Por Emilio Gavilanes
Texto leído en la presentación del libro de relatos Habría una vez, de Carlos Suchowolski, el 18 de enero pasado en la biblioteca pública Iván de Vargas, de Madrid
Antes de comenzar el diálogo con el autor del libro que hoy presentamos, me gustaría hacer una breve presentación de él y de su obra.
Carlos Suchowolski nació en Argentina, en Mendoza, pero vive en España, nacionalizado español, desde hace mucho tiempo. Aquí ha desarrollado gran parte de su carrera profesional, y la mayor parte de su carrera literaria. Pero no toda. En Argentina ya publicó relatos en la prensa local, por uno de los cuales obtuvo un premio en un concurso literario organizado por el Diario Mendoza, de cuyo jurado formaba parte Marco Denevi, escritor por el que yo siento una especial debilidad: es el autor de novelas tan conocidas y aclamadas como Rosaura a las diez (obra maestra de suspense y de humor) o Ceremonia secreta (de la que Joseph Losey hizo una película), pero también de los maravillosos relatos de Falsificaciones. En ese concurso, Suchowolski obtuvo el tercer premio, pero Denevi le dijo que él le habría dado el primero. Es un privilegio infrecuente haber merecido la aprobación o el elogio de un gran escritor como Marco Denevi. Fernando Quiñones recibió un premio en un concurso literario en cuyo jurado estaba Borges. Y Quiñones lo dijo siempre que tuvo ocasión (no lo digo como crítica a Quiñones, que no necesitaba de padrinos, pues Quiñones era un extraordinario narrador, sobre todo de cuentos, y un extraordinario poeta: su serie de Crónicas –de los 40, de Castilla, de Yemen, de Inglaterra, etc.– compone una de mis colecciones de libros de poesía favoritos).
Carlos Suchowolski ha colaborado en revistas de Hispanoamérica, de Europa, de Estados Unidos y de la India. Julio Ortega, el escritor peruano y crítico literario, al que todos conocemos por sus ediciones de prácticamente todos los grandes escritores hispanoamericanos, hizo grandes elogios del cuento “Espacio espacio”, y lo recomendó para su publicación en INTI, la prestigiosa revista de literatura hispánica que edita en español el Providence College, de Estados Unidos, donde en un número posterior aparecieron otros dos cuentos, “El cobertizo” y “Le catalogue 44 est arrivé”. Esos tres aparecen en esta colección que hoy presentamos.
En 2020 le publicaron en Calcuta una preciosa edición bilingüe español-bengalí, el libro de microrrelatos Guiños, título que alude a las muchas referencias literarias que aparecen en sus páginas (a Borges, a Kafka, a Cortázar, a Monterroso, pero también a personajes literarios y mitológicos, como Orfeo, Lot, el conejo de Alicia, la madrastra de Blancanieves, Papá Noel, Drácula…), siempre en busca de un matiz nuevo o un punto de vista original, y en el que la constante que más se repite son las metamorfosis, las transformaciones, los problemas de identidad, no solo en personas, sino entre animales e incluso entre cosas, que a menudo resultan ser seres animados inquietantes, lo que parece indicar que en el mundo todo, cada criatura, cada individualidad, está ocultando algo, es realmente otra cosa. Son unos cuentos en los que la realidad diaria, la normalidad, aparece como enemiga, hostil, y solo la rareza resulta ser benéfica, aliada nuestra. En esos cuentos, la familia de Gregorio Samsa, por ejemplo, es más siniestra que el escarabajo que vive con ellos, y al que cuidan para sus propios intereses. Son cuentos breves, microrrelatos la mayoría, pero complejos y hondos, como lo puede ser una novela. Y eso es algo que también siente el lector de los relatos que hoy presentamos.
