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Por Luis Junco

Ya dije al final de la entrada anterior que mi propósito era dar a conocer algo más sobre esa aventura editorial y colectiva que fue Casabierta y que al respecto pregunté a Teresa Ordinas. 

Estas son sus palabras. 

¿Puedes explicarnos brevemente cómo nació esta iniciativa?

Casa Abierta surgió tras la muerte de Avelino, en julio de 2003. Me trasladé a Palma, desde Selva, en septiembre de ese año. Estaba deshecha pero muy acompañada de amigos y amigas. Impresionante. Dos chicos jóvenes, de unos veintitantos años, que tenían a Avelino bien encumbrado, Javier Vellé y Pedro Andreu, venían a verme a menudo al piso que alquilé en Palma. Ellos acababan de atravesar un mal momento (“mal de amores”). Hablábamos de él, y con unos vinos entre las manos, reíamos y llorábamos; eran muy divertidos. Me ayudaron mucho. Pedro escribía, y lo hacía muy bien; le había pasado algunos escritos suyos a Avelino, quien, cómo no, lo alentó y le proporcionó una entrevista en Diario de Mallorca. Entonces me preguntaron si Avelino tenía algo inédito. Claro, les dije. Por ejemplo un poemario que escribió prácticamente entero durante el año de su enfermedad. Yo había hecho ya alguna gestión con Carmen Balcells; Espasa tenía previsto publicar “Mientras cenan con nosotros los amigos”. Pero me dieron la espalda. Así que a los dos amigos, que se autodenominaban “poetas ridículos”, les dije que tenía un poemario, y sabía que nadie editaría poesía de un autor que ya no vive. De inmediato me lo pidieron y al poco vinieron a verme: “Pues lo editamos nosotros”. Ese fue el germen.

¿Y se concretó en poco tiempo?

La escultura de Carlos Colomo en Selva.

Muy poco tiempo después se sumó a las cenas en mi casa con ellos dos, Lourdes Durán, una periodista de Diario de Mallorca encargada de Cultura, y que adoraba a Avelino. Los cuatro, cena tras cena, vino tras vino, lágrimas y risas… pergeñamos lo que en pocos meses constituiría Casa Abierta Editorial. El nombre responde a una escultura de un gran amigo escultor de Catalunya (bueno, era navarro) que, por encargo del Ayuntamiento de Selva, creó una escultura en su homenaje en lo alto del municipio: Casa abierta, con textos esculpidos sobre obras suyas. La idea era transmitir cómo la casa de Avelino era una casa abierta (a los amigos, a la vida, a las ideas…). 

Dimos de alta legalmente a la editorial como asociación cultural. Fue así como se constituyó en 2004 Casa Abierta. Javier era el diseñador y compositor de cada libro, con un gusto exquisito. Pedro, escritor. Lourdes y yo, aunque también “escribidoras”, llevábamos la batuta en cuanto a convocatorias y promoción. 

Javier diseñó una página web, ya desaparecida. Era preciosa.

Y tengo entendido que la primera publicación fue ese poemario de Avelino al que aludías, ¿es así?

Sí. Empezamos con “El septiembre de nuestros jardines”, de Avelino. Fue en 2006. Exitazo. No pusimos ni un duro. Evidentemente, nosotros no cobrábamos. Conseguimos aplazar el coste de la imprenta, y tras la rápida venta de este libro la pagamos. Y nos quedó un remanente que sirvió para editar un siguiente libro. Fue así como íbamos editando los siguientes libros: la venta de uno nos permitía editar el siguiente.

Y continuó la aventura, como he podido comprobar con Trentacuentos…

Enseguida se sumó al grupo Laura Pernía, la nueva compañera de Pedro (sería su musa). Y también otro poeta mallorquín, Miquel Àngel Lladó. Además, una pareja (que se hizo pareja por nuestras presentaciones), Pep Xisco Palou (flautista muy bueno) y Mónica Nigorra (voz), formaban parte del elenco de Casa Abierta, si bien no para la decisión de las publicaciones.

Las cenas en mi casa se hicieron muy regulares. Sobre todo nos reíamos muchísimo y hablábamos de libros y de qué publicar. Nos mandaban originales y casi nunca nos convencían. Así que, como no teníamos un plan muy elaborado y tampoco prisa, prácticamente editábamos un libro por año (a veces a los dos años). Como puede verse, éramos fundamentalmente ácratas (alguno era de verdad anarquista), amantes de la buena literatura. Además, los dos poetas ridículos andaban casi siempre sin trabajo. Eso sí, cada libro lo trabajábamos muchísimo: Javier en el diseño. Lourdes y yo en las correcciones. Y todos en el visto bueno final.

El segundo libro fue “Anatomía de un ángel hembra”, poesía también, de Pedro Andreu. A esta colección de poesía la llamamos Palma de Naranja. Salió en 2007.

En 2008, “Trentacuentos”, colección Palma de Violeta.

Al años siguiente, “El inquilino del hielo”, de Miquel Àngel Lladó. Colección Palma de dos.

En 2010, “Les màquines de Leonardo”. Varios autores

En 2014, “Veinte sonrisas”. Lourdes Durán.

En 2015 “Septiembre”. Fotografías de Carmen Muñoz, Rosa Barenys y Teresa Ordinas. Con textos del poemario de Avelino “El septiembre de nuestros jardines”. Quedó precioso este libro.

¿Hacíais promoción de los libros, actividades en torno a las publicaciones?

Sí, desde luego. Las presentaciones eran en lugares únicos: una galería de arte muy reconocida, un palacio del centro histórico que nos ofreció una persona conocida, el Casal Solleric (un centro de exposiciones y antiguo palacio que gestiona una fundación pública), otro centro municipal, antiguo cuartel de Intendencia; por supuesto, también en Selva. El poemario de Avelino lo llevamos también a Madrid, Valladolid, Soria y no recuerdo qué otros sitios. Siempre había música, vinos y muchísima gente; llenábamos los espacios y vendíamos ahí casi toda la edición. Eran ediciones cortas, claro, de unos mil ejemplares. En algún caso se reeditaron libros.

¿Hubo alguna razón especial por la que decidísteis abandonar el proyecto?

No, simplemente la editorial se acabó. Con el remanente que nos sobró pagamos una buena comida los seis integrantes de Casa Abierta más los dos músicos. Brindamos y dimos por terminada la editorial.

¿Por qué? Simplemente, de muerte natural. Seguimos siendo amigos, de vez en cuando nos vemos, tomamos unos vinos. Y cada uno sigue su curso de la vida. Pedro Andreu nos dejó desolados: hace pocos meses murió de ELA, con solo 47 años.

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