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En Waterloo ocurren más cosas aparte de las miserias que tocan a la política. Un festejo de importancia consiste en la representación de la famosa batalla que fue la última de Napoleón. Centenares de recreadores de todas las partes del mundo se congregan allí y reviven la famosa ocasión en escala más pequeña, bien que impresionante. La del bicentenario de 2015 fue espectacular, irrepetible.

Me lo contó Daniel Semadeni, recreador famoso y rostro mediático en tantas recreaciones; y creo que no se aireó en los periódicos. Un coracero francés murió al caerse del caballo en Waterloo. También falleció un fusilero inglés, de un infarto, en la misma batalla. Y hubo dos muertes más en Waterloo, no sé en qué bando ni por qué razón, accidental o natural. Esto, que pudiera ser una anécdota histórica, fue una triste tragedia acaecida en 2015. La muerte no quiso perderse la recreación de la batalla, en la que participaron millares de soldados minuciosamente ataviados a la usanza de 1815. Doscientos años justos después del enfrentamiento entre Napoleón y Wellington, brotan cuatro víctimas más, inesperadas, coherentes, imposibles. La misma causa y efectos en circunstancias completamente distintas y, a la vez, muy similares. Cuatro muertos —más— en Waterloo.
Hubo otro recreador más que resultó herido de gravedad, no sé si en la misma ocasión. Me contaron que alguien se dejó la baqueta en el fusil, uno de los peores errores que se pueden cometer con armas de avancarga; o quizá se desprendió el extremo de la baqueta, y quedó la pieza sobre el taco y la pólvora, como si fuera la bala. El disparo segó la garganta de ese otro recreador, que habría muerto en pocos minutos de no darse la casualidad de que otro compañero cercano había sido cirujano militar con experiencia en combate. Supo qué hacer y buscó en la herida la arteria segada para detener la hemorragia y estabilizar al herido. Aquí se dio una confluencia dificilísima de sucesos enormemente improbables.
No se me quitan de la cabeza esas muertes. Puedo imaginar ese estupor agónico. Fallecer entre bayonetas y chacós, entorchados y camaradas de armas, el tronar de los cañones y el humazo y estampido de la fusilería. ¿Quién puede decir a nadie que va a morir en la batalla de Waterloo? Es absurdo. Y, sin embargo, es posible; quizás hasta hermoso.
Me asombra el bucle de la historia. Muchos recreadores somos personas de cierta edad. Aunque yo no he hecho época napoleónica todavía, conozco el proceso de una recreación exigente (las de época napoleónica suelen serlo). No es barato ni sencillo hacerse con el atuendo y las armas. Hay que integrarse en una unidad y aceptar el rol que toque, hacerse el uniforme según los requisitos históricos, buscar las armas y conseguirlas pacientemente junto con los permisos, adiestrarse en su uso, en la forma de cargarlas y disparar, hay que saber marchar con el regimiento y atender a las órdenes. Es preciso leer e informarse con minuciosidad para no incurrir en anacronismos visibles. Luego hay que solucionar el viaje, el transporte legal de las armas de fuego, los permisos de la pólvora y, si hay caballos, entonces aún se complica más… Sin saberlo, aquellos compañeros preparaban pacientemente el escenario más lujoso para su propia muerte. Es una observación que parece frívola y es estremecedora: el enamorado de la Historia que se documenta media vida sobre Waterloo, ignorante de que morirá precisamente allí, como sus héroes, entre cañonazos, entre las filas cerradas de los fusileros o en la carga de húsares o coraceros imaginada tantas veces. Parece un cuento de Emilio Gavilanes, de El río, Historia secreta del mundo o La orilla del camino, con ese quiebro sorprendente de la fatalidad.
Cuatro muertos en Waterloo. El calor, el esfuerzo físico excesivo o la mala fortuna que puede brotar en cualquier otro lugar; pero surge en Waterloo, precisamente en Waterloo, como ironía misma de la muerte o como cima y corona del recreador riguroso.
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(Los libros El río , Historia secreta del mundo — también Bazar en su semejanza de apuntes breves y sorprendentes—pueden adquirirse aquí, pinchando en los enlaces. Si queda algún ejemplar, claro. Los espíritus curiosos y enamorados de la Historia necesitarán revisitarlos muchas veces. También La orilla del camino (en Pre-Textos).)
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Vídeo con recreación de la batalla de este año.
https://youtu.be/m3zCvimCOBc?si=VLDseA1DcjvwdeT7
[Enlace a una página con fotos de aquella ocasión. Como están firmadas, se acredita así su procedencia con la URL de la página.]
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