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La Singularidad está más cerca: nuestra conexión con la nube (y 4)

Por Luis Junco

Según lo anunciado en la última entrada, añado en esta lo que puede significar, en cuanto a extensión de nuestro conocimiento, la conexión de nuestro cerebro biológico con la nube.

(b) La extensión del neocórtex humano en la nube

Hasta ahora, las comunicaciones con el cerebro a través de la electrónica han sido bastante modestas. Las no invasivas han sido la resonancia magnética, basadas en la medida del flujo sanguíneo como aproximación al disparo de las neuronas, algo con una resolución de unos 0,7 mm y sobre todo con un retardo de unos dos segundos sobre el proceso en sí; y los electroencefalogramas, que detectan el disparo de las neuronas al instante pero, como se hacen desde el exterior del cráneo, es difícil determinar en dónde exactamente se producen. 

De modo que el paso siguiente parece ser acceder directamente al cerebro, las comunicaciones invasivas, que nos permiten no solo grabar directamente la actividad neuronal sino estimularla, una actividad en las dos direcciones. Con la tecnología acual eso supone hacer agujeros en el cráneo y la posibilidad de dañar el tejido estructural de las neuronas. Así que, de momento, se había limitado a casos de daños como parálisis, pérdida de visión o vista, en los que el beneficio podría superar con creces a los daños posibles. 

El sistema Brain Gate, por ejemplo, capacita a personas con esclerosis lateral o con daños en la médula espinal para operar un ordenador o un brazo robótico solo con su mente. Pero como esta técnica solo permite conectar un número reducido de neuronas, no daría la posibilidad de procesar señales tan complejas como el lenguaje. Pero se han hecho progresos también en esto. Con 250 electrodos externos y el uso de la IA se ha conseguido relacionar la actividad cortical con un conjunto de 250 palabras del lenguaje, con un porcentaje de error del 3 por ciento. 

Y uno de los proyectos más ambiciosos en este esfuerzo por conectar más neuronas, está siendo el de Neuralink, patrocinado por Elon Musk. En 2023 fue aprobado el ensayo con humanos, y se hizo un implante con 1024 electrodos. Haciendo una perforación en el cráneo de unos pocos centímetros, se coloca el implante en el cerebro con ayuda de un robot -su precisión es imprescindible- y se vuelve a cerrar con total seguridad. A la persona en cuestión se le hacen llegar de manera inalámbrica las señales eléctricas y ésta puede mover el cursor de un ordenador y acceder a él con solo su pensamiento. 

Paralelamente, la Agencia de Investigación de Proyectos de Defensa Avanzada (DARPA) está trabajando en un proyecto de larga duración llamado Sistema de Ingeniería Neural para crear un interfaz que pueda conectar y obtener información de hasta un millón de neuronas y estimular 100 mil de ellas. Entre sus proyectos está el de desarrollar implantes del tamaño de granos de arena. 

Por último, los interfaz cerebro-ordenador serán esencialmente no invasivos, para insertar nanoelectrodos de manera segura a través del flujo sanguíneo. 

Como se ha dicho anteriormente, el total de computación que se tiene como objetivo es de 10 elevado a 14 operaciones por segundo para simular un cerebro humano. (Ahora bien, teniendo en cuenta que hay muchas actividades o procesos del cerebro requeridas en actividades, como las reparaciones del ADN en el interior del núcleo celular o los procesos de regulación de la digestión, no directamene relacionados con el conocimiento, es muy probable que un interfaz eficaz tan solo necesitara unos millones o decenas de millones de conexiones simultáneas, lo que reduciría el tamaño de la tecnología requerida haciéndola bastante más pequeña). 

En algún momento de los años 2030 llegaremos a este objetivo, utilizando dispositivos microscópicos denominados nanobots. Estos dispositivos electrónicos tan pequeños conectarán las capas superiores de nuestro neocórtex a la nube, permitiendo a nuestras neuronas conectarse directamente con neuronas artificiales online. No requerirá ningún tipo de intervención quirúrgica, pues seremos capaces de enviar los nanobots al cerebro de manera no invasiva, a través de vasos capilares. En lugar de un tamaño de cerebro limitado por la necesidad del paso pélvico que nos impone el nacimiento, este puede expandirse indefinidamente (…).

