Por Luis Junco
Una de las noticias de estos días es que la Comisión Europea, con su presidenta la señora von der Leyen a la cabeza, avala el plan de refugiados -que consiste en enviarlos a centros de deportación fuera de la Unión Europea- que ideó la ultraderechista italiana señora Giorgia Meloni. A cambio de una cantidad de dinero por inmigrante, se envía a estas personas a un centro en el norte de Albania. Un jornalista de un periódico francés describía así la reciente visita a ese centro:
La valla es esbelta, larga y altísima, de un color opaco, grisáceo, que serpentea el recinto, casi todo metálico. El horizonte casi no se ve en el nuevo centro de identificación y expulsión de Gfadër. Ni mucha otra cosa. Está a poca distancia de la homónima aldea, en una zona escarpada y de cerros ásperos del norte de Albania, donde en tiempos pasados se ocultaba una base militar de la Guerra Fría, pensada evidentemente así: para que apenas se viera. (El subrayado es mío).
Y fue esta idea de la invisibilidad lo me que llevó a recordar otro acontecimiento -en este caso, en nuestro país-, y la posterior reflexión al hilo de la lectura de un libro la filósofa Adela Cortina Orts.
El acontecimiento tenía que ver con un representante de un partido político de una importante comunidad de nuestro país, que en una comparecencia pública negaba la existencia de pobres en su región. Y me pareció el mejor ejemplo de la palabra que era igualmente el título del libro de Adela Cortina: Aporofobia, rechazo al pobre. La palabra (por cierto, reconocida por la RAE en el año 2017) da visibilidad no solo a la actitud del político arriba citado, sino por desgracia a la de un amplio sector de nuestra sociedad que siente rechazo a un tipo especial de inmigrante: el que es pobre. Una primera manifestación de ese rechazo es invisibilizarlo. No se trata de poner remedio y luchar contra la injusticia que pudiera haber detrás de esta lacra social, sino que el objetivo es ocultarla. Lo mismo que se intenta hacer con ese centro de deportación en Albania.
Escojo a continuación unos breves párrafos del libro de la filósofa valenciana:
Lo que produce rechazo y aversión no es que vengan de fuera, que sean de otra raza o etnia, no molesta el extranjero por el hecho de serlo. Molesta, eso sí, que sean pobres, que vengan a complicar la vida a los que, mal que bien, nos vamos defendiendo, que no traigan al parecer recursos, sino problemas.
(…)
De él cuentan los desaprensivos que engrosará los costes de la sanidad pública, quitará el trabajo a los autóctonos, es un potencial terrorista, traerá valores muy sospechosos y removerá, sin duda, el “estar bien” de nuestras sociedades, en las que indudablemente hay pobreza y desigualdad, pero incomparablemente menor que la que sufren quienes huyen de las guerras y la miseria.
Por eso no puede decirse que éstos son casos de xenofobia. Son muestras palpables de “aporofobia”, de rechazo, aversión, temor y desprecio al pobre, hacia el desamparado que, al menos en apariencia, no puede devolver nada bueno a cambio.
No dejen de leer este libro: Aporofobia, el rechazo al pobre (Ediciones Paidós, 2017), de Adela Cortina. Es aleccionador y necesario en estos tiempos que corren.