Por Santiago A. López Navia
(Rafael Ruiz Pleguezuelos, La botella de Bukowski, Madrid, Tempestas, 2015)
Desde hace unos cuantos veranos (al menos diecinueve, si cuento tan solo los poemarios) Charles Bukowski es una de mis compañías más gratas durante mis vacaciones, que suelo inaugurar con la lectura de alguna de sus obras. Este año he querido añadir a Amor, que me espera en unos días, La botella de Bukowski de Rafael Ruiz Pleguezuelos, una recreación narrativa de uno de los muchos momentos singulares de la trayectoria de uno de los escritores malditos más interesantes y controvertidos por su obra y por su forma tan personal de vivir su vida. Me refiero a la entrevista que Bernard Pivot hizo a Bukowski en el programa Apostrophes el 22 de septiembre de 1978, en la que el comportamiento del escritor, condicionado por las tres botellas de vino blanco Sancerre de las que dio buena cuenta durante la emisión, no pasó precisamente desapercibido por su falta de contención.
La botella de Bukowski, publicada en 2015, es la primera novela de Rafael Ruiz Pleguezuelos –de quien recientemente he leído la La piel del lagarto, excelente, ganadora del XIII Premio Tiflos de Novela en 2021–, cuya brillante trayectoria creativa, docente y filológica vengo siguiendo con especial interés y admiración en los últimos años. La novela está protagonizada por el hispanofrancés (digámoslo así) Juan Navarta, aspirante a escritor y fascinado por el “viejo indecente” a quien, con motivo de su estancia en París para su intervención en Apostrophes, quiere conocer personalmente convencido de la revelación personal que para él significa su obra, “porque la vida que se describía en sus páginas era exactamente la que yo quería vivir –la que debería estar viviendo entonces, de hecho–, y no la realidad pastosa y provinciana que había protagonizado hasta ese momento” (p. 17).
De la mano de Juan, entregado a esta misión, conocemos el París bohemio posterior al mítico mayo de 1968, con sus comunas de creadores animados por las postrimerías del hippismo (como esa en la que se integra siguiendo el rastro de Carl Weissbach, primer editor de Bukowski en Alemania) y sus tertulias de los cafés (como Les Trois Chats), que dejan ver las costuras de una intelectualidad a veces superficial e impostada, con sus jerarquías, sus rutinas y sus poses, que no escapan a la mirada crítica del narrador, también empeñado en darles un repaso a algunos de esos beatniks de los que el mismo Bukowski se empeñaba deliberadamente en distanciarse.
Mientras se va fraguando su experiencia como convidado de piedra a este universo de excentricidades e imposturas, Juan busca su identidad estética y su voz literaria, que al final acaban construyéndose sobre el texto de la novela autobiográfica escrita por su padre (a la que se refiere como “manuscrito fallido”), de la que surge su primera novela reconocida, Le garçon des étoiles, en buena medida espoleada por estímulos dispares: uno de ellos es el lema (“Write against something”) probablemente escrito por el mismo Bukowski en la botella que, junto con un poema original, Juan sustrae de la habitación del poeta en el Hotel des Saints Pères; el otro es el estado de ánimo y de revelaciones que experimenta tras el suicidio de su padre, hasta el punto de que comienza a escribir su obra en su máquina de escribir Underwood y finalmente obtiene, dice, “una novela tan sensible que la gente no para de preguntarme si es una forma de reconciliarme con la memoria de mi padre” (p. 195).
Ruiz Pleguezuelos envuelve su narración en una arquitectura sólida y en un estilo elaborado, pulcro, exquisito, y no por ello menos dinámico, y junto con las sorprendentes peripecias del protagonista nos regala reflexiones sobre la creación literaria tan sabrosas y lúcidas como la que, a título de ejemplo, transcribo a continuación: “La mejor experiencia de escritura se vive, paradójicamente, cuando no se tiene experiencia alguna ni pretensión más allá de ver qué puede uno hacer con las palabras” (p. 164). Una de las muchas perlas en las que el lector puede reconocer el talento aforístico del autor, más que acreditado en obras como Usted está aquí (2023) y más que claro en otros muchos fragmentos parecidos que salpimentan esta magnífica opera prima narrativa.