Miquel-Lluís Muntané proyecta su mirada y convoca el abandono, la pérdida, la nostalgia, a través de las pinceladas terrosas o grises de una panorámica o un recuerdo, la descripción de objetos o actos rutinarios. Cada poema en prosa configura un mapa “impreso con tintas indelebles” de caminos frondosos y de ásperas sendas; desvíos, oportunos e inoportunos; puentes, encrucijadas, pasos a nivel y pasarelas; horizontes brumosos y trenes que se pierden en lo ignoto: las decisiones que tomamos u obviamos, las oportunidades de las que fuimos o no conscientes, los sueños que vivimos o postergamos para olvidarlos. No obstante, también forja poderosas metáforas conceptuales, que atesoran lecciones metafísicas. Bajo las postales de Horas tangentes subyace una geografía anímica; poesía de la experiencia interior, a menudo impregnada de un velo de onirismo que nos traslada a una atmósfera de remembranza o duermevela. El conjunto es un caleidoscopio de instantes que, bien nos refloten, bien nos hagan naufragar, otorgan sentido a nuestra existencia.