Talía, te quiero. Ensayo errático sobre representación teatral, de Marie Lourties

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La autora. Después de un largo e intenso periplo americano (1978-1988), en el que desarrolló su labor teatral en ciudades como Lima, Quito o Méjico, y después de animar desde 1989 las noches madrileñas con algunos montajes inolvidables para los aficionados al arte de Talía (La caída del muro de Berlín, Preludio y fuga en Brecht mayor, Maruja Mallo, etc.), Marie Lourties (por orden de aparición actriz, directora, dramaturga, ensayista, conferenciante, ...) nos ofrece un ensayo en el que el modo intuitivo y quebrado del "estilo feminista" se mezcla inevitablemente con su formación francesa, finamente cartesiana, para dar a la luz una obra en la que pasión y razón, intuición e inteligencia se hacen una, haciendo bueno aquello que nos enseñó el místico: in humano procul dubio animo idem est summum quod intimum, et intimum quod summum.

El libro. Escribe Marie Lourties: “Teatro..., representación..., naturalidad..., naturalismo..., identidad..., autoridad....

Escribí este libro porque, como dice Michel Foucault, no sabía ni qué ni cómo pensar esta cosa que tanto deseaba pensar.

La puesta en escena, la actuación, la iluminación, la escenografía, la utilería no son el reflejo o la transposición o la ilustración de la realidad. Constituyen por sí solos una escritura autónoma que entra en diferencia con el texto escrito, luego hablado. Esta diferencia es la experiencia teatral, el espacio recorrido entre una y otra escritura.

Al igual que la barra espaciadora que señala cada palabra y la diferencia de las demás, la respiración, el aliento del actor modulan, marcan, entre los signos, la separación con la que cobran sentido, cada uno y en conjunto.

Desde luego, actúe o escriba, pasa lo mismo: una palabra lleva a la otra, al igual que un gesto y así sucesivamente.

Sin embargo, o más bien, entonces, en el lapso de tiempo en el que mis dedos no dan para más, en el que mis ideas se atropellan, en el que mi gesto, quedándose en suspenso, cae luego sin fuerza, inerte ... en este silencio, en este vacío, en esta diferencia se insinúa la pregunta, la de siempre y la de la primera vez, la imprescindible para que algo acontezca: ¿por qué?

Con su única respuesta posible: - Porque te quiero.”
 

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