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Por Luis Junco

1967

Yo aún no tenía los 18 años cuando llegué a Madrid para estudiar Aeronáuticos y durante un tiempo residí en un colegio mayor de la capital. Formé parte del equipo de fútbol colegial, y participábamos en una especie de liguilla en la que competíamos contra equipos de otros colegios y facultades, no recuerdo muy bien. Nosotros casi siempre perdíamos, y muchas veces por goleada, pero no se podían discutir nuestras ganas y empeño. Especialmente recuerdo a uno de nuestros delanteros: estudiante de Aeronáuticos, como yo, catalán, aguerrido, de un entusiasmo homérico. La mayor parte de los pocos goles que metíamos eran obra suya. 

Ahí está una foto de aquel equipo y de aquellos tiempos. El delantero catalán es el que resalta en la fila de agachados, el segundo desde la derecha según se mira: el gesto de desafío, la mirada brillante y triunfante (a pesar de la probable derrota por goleada), el pelo al viento. Yo estoy arriba, mirando hacia un lado (¿al pasado?), sin camiseta. 

Unos pocos años más tarde, la vida nos dispersó, cada uno a su vida, y no nos volvimos a ver. 

2023

Leo Cronopaisaje, (Timescape, título original, 1980), de Gregory Benford. Lo hago en el original, de 1980, y en la versión española de la colección Nova, (Ediciones B, 1994), traducción de Domingo Santos, que lo hizo para Ultramar en ese mismo año. 

La trama se narra en dos lugares espacio-temporales: en los laboratorios Cavendish, de Cambridge, en 1998; y en los departamentos de física experimental de universidad de La Jolla (California), en 1963.

En 1998, el planeta sufre una enorme degradación ambiental, que amenaza la cadena alimenticia, lo que repercute en un clima de crisis social, económico y político. Un equipo de físicos de Cambridge, al mando de John Refrew, y con la colaboración del físico americano Gregory Markham, idea un experimento para enviar un mensaje al pasado que de alguna manera pueda paliar la situación del momento. En el otro lado, 1963, el físico Gordon Berstein y su ayudante, Cooper, experimentan con indio, el mismo material químico con el que Renfrew y su equipo intentan enviar mensajes al pasado. Pretenden hacerlo emitiendo haces de taquiones (hipotética partícula que puede viajar a velocidades que superan las de la luz) que al golpear los núcleos atómicos del material químico, modifica su modo de giro (espín). ¿Y por qué con taquiones se podrían enviar mensajes al pasado? Porque, según la teoría relativista de Einstein, estas partículas supralumínicas producirían lazos en el tejido espacio-temporal, que conectarían el presente con el pasado. 

Pero Renfrew y su equipo tienen que resolver importantes dificultades: (a) La situación del planeta en ese año 1963, teniendo en cuenta que no solo la Tierra gira alrededor del Sol, sino que éste la arrastra en su movimiento alrededor de la galaxia; (b) El mensaje sería recibido como una distorsión (en forma de ruido) de los resultados experimentales en 1963, que sólo la curiosidad de un buen científico puede descubrir como un mensaje cifrado en lenguaje morse; (c) El contenido del mensaje debe ser consistente con la lógica y no producir paradojas del tipo “nieto que viaja al pasado y mata a su abuelo” (la resolución original de esta dificultad es quizá lo más brillante de la novela).

Además de la trama científica, la novela recrea la situación político y social de las dos épocas (1998 y 1963) y, sobre todo, los ambientes en los que se mueven los científicos en sus respectivos ámbitos: luchas por los presupuestos y dificultades burocráticas (en este sentido, el personaje de Peterson es paradigmático), ambiciones personales y departamentales y las interesantes descripciones sobre los procesos de creación e imaginación que tanto hermanan las ciencias con las artes. 

Como bien se señala por el editor de la versión española, lo que se pierde con la traducción son los matices lingüísticos de los dos ambientes, americano y británico:

“No hay solución, una traducción debe aceptarse con todas las inevitables limitaciones y, en realidad, Cronopaisaje tiene suficiente riqueza argumental para que el recurso estilístico al doble lenguaje norteamericano y británico pueda perderse sin mengua apreciable de la calidad de la novela”.

Finales de 2017

Preparando una charla sobre el “multiverso” leo un artículo de la revista Astronomía que firma Miquel Barceló García. ¿Miquel Barceló? Leo que es doctor en Informática y catedrático en la Universidad Politécnica de Cataluña, además de ingeniero aeronáutico. Hay una foto. Apenas tiene pelo, pero la mirada es la misma. Casi no tengo dudas cuando escribo a un email que aparece de referencia para preguntar si es mi antiguo condiscípulo, sí, el delantero del equipo colegial de hace… cincuenta años. Mientras escribía en el teclado del ordenador, casi me parecía que enviaba un mensaje al pasado. 

La contestación me llegó al cabo de una semana. “Sí, soy yo. ¿Y tú quién eres?”. Le doy algunos datos y le envío la foto del equipo de fútbol. “Yo soy el que está arriba, mirando hacia la izquierda.”

“Claro, ya recuerdo. Sí, el canario. Gracias por la foto. Dios, ¡qué tiempos!
Que conste que voy a poder enseñarle a mi familia de ahora (esposa, hijo, nietos…) que hubo una vez en la que tenía melena y todo y que mi barba era negra (mi nieto me llama el “pirata barbablanca” por razones obvias…)”. 

Entre pregunta y respuesta yo había descubierto que Miquel Barceló, además de su reconocida labor como científico en la universidad, se había convertido en un referente de la ciencia ficción en nuestro país y que dirigía como editor la colección Nova de Ediciones B de ciencia ficción. Y por nuestros mensajes posteriores, él también comprobó que ambos compartíamos el gusto por la literatura:

“Tu página web me indica que hace tiempo estás lanzado a eso de la escritura… Y a ver qué encontramos que nos permita hacer algo juntos.”

Abril 2023

Y desde entonces intercambiamos mensajes con consultas, comentarios y, sobre todo, recomendaciones de lectura. Gracias a estas últimas, supe de autores que desconocía por completo: Walter M. Miller, Dan Simmons, Hal Clement, Cordwainer Smith. Y Cronopaisaje, cuya lectura he estado demorando hasta ahora. 

A finales del 2021 recibí con asombro y tristeza la noticia del fallecimiento de Miquel Barceló. Solo era un año mayor que yo. Así es la vida. 

Michele Besso fue uno de los mejores amigos de Albert Einstein, y cuando aquel falleció, Einstein dijo:

“Ahora Besso ha partido de este extraño mundo un poco antes de mí. Eso no significa nada. Gente como nosotros sabe que la distinción entre pasado, presente y futuro es solo una ilusión obstinadamente persistente”.

Bueno. Seguiré buscando entre el ruido de este mundo algún mensaje cifrado de ese futuro en el que ahora habita Miquel Barceló. 

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