Una familia de cuentistas, de José García Caneiro

El pastor y la tropa de trapo
El pastor y la tropa de trapo, de Hernán Rossi Aloras
29 mayo, 2017
Gutierrez y el imperio del mal
Gutiérrez y el imperio del mal, de Andrés Gastey
29 mayo, 2017
“Para pensar e sentir fondo hai que relembrar moito”, dice uno de los sabios y reflexivos personajes de Terra brava, de Ánxel Fole. Y afé que José García Caneiro parece muy consciente de esta verdad en cada una de las líneas de este libro suyo. Una familia reunida en torno a la mesa del comedor, degustando el café de puchero y los licores de la tierra, hace del ejercicio del recuerdo un modo de sentirse junta, y, al tiempo, de manifestar la individualidad de cada uno de sus miembros. Por eso, los cuentos reflejan la peculiar personalidad de quien los cuenta, y se genera de este modo un mundo variado y preciso, lleno de aventuras, de sucesos, de leyendas… Pero simultáneamente, el ambiente tranquilo de reunión familiar tiñe todas las historias del poso meditabundo, un sí es no es melancólico, que tienen los recuerdos y las evocaciones. Así, el lector de Una familia de cuentistas se siente íntimamente llamado a “pensar y sentir hondo”, a percatarse de que la palabra cordial y reposada es el mejor vínculo y el mejor vehículo. En estos tiempos de prisas atareadas, de agobios consumistas, el placer que brinda la palabra pausada de José García Caneiro convierte al lector en un degustador de tiempo, en un gourmet de recuerdos. El libro: se centra en cinco historias, contadas por diferentes miembros de una misma familia, la familia del narrador. Se desarrollan en diversas geografías (dos en el ámbito gallego, uno en el África negra, otro en algún país centroamericano y un quinto en la guerra de Argelia) y muestran estilos, tanto narrativos como literarios, completamente diferentes, como corresponde a la personalidad de cada uno de los cuentistas. Van precedidas de un proemio, en el que el relator presenta a su familia, es decir, a los cuentistas y, además, declara su innata incapacidad para contar historias propias. Finalizan con un cierre, o clausura, en la que, contradiciendo la afirmación vertida en la introducción, el narrador se atreve a contar una historia sobre (acerca de, en relación con) su mujer, con la disculpa de incorporarla (con todos los pronunciamientos) a su “familia de cuentistas”.
Las historias son auténticos cuentos (fábulas, relaciones, chismes, anécdotas, hablillas, historietas, relatos, o… llámeles usted como quiera) de aquellos que se cuentan (se contaban, ya que hoy la televisión nos priva de tal oportunidad) en torno a una mesa-camilla en la intimidad familiar ….

«La mesa del comedor, grande, ovalada, era el aglutinador de nuestras existencias vespertinas después de que las mujeres hubieran retirado los sobrantes del yantar -vamos a recoger la mesa y a quitar el mantel, ya tomaremos el café en los pañitos pequeños-; sobre ella se esparcían los pocillos y las copas de licor, mientras los ceniceros crecían hasta convertirse en pequeñas montañitas de colillas apuradas y mi padre -hay que ver, os pasáis el santo día fumeteando, parecéis chimeneas- se levantaba a vaciarlos, protestando a cada poco. El palique recorría todos los motivos conversables y saltaba, inconsecuente, de un tema singular a otro aún más insólito. Así, desgranando anécdotas, historias o sucedidos, comentando los incidentes de la política nacional y extranjera o discutiendo la última publicación literaria, nos daba la hora de la cena».(págs 9-10)

El autor: José García Caneiro nace, hace muchos años, en Barcelona, de ascendencia gallega, circunstancia, ésta última, que lleva con tanta dignidad que se le nota.
A los veintiún años es teniente piloto de Aviación y lo encontramos en Valladolid. En la década de los setenta, destinado en las Palmas de Gran Canaria, participa en los conflictos del Sáhara y se inicia en esto de escribir: en 1975 gana el Premio “Ciudad de Murcia” con la novela Parálisis (Ed. Marte) –no hay que buscarla, está agotada y la editorial ya no existe; pero por causas ajenas a la publicación de la novela–. En la década de los ochenta manda un Escuadrón de caza en Torrejón de Ardoz y se licencia en Filosofía y Ciencias de la Educación. En los noventa, trabaja, en el Ministerio de Defensa, en el diseño y ordenación de la Enseñanza Militar, al tiempo que obtiene el grado de Doctor en Filosofía. A finales de este período es nombrado Secretario General de Instituto Universitario «General Gutiérrez Mellado» de estudios sobre la paz, la seguridad y la defensa, de la UNED. Durante esta época publica abstrusos y soporíferos ensayos como La racionalidad de la guerra, borrador para un crítica de la razón bélica (Biblioteca Nueva) y, en colaboración con F. J. Vidarte, Guerra y filosofía: concepciones de la guerra en la historia del pensamiento (Tirant lo Blanch).
En la actualidad, ya en situación de reserva –de donde se puede deducir su edad– se reincorpora al Ministerio de Defensa para trabajar en la reforma de la Enseñanza Militar, imparte cursos de postgrado sobre “filosofía de la guerra” (si es que la guerra tiene alguna filosofía) en un par de universidades de Madrid y retoma sus aficiones literarias (de pura creación), que Ediciones de la Discreta convierte aquí en realidad, con este librito. Malas lenguas aseveran que además tiene escritos, aún sin publicar, dos libros de versos y una novelilla.
 

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