Aunque sus cuentos siempre, o casi siempre, tienen un componente fantástico, Carlos también escribe cuentos más cercanos a la estricta ciencia ficción. La Sociedad Española de Ciencia Ficción seleccionó varios de ellos entre los mejores del año en las antologías Visiones, de 2004, y Fabricantes de sueños, de 2007. Y recientemente, hace unos meses, en octubre de 2022, se editó su libro de relatos de ciencia ficción Once tiempos del futuro. En estos cuentos hay viajes en el tiempo, hay seres inescrupulosos que evitan el contagio para utilizar al resto como esclavos o capataces adecuadamente preparados, hay evolución biológica que va conduciendo a individuos cada vez menos libres, más serviles, hay clones preguntones que son vistos como amenazas, etc. Pero todos estos cuentos, además de una lectura más apegada a la ciencia ficción, admiten otras lecturas. Los viajes en el tiempo se pueden entender como incursiones en la propia memoria, los resultados de la evolución se pueden leer como negros vaticinios del destino de la humanidad, los clones pueden representar los individuos seriados, iguales, que parecen proliferar cada vez más en nuestra sociedad, etc. Como buen discípulo y admirador de Kafka, las historias de Carlos tienen un aire alegórico o simbólico que no quita interés a su lectura literal.
Como quizá ya se hayan dado cuenta, me estoy demorando un poco en los anteriores libros de cuentos de Carlos. Y es porque la presentación de un libro es un momento delicado, pues se corre el riesgo de destriparlo y de dejar a los asistentes sin ganas de leerlo. Voy a intentar no hacerlo. ¿De qué van los cuentos de Habría una vez? Por dar una ligera idea, estos son algunos argumentos, o mejor algunos planteamientos (ni pretendo ni es posible meter cada relato en una línea):
Un matrimonio escucha indolente la evolución que se desarrolla en el interior de las paredes de su casa, donde se darán batallas y asaltos que acabarán amenazado aplastar al matrimonio; un hombre vuelve a la ciudad de la que partió hace muchos años y se encuentra con que los fantasmas de su pasado ya no están o no lo pueden comprender; un narrador reconstruye en su memoria el cobertizo de la casa en la que pasó largas temporadas durante su infancia y en el que algunos objetos han desaparecido por su culpa; un hombre entra en una tienda de antigüedades, donde se queda a trabajar durante años, mientras en el exterior han transcurrido apenas unos minutos; un hombre de madera relata su accidentada historia a un hombre de trapo, que a su vez cuenta la suya, llena de episodios dramáticos; una mujer, decidida a escaparse con el David de Miguel Ángel, asiste atónita a cómo la escultura tiene sus propios planes…
Hay algunos más, incluso algún divertimento humorístico. Y aunque no todos son fantásticos, siempre hay algún elemento fantástico, y hasta ominoso. Ya he dicho que son unos relatos breves, pero que tienen densidad de novelas. Es una literatura escrita sin prisa, que se complace en las matizaciones, en la sutileza, exigente con el lector, que debe estar atento a cada detalle, incluso releer algunos pasajes (él recuerda muchas veces la anécdota aquella del lector que, después de confesarle a Faulkner que había leído tres veces una de sus novelas y no la había entendido, le preguntó qué más podía hacer, a lo que Faulkner contestó: “Léala una cuarta vez”). A mí me recuerdan bastante a las narraciones de Henry James, por la manera indirecta de decir las cosas. Muchas veces se parte de algo insignificante, ordenado, conocido, y la magia verbal de Suchowolski lo va convirtiendo, frase a frase, párrafo a párrafo, en una realidad desconocida, mucho más vasta… u honda.
En casi todos los relatos de este libro, en algún momento se presentan sucesos que no han ocurrido y que son más importantes, tienen más peso, que los que han ocurrido. Que incluso dejan en la memoria un rastro que se mezcla con el de lo que sucedió. Donde lo fantástico tiene la misma entidad que “lo real”.
Antes de iniciar un diálogo con él, solo quiero añadir que sus relatos también se han traducido al inglés, al francés, al italiano, al holandés y al búlgaro. Y que no solo ha escrito relatos. También publicó la novela Una nueva conciencia en el año 2007, después reeditada y recientemente traducida al alemán (en 2021). Y actualmente, entre otros varios proyectos, se encuentra corrigiendo su segunda novela, La botella precintada, seguramente su obra más ambiciosa.
(El libro se puede adquirir en librerías y/o en la página web de la editorial, que lo envía en unos días, sin gastos de envío, si es en terreno nacional:
1 Comment
Encantador texto, Emilio, gracias.