¿Recordamos lo ocurrido hace dos millones de años, cuando logramos incrementar nuestro neocórtex? Nos convertirmos en humanos. Cuando tengamos acceso al neocórtex adicional de la nube, el salto en abstracción cognitiva será algo similar. El resultado será la invención de medios de expresión extraordinariamente más vastos y ricos que el arte y la tecnología puedan darnos hoy día, mucho más profundos de los que hoy podamos imaginar. 

Hay una inherente limitación para poder imaginar lo que medios del futuro puedan darnos en expresión artística. Pero es útil pensar por analogía en la última revolución neocortical. Trate de imaginar lo que sería para un simio -un animal altamente inteligente con un cerebro bastante similar al nuestro- mirar una película. La acción no le sería totalmente inaccesible. Por ejemplo, sería capaz de reconocer que hay dos humanos hablando en la pantalla. Pero el simio no podría entender el diálogo o interpretar ideas abstractas como “el hecho de que los personajes lleven trajes metálicos que significa que la acción está ocurriendo en la Edad Media”. Este fue el salto que el crecimiento del córtex prefrontal permitió en el humano. 

Así que cuando pensemos en el arte creado por personas cuyos neocórtex estén conectados a la nube, no podemos pensar tan sólo en efectos de creaciones digitales que incorporen por ejemplo el gusto y el olor. Se trataría de las innovaciones radicales de cómo el cerebro procesa las experiencias. Por ejemplo, ahora los actores trasladan lo que están pensando sus personajes a través de palabras y expresiones físicas. Pero podremos tener un arte en que se incorpore al personaje en sí, desorganizado, incluyendo sus pensamientos no verbales -en todo su belleza inexpresable y complejidad- directamente dentro de nuestros cerebros. 

Será un proceso de co-creación, permitiendo evolucionar nuestras mentes y que puedan abrirse a descubrimientos más profundos, trascender a ideas nuevas que las mentes del futuro sigan explorando (…). Esto es el núcleo de mi definición de Singularidad. 

Y acabamos aquí con estas entradas sobre el último libro de Ray Kurzweil, que solo ha tenido la intención de alentar a su lectura. Sé que a muchas personas todo esto les supera: son muchas cosas para meterse entre pecho y espalda de una sola tacada. Requiere paciencia y digestión. Y en ese sentido me atrevo a sugerir la lectura previa de otros dos libros del autor: La era de las máquinas espirituales (1990) y La singularidad está cerca (2005).

Este último libro tiene mucho pero mucho más. Cosas tan interesantes como lo que pueda ser la conciencia y el libre albedrío, la qualia (experiencias subjetivas), el pansiquismo (¿es la mente algo universal y ubicuo de la realidad?) de David Chalmers o los autómatas celulares de Stephen Wolfram. 

Resultado de un autómata celular

(Con respecto a esto último, que tanto tiene que ver con la Inteligencia Artificial y nuestro universo, hay que recordar que los autómatas celulares son modelos en dos dimensiones de cuadraditos (células) cuyo estado puede variar de una línea a la siguiente entre blanco o negro dependiendo del estado de las células colindantes de la línea anterior. Con este simple mecanismo, se parte de un regla igualmente simple (que, como se ha dicho, determina el nuevo estado de las células en la línea siguiente a partir del de las colindantes). Y el resultado es sorprendente. Pues si hay reglas que llevan al sistema a una configuración determinista en las sucesivas líneas, es decir, un futuro previsible, hay otras reglas que lo llevan a una creciente complejidad, con un comportamiento que linda entre el orden y el caos. Para Wolfram, es este tipo de reglas y comportamiento el que rige en nuestro universo, y el que da origen a la emergencia de la conciencia y el libre albedrío. Recomiento su libro, Un nuevo tipo de ciencia. Algo que también desarrolla y explica Howard Bloom -otro personaje inclasificable- en su estupendo libro de divulgación El problema de Dios, del que hace tiempo he tenido la intención de comentar en este blog. Pero, por desgracia, como suele decirse, no me da la vida).

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