Discurso de presentación de “La Conducta del Soñador”, de Ramón de la Vega (1)

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Discurso de presentación de “La Conducta del Soñador”, de Ramón de la Vega (1)

(El pasado 10 de enero, en el Centro de Arte Moderno de Madrid, se presentó el poemario La Conducta del Soñador, de Ramón de la Vega. Completamos la información de aquel acto con el discurso de presentación del propio autor.)

 

Por Ramón de la Vega

 

            Como sospechaba ya al prepararme estas líneas, tras escuchar a Santiago y a Antonio, me parece que no es mucho lo que puedo decir ni es tan interesante lo que yo tengo preparado, pero eso no me libera, por supuesto, de mi deber de contaros algunas de las razones por las que he escrito este libro y de tratar de explicar (aunque ya sé de antemano que no lo conseguiré, porque en realidad es mucho más complejo que todo lo que yo pueda decir aquí), qué ha hecho, por decirlo llanamente, que alguien como yo haya escrito un libro como este o qué ha hecho que La Conducta del Soñador exista y qué pretende transmitir.

Me gustaría empezar (antes de que pasemos a escuchar algunos de los poemas recitados por tres voces que, estoy seguro, conseguirán darles una vida que el papel no puede darles), me gustaría empezar, decía, utilizando una paradoja al estilo del pintor belga Magritte, quien, como sabéis, pintaba una pipa y escribía debajo de ella: “esto no es una pipa”. Por mi parte, diría que lo que yo pretendía cuando me puse a escribir este libro no era, estrictamente hablando, escribir este libro. Con eso quiero decir que la voz, el espíritu o el impulso, como queramos llamarlo, que recogen estos poemas podría haberse expresado de otras maneras, ya que La Conducta del Soñador ha querido ser un ejercicio de desnudez y, cuando el medio es el lenguaje, son muchas las formas de desnudarse: desde un grito mínimamente elaborado (por ejemplo, el cante jondo o el flamenco) hasta las Flores del Mal, un epistolario entre dos enamorados, el Diario de un solitario que naufraga en una isla, incluida la isla de una gran ciudad, o una obra tan admirada como Los Ensayos de Montaigne.

He dicho que este libro ha querido ser un ejercicio de desnudez, y es verdad, estos poemas supusieron el mayor esfuerzo de intimidad y búsqueda del que era capaz en el momento en el que los escribía. Claro que nacía con la vocación de ser una obra literaria y por tanto con la vocación de ser un lugar de encuentro en el que lo que yo he vivido y la interpretación que yo hago de lo que he vivido se encaja y funde con lo que los demás viven y con la manera en que interpretan lo que viven. Desde el primer momento mi libro tenía, por así decirlo, una existencia condicionada o, más exactamente, una existencia voluntariamentecondicionada, puesto que yo era consciente y asumía que, sin ese impulso por llegar a cualquier lector, mi desafío carecería de valor.

Hablo de intimidad y desnudez y, sin embargo, me doy cuenta ahora, de que las cosas son más complicadas porque, aunque estos poemas puedan considerarse el fruto directo de esa intimidad, tengo que reconocer que son, al mismo tiempo, ajenos a mí e incluso extraños a mi personalidad o lo son, para ser más exactos, tanto como nos permiten los límites de la conciencia. Por así decirlo, mientras los escribía era yo y no yo, y lo más interesante de todo es que, en mí, ha quedado la impresión de que ha sido en los casos en los que he conseguido esa máxima bipolaridad y esa oposición dentro de mí mismo cuando el poema ha logrado tener más posibilidades de ser percibido por el lector como más profundo, más atractivo o más cercano.

En este empeño por explicar qué ha hecho que este libro haya llegado hasta aquí, está también la cuestión de qué es lo que, en mi opinión, hace que este libro pueda considerarse necesario (o, con más modestia: necesario en alguna medida), entendiendo por ello haber cumplido con el requisito de aportar al lector un matiz estético, emocional o intelectual que no haya encontrado en ningún otro libro o cualquier otra expresión artística y que haya dicho algo que es compartido también por otros. Pues bien, si me quedo con el segundo punto, que creo lleva ya implícito el primero, diría que su necesidad viene del hecho de que constituye una expresión completamente personal de un hombre del siglo XXI que ha querido pensar desde su intimidad creativa lo que, no sólo yo, sino, en general, los seres humanos viven y sienten en tanto que seres humanos cuando se enfrentan a su experiencia propia y a todo lo que les rodea, sea real o fabulación de su espíritu, incluidas, por ello, todas esas figuras invisibles y fantasmales, o entelequias, como se decía en otro tiempo, que nos asaltan, nos inspiran, nos sorprenden o nos asustan.

Dando otro paso más en este esfuerzo de arrojar más luz sobre lo que puede encontrar el lector de La Conducta del Soñador, diría que en él se muestra, según yo lo veo, un abanico de sensibilidades distintas, y con eso quiero decir que en este libro se recogen diferentes rostros de la poesía: una poesía del presente que mira en todo momento a lo intemporal; una poesía del recuerdo que se plantea como es ese recuerdo una vez reconstruido desde una experiencia nueva; una poesía de la nostalgia que sabe que esa nostalgia está destinada a renovarse y que, por tanto, cambiará de piel y perderá el veneno que tiene la añoranza de algo concreto; una poesía que se interesa por los niveles de realidad y de irrealidad que tiene lo que pensamos, y una poesía que mira, además, de reojo hacia la trascendencia, aunque, casi siempre, con la humildad de creer que esa mirada ya no nos corresponde, que se trata de un lujo en pleno siglo XXI y que si aún tratamos de internarnos en ella es porque así lo hicieron nuestros mayores desde antiguo, aunque yo mismo, en el fondo de mí, no crea del todo en esa humildad y me incline más a pensar que la trascendencia o el Gran Misterio, como me gusta llamarlo, sigue tan viva como en cualquier otra época y más teniendo en cuenta que, a partir del siglo XX, adquirió un nuevo impulso a través de las no menos misteriosas conclusiones a las que conducían las nuevas teorías y experimentos de la física y, en concreto, de la física cuántica, lo que me lleva a pensar que, si la propia ciencia nos incita a ella, ¿por qué deberíamos nosotros reprimirnos y por qué evitar una interrogación con tantas resonancias y que nos ofrece la posibilidad de abrir tantas puertas o tantas ventanas hacia lo que tenemos ante nosotros?

Y esta es, entre otras, una de las razones por las que considero que estos poemas constituyen una continuidad dentro del paisaje de todo lo que nos marca y nos preocupa, de lo que me preocupa y os preocupa, y por qué tienen algo de repetición, inevitablemente; lo que significa que también ellos cumplen leyes similares a las de tantos fenómenos y hechos de la naturaleza, pero, eso sí, con un añadido importante: a diferencia de la naturaleza, a diferencia de la lluvia, de las olas o del vuelo de un pájaro, mi intención ha sido tratar de decir cosas que no se perciben plenamente, que a menudo no se ven y que pueden quedar ocultas detrás de esa repetición. Yo he buscado deliberadamente, mientras que la naturaleza, como sabemos, transcurre y, a su manera, también busca por el puro y envidiable placer de hacerlo, y es precisamente su inconsciencia lo que me incita a mí a tratar de hacer un mayor esfuerzo de desvelamiento.

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