Por Juan Varela-Portas de Orduña
(Nuria Sánchez Madrid, La música callada. El pensamiento social en la Edad de Plata española (1868-1936), Madrid, Círculo de Bellas Artes, 2023, 382 páginas. Aquí : https://www.circulobellasartes.com/libros/la-musica-callada-el-pensamiento-social-en-la-edad-de-plata-espanola-1868-1936/)
Tengo que reconocer que desde el 28 de mayo no levanto cabeza y me encuentro sumido en el desaliento, que se suma a la ya habitual ecoansiedad con la que convivo a duras penas desde hace años. En esta tesitura, el libro de mi compañera de la facultad de filosofía de la UCM Nuria Sánchez Madrid, una de las mentes más potentes, cultas y concienciadas que tenemos en nuestro país, me ha supuesto un franco alivio y me está ayudando mucho a salir de mi estado de viltà y, quali fioretti dal notturno gelo…, recuperar mi cansada virtud. En gran medida ha sido porque trata de un tema que me toca de cerca en lo personal y me hace recuperar mis raíces vitales y pedagógicas institucionistas, pero sobre todo porque, en estos momentos oscuros y aciagos, en los que de nuevo nos duele profundamente España, rastrea y saca a la luz otra España posible y necesaria, en la que existe un pueblo diverso y solidario, culto y luchador, que pueda sostener un proyecto político integrador que mira con confianza y alegría al futuro. Con la que está cayendo, esto podría parecer una utopía, pero Nuria Sánchez Madrid demuestra que, precediendo al desastre del golpe de estado fascista de 1936, las semillas de ese proyecto y de ese pueblo existían.
En la línea de libros como Fuerzas de flaqueza: Nuevas gramáticas políticas, de Germán Cano (2015), España, de Santiago Alba Rico (2021), o La revolución pasiva de Franco, de José Luis Villacañas (2022), la profesora de la UCM recupera y construye una idea de una España otra por medio del estudio del pensamiento, en su mayor parte subterráneo, que la fundamenta en valores y vivencias colectivas recuperables, no de los hombres de la burguesía, como es lo habitual en la construcción liberal (o “progresista”, si se quiere) de la idea de España, sino de las mujeres de la propia burguesía (siempre más atentas a las vulnerabilidades y dolores colectivos) y de los hombres y mujeres de otras clases sociales, especialmente el campesinado. Nuria Sánchez Madrid trata de este modo de acercarse a la vida y a la concepción del mundo de los sin-voz, que, como se sabe, siempre nos llegan a través de quien sí tiene voz en la historia, y por tanto filtradas y distorsionadas. Con todo, la filósofa muestra que hay voces más cercanas y sensibles a esas vivencias –más capaces de discernir el fogonazo del rayo sobre las ruinas, por decirlo con imagen benjaminiana–, y que esas voces no coinciden plenamente con la intelligentsia, o si se prefiere, con los intelectuales orgánicos de la burguesía liberal –tan meritorios cuanto derrotados en España– que se enseñan en facultades y escuelas. De hecho, uno de los filones más interesantes del libro que reseñamos es el estudio de la incomprensión, o escasa comprensión, que dichos intelectuales –varones, en su casi totalidad– mostraron hacia la música callada que, en forma de arte y pensamiento, producían mujeres y componentes de otras clases sociales. Sánchez Madrid salva de tal sordera a algunas mentes preclaras, como Joaquín Costa, Pérez de Ayala y Antonio Machado, pero critica sopesada pero firmemente la actitud de pensadores como Unamuno, Azorín, Rodrigo de Maeztu u Ortega, por incapaces de –o muy limitados para– comprender a los pueblos de España y a sus mujeres. Si el pueblo español es, en célebres palabras de Paul Preston, un pueblo traicionado –y finalmente destruido– por las élites corruptas y criminales de la Restauración y el Fascismo, podemos decir, tras leer el libro de Sánchez Madrid, que es también un pueblo no escuchado o incomprendido por las élites intelectuales que trataban de construir una España liberal y progresista. Quizás esta incomprensión sea, por un lado, síntoma de su debilidad ideológica, es decir, de su falta de autonomía en el nivel socioeconómico, y por otro causa de su derrota.
Nuria Sánchez Madrid empieza su recorrido –que abarca la llamada Edad de Plata ampliada, desde la revolución de 1868 a la guerra de 1936-1939– con las expresiones de la vulnerabilidad y el dolor –material y, como se diría entonces, espiritual– de los más frágiles. Aunque el estudio del pensamiento de Ganivet sobre la pulsión de muerte nacional, confrontado por Unamuno, es ejemplar, desde el primer momento se perciben dos características que van a ser claves en la obra: ante todo, la centralidad y protagonismo de las mujeres, y así se estudia la labor de la Institución Libre de Enseñanza en la educación de la mujer, el pensamiento de Concepción Arenal sobre la patología social, y la expresión del dolor popular en Rosalía de Castro; además, como ya se ve, el no limitarse a obras de pensamiento sino utilizar como fuentes filosóficas también obras literarias (y pictóricas, como muestran las ilustraciones que tiene el libro). De esta manera, La música callada va a amplificar la voz de pensadoras y pensadores generalmente poco estudiados, hasta cambiar en nuestra mente el horizonte de un período, que si ya es rico en cuanto al pensamiento oficial o académico o canónico, gana en polifonía al añadirle toda esta música que, aunque callada, resuena como un bordón, quizás poco perceptible, pero sin duda basilar para entendernos.
A continuación, Sánchez Madrid recorre el filón de reflexiones sobre la España plurinacional o federalista tan negado e incomprendido por el “castellanismo” de la Generación del 98 y posteriores. De este modo, contrapone brillantemente las propuestas y reflexiones de Valentí Almirall y Bosch i Gimpera a la España vital e “invertebrada” de Ortega, y traza la línea –que nunca nos enseñaron en el instituto ni en la facultad– de pensamiento federalista que nace con Pi i Margall y se desarrolla de manera luminosa en las reflexiones y la militancia activa de mujeres como María Josefa Zapata y Margarita Pérez de Celis, Concha Boracino, las componentes de la Asociación Republicana de Mujeres, Modesta Periú (especialmente destacada), la Pardo Bazán y su La Tribuna (que se estudia minuciosamente) entre muchas otras.
El tercer capítulo está dedicado a la ideología colectivista del pueblo español, especialmente recuperada por Joaquín Costa, y manifiestamente despreciada por quienes, como Ortega o Ramiro de Maeztu, proponían un ideal burgués –más o menos libre de cadenas sacralizadas– para la sociedad española. Frente a ellos, las figuras de Antonio Machado y María Zambrano –una de las grandes protagonistas del libro– destacan por su sensibilidad y lucidez a la hora de acercarse a la concepción del mundo popular rural que, aunque sin duda transida de elementos sacralizados propios de una infraestructura feudal existente aún entonces en gran parte del campo español, posee indudables rasgos de solidaridad y conciencia colectiva que van a aflorar, y ser duramente reprimidos, durante la Segunda República.
Pero, sin duda, el capítulo más vibrante y apasionado del libro es el que Sánchez Madrid dedica a las voces feministas de la Segunda República, titulado «¡No hay pueblo español sin las mujeres!» (y la propia frase exclamativa anuncia que la escritora va a llegar aquí a su más alto grado de “razón vital” o entusiasmo racional). La militancia y el pensamiento homoerótico de Rosa Chacel y sus compañeras; la lucha por la promoción social de María Lejárraga; la lucha política de Clara Capoamor; la expresión del malestar laboral de las mujeres trabajadoras en la novela de Luisa Carnés de 1934 Tea Rooms. Mujeres obreras, recientemente recuperada y que Sánchez Madrid muy acertadamente pone en relación con La Tribuna de la Pardo Bazán; la lucha laboral y política de la vilipendiada Margarita Nelken; y, por supuesto, y quizás por encima de todo, el feminismo y el cambio cultural de María Zambrano; dibujan un panorama intelectual y afectivo, político, social y cultural mucho más amplio, rico y profundo que el que se transmite, como apuntábamos, con el canon androcentrista de la Generación del 27 y adláteres propio de la escuelas y las facultades. De este modo, el libro se desarrolla en un crescendo de emoción y penetración psicosocial que termina alla grande en un capítulo realmente magnífico.
Pero quizás lo más interesante del libro de Nuria Sánchez Madrid es que está escrito aquí y ahora, en un momento especialmente peligroso para la supervivencia de España como colectividad o conjunto de colectividades. El peligro del avance de la ultraderecha es una sombra que se cierne sobre todo el libro, porque todos sabemos cómo terminó el periodo de riqueza, pluralidad y lucha intelectuales, sociales y culturales que en él se estudia. De hecho, es claro que el libro propone en filigrana un proyecto político para el futuro, y esto es quizás lo más importante en él. Es decir, no se trata de una reconstrucción arqueológica o académica, sino de un intento –uno más– de recuperar el pasado acallado para proyectarnos hacia un futuro mejor. Es claro que Nuria Sánchez Madrid está fundamentando un proyecto político renovado en los cuatro temas estudiados: una España atenta al dolor y los malestares de los y las más vulnerables y divers@s; una España atenta a su multiculturalidad y plurinacionalidad; una España atenta a las corrientes de fondo de la cultura popular y colectiva; una España decidida y apasionadamente feminista.
Sin duda, este emocionante, lúcido y valiente libro de Nuria Sánchez Madrid es una contribución principal a esa España que muchos y muchas soñamos y deseamos, y por la que luchamos cotidianamente. Y un antídoto eficaz frente al desaliento y la ansiedad que estos tiempos difíciles pueden provocarnos.