Laberinto de tontuna
Laberinto de tontuna, del Conde de Abascal
5 mayo, 2017
Senderos de lectura
Senderos de Lectura. Memoria y hermenéutica literaria, de Oswaldo Guerra
5 mayo, 2017
A ratos se me muestra tan humano
este lento fluir hacia la nada,
que no parece sino que con cada
paso que doy lo tengo más a mano.

Y la sombra que crece desplegada
ocupa poco a poco el cercano
rincón de su destino, mientras gano
lentamente el lugar de la llegada.

La misma sencillez con que cruzaba
la luz hacia el rincón más escondido
y lo encendía un rato de blancura;

la misma sombra que al llegar dejaba
el resto de un silencio recogido,
la luz callada de la noche oscura.

Pablo Jauralde Pou ha escrito muchos libros, artículos, trabajos, etc., casi siempre sobre temas filológicos, habida cuenta de su condición de profesor que ha recorrido toda la escala de la enseñanza en España y fuera de ella. Hace un par de años publicó un libro de poesía, Sin embargo, de factura clásica y de tono ambiguo, matices de los que a lo mejor todavía no ha querido desprenderse en Trizas bruces. Dice, además, que la poesía a veces no se mueve por evolución ni ciclos, sino que vaya usted a saber; y desde luego es historia, la poesía, dice.

«Desde el dominio y el sentimiento son dos de las circunstancias de Trizas, bruces. Pablo Jauralde no derrama "palabras vertidas con ímpetu natural", sino " asentadas con el artificio que piden las leyes de su profesión", como quería Francisco de Medina; el oficio le lleva a jugar con tmesis, o a escribir series de endecasílabos con acentos en las sílabas cuarta y décima. Detrás de cada poema, está la garantía del miglior fabbro, las sílabas contadas, el ritmo en su sitio, desde el dominio. Pero es el cuidado descuidado, sin afectación, porque la elegancia borra los trazos del minucioso quehacer.

Trizas, bruces anuncia en su nombre, sonoro y significativo, alguno de los hábitos del pasajero de sus versos, "que pasa amando lo que se desprende / y se refugia en la melancolía". Caminar con él o en su voz es un almo y gozoso paseo.»

Fragmentos del prólogo de Rosa Navarro Durán
 

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