Ahoraquí II
17 agosto, 2019
Poeta iluso
24 agosto, 2019

Por Luis Junco

De la lectura del libro De las bacterias a Bach, de Daniel Dennett, se deriva una idea que es a la vez perturbadora y profunda, y conecta con lo que John A. Wheeler –del que ya hemos hablado varias veces en este blog– respondía cuando se le preguntaba por lo más importante en la investigación científica actual: la información; todo se reduce a información, decía misteriosamente.

Estamos rodeados e inmersos en información. El Universo y la realidad es información. Descubrirla, aprovecharla, exprimirla parece ser la clave de nuestra supervivencia y desarrollo en el futuro.

En un  rayo de luz, por ejemplo, hay mucha información. Además de para obtener energía, un árbol es capaz de sacar de ese destello luminoso información de cómo desarrollarse, cuándo comenzar la hibernación o cuál es la época idónea para florecer. Si el árbol hubiera desarrollado órganos como el de vista, podría haber sacado mucha más información de ese rayo luminoso, algo que hacemos nosotros. La selección natural ha dotado a nuestra especie de ojos, un instrumento biológico que nos permite extraer más de la información que porta un rayo de luz que lo que puede sacar el árbol. Pero millones de años de evolución también nos han dotado de una mente, que a su vez nos ha ayudado a mejorar enormemente nuestro diseño biológico y equiparnos con “órganos tecnológicos” adicionales con los que extraer aún más información de ese resplandor. Así, de un rayo de luz hoy podemos saber la distancia a la que está una estrella muy lejana, averiguar qué elementos químicos componen la atmósfera de un planeta que la orbite, a qué velocidad se están alejando las galaxias, cómo se curva el espacio y el tiempo por donde pasa la luz y asomarnos al origen de nuestro Universo. Y todo eso lo hemos sacado de la información de un rayo de luz. 

La transmisión de información a las siguientes generaciones a través del ADN ha sido un proceso ciego, azaroso, que durante millones de años e innumerables resultados fallidos por separar el ruido (información sin sentido) de la información significativa, real y con sentido nos ha dotado de un diseño no solo adecuado para sobrevivir, sino para extraer cada vez mejor información de lo que nos rodea. Un proceso que se ha acelerado enormemente gracias al desarrollo de la mente. La evolución biológica se ha transformado en evolución cultural y memética, de ideas, mucho más rápida. Un simple rayo de luz aún será fuente de información, de nuevos descubrimientos de lo que somos y de lo que nos rodea.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *