De Tediato
¿Ves, Cratilo, las señales de aqueste siglo que augura tiempos recios donde hay tantos animales lanzados a la conjura de los necios?
Ve cómo se desgañitan, cretinos desaforados, dando voces. Ve, Cratilo, cómo imitan a los mulos desatados con sus coces.
¿Dónde la razón y cuándo quedó, Cratilo, arrumbada? ¿Cómo puede pretenderla rebuznando una acémila obstinada que no cede?
No les reclames que esgriman su batería invencible de argumentos. Bástete con que repriman su vocación imbatible de jumentos.
Y mientras buscan la pulpa en la cáscara y no dentro de sus frutos, los unos echan la culpa al otro del desencuentro como brutos.
En lugar de debatir alumbrando las verdades escondidas, prefieren darse a muñir tremendas hosti(a)lidades desmedidas.
(Discúlpame la licencia ortográfica, lector, que propongo, y decide en tu conciencia si una vocal es mejor que un diptongo).
Y sea tirio o troyano quien se dice gobernante ducho en leyes, bien puede perder la mano si pone el carro delante de los bueyes.
¿Dónde quedó la efusión de aquel consenso famoso que tuvimos en aquella transición tras el pasado ominoso que vivimos?
¿Dónde fue el entendimiento de Carrillos con Miñones y con Fragas? Hoy son juguete del viento quienes mudan opiniones como bragas.
(No me juzgues por usar de vez en cuando estos símiles tan soeces, pues es mejor que abusar de tropos inverosímiles muchas veces).
Y mientras los agoreros mantienen al mundo en vilo con las tubas del fin, los de los dineros están, ya lo ves, Cratilo, a por uvas.
Queda tiempo todavía de enmendarse. Tú resiste. Piensa al menos que Marco Aurelio decía que nuestra vida consiste en ser buenos.
Y aunque las bonanzas tardan tú no depongas jamás tus valores y sabe que nos aguardan otros tiempos, ya verás, aún mejores.
Por Santiago López Navia