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Por Luis Junco

Hace ya más de dos años que soy abuelo, y esa experiencia de la vida me ha llevado no solo a descubrir nuevas emociones y sentimientos, sino a aprender cosas que hasta ahora solo habían sido curiosidades o palabras leídas en algún que otro libro. Una de estas cosas ha sido el sentido o la emoción musical en un niño. 

La singularidad está cerca

En el caso de mi nieto, me di cuenta de que era algo que se había despertado muy pronto, a los pocos meses de vida -evidente por sus reacciones cuando se le cantaba una canción y que se repetían cuando volvía a escucharla-, para acelerarse en poco tiempo: ahora, con dos años y medio, no solo canta las típicas canciones infantiles, sino que tiene sus favoritas y entona algunas de los BeatlesEstopa o del musical Sing. Al hilo de estas observaciones, no pude dejar de preguntarme: ¿de dónde viene esa inclinación?, ¿es algo innato o se adquiere como un aprendizaje?

No hace mucho, releyendo La singularidad está cerca, de Ray Kurzweil, supe que este sentido y emoción que genera la música proviene de unas especiales neuronas que solo aparecen en los humanos y, en un número bastante más reducido, en algunos primates. Se conocen como neuronas fusiformes, por su forma alargada y en forma de huso, y además de con la música, tienen que ver con otras emociones que Kurzweil denomina de “alto nivel”. He aquí algunos párrafos de ese libro, que transcribo:

Los antropólogos creen que las neuronas fusiformes (spindle cells) del cerebro aparecieron hace unos diez o quince millones de años, en los aún desconocidos antecesores comunes a los simios y homínidos, y hace unos cien mil años se incrementó rápidamente su número. 

Es interesante notar que estas neuronas no existen en los recién nacidos, sino que aparecen alrededor de los cuatro meses de edad y se incrementan significativamente entre uno y los tres años de edad. (Es curioso, me digo, esta pauta parece reproducir el tiempo y ritmo de aparición evolutiva en las especies anteriores al humano.)

La habilidad de los niños para lidiar con asuntos morales y percibir esas emociones de alto nivel como el amor se desarrollan sobre este mismo periodo de la vida. 

El poder de estas neuronas fusiformes se debe a la capacidad que tienen sus largos brazos dendríticos de interconectar profundas y variadas regiones del cerebro. Las emociones de alto nivel que las spindle cells procesan están afectadas, por tanto, por todas nuestras regiones sensoriales y cognitivas. Será por tanto muy complicado hacer una ingeniería reversible de los exactos métodos utilizados por estas células, hasta que no tengamos mejores modelos de muchas de esas regiones del cerebro que conectan. 

Sin embargo, llama la atención cómo unas pocas neuronas parecen exclusivamente involucradas con estas emociones.

Tenemos cincuenta mil millones de neuronas en el cerebelo que gestionan la formación de habilidades, miles de millones en el córtex que gestionan las transformaciones de la percepción y la planificación racional, pero solamente hay ochenta mil células de este tipo -spindle cells- que tienen que ver con las emociones de alto nivel. Es importante señalar que estas células nada tienen que ver con la resolución de problemas, que es la razón por la que no tenemos control racional sobre nuestras respuestas a la música o a enamorarnos. El resto del cerebro, sin embargo, está mientras tanto ocupado en tratar de buscar sentido a esas emociones de alto nivel.

En otro lugar también aprendí que estas especiales neuronas (que, como dijimos, compartimos con algunos primates), se han descubierto en gran cantidad en el cerebro de las ballenas, que, como sabemos, tienen un enorme repertorio de sonidos musicales para comunicarse entre ellas, e innovan continuamente con nuevas y variadas sintonías.

(En este enlace, pinchando en el cuadradito de la derecha, pueden escucharse estos cantos de las ballenas, en unas sintonías que resultan al tiempo sobrecogedoras y sugerentes: http://dream.cs.bath.ac.uk/AvantGardeProject/agp28/index.html )

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