fijada (solidificada) por el crecimiento físico de las dendritas dentro de las neuronas, creando una memoria más permanente, o podría disolverse. Este modelo hebbiano de crecimiento dendrítico, a través de la activación y posterior incremento de conexiones de neuronas adyacentes, es hoy aceptado como la base celular de la memoria.
Las dendritas se ramifican en la neurona a modo de rama de árbol. Y las neuronas pueden llegar a ramificarse hasta con 15 000 dendritas. Teniendo en cuenta que en el cerebro humano hay unos 68 mil millones de neuronas, las posibilidades de conectividad y formación de nuevas uniones sinápticas resulta abrumadora.
El proceso clave en la formación de aunque sea una memoria de corto alcance es que las células tienen que activarse conjuntamente durante el tiempo suficiente para quedar conectadas. El activarse (o dispararse) conjuntamente forma una memoria transitoria y la conexión entre ellas constituye una memoria más permanente.
Después hay un proceso de consolidación del conjunto.
Durante el estado de vigilia, la información está entrando en el cerebro de manera permanente, pero la mayoría no queda fijada (solidificada) -simplemente se desvanece por falta de relevancia. A nivel molecular, la formación de una memoria fija conectada a partir de la activación conjunta de un grupo de neuronas depende de muchos factores que incluyen la intensidad de las señales de entrada. Si esa intensidad supera un valor límite, la neurona fabricará las proteínas dendríticas y la memoria se hará más permanente. Si la señal es pobre, la activación conjunta de ese grupo de neuronas se irá disolviendo, y no habrá conexión. Las células necesitan energía para que sus dendritas crezcan y la energía viene de la actividad eléctrica de las neuronas -cuanta más activación, más conexión.
(…)
El proceso hebbiano de convertir la energía electromagnética de las neuronas para formar las proteínas que forman las dendritas es una ejemplo claro de cómo, en el cerebro, la energía es convertida en materia. Hebb, como los grandes descubridores, observó meticulosamente y felizmente guardó sus observaciones a pesar de que no fue capaz de probar la teoría que se derivaba de ellas.
Como también apunta Verónica O´Keane en su libro, tal vez no esté tan distante la implantación de los recuerdos en las mentes. ¿Cómo olvidar a Rachael, la androide Nexus-9 y sus recuerdos implantados, de la película Blade Runner, inspirada en la novela Sueñan los androides con ovejas eléctricas, de Philip K. Dick? Ese futuro lo cifraba el escritor en el año 2019.