Por Dativo Donate
De todos los recursos narrativos, hay uno especialmente difícil que es usar el presente, tiempo no marcado, para narrar. Es un tiempo que puede expresar pasado, presente y futuro, y por ello las narraciones articuladas en presente mantienen un aspecto o bien puntual y efímero o bien atemporal y desligado de un decurso de acontecimientos. Estos extremos convierten al tiempo presente en un recurso tan escurridizo para narrar como expresivo, mas solo si sabe emplearse con suma habilidad.
Esto es algo que consigue David Torrejón en Memoria del descampado (Ediciones de La Discreta, 2024), una novela inquietante que puede o debe leerse además desde múltiples planos y perspectivas lectoras. Es una novela que parece hablar de saltos en el tiempo desde el recuerdo de una vida, hasta que se descubre que no es la cosa exactamente así. No seré más explícito para no estropear la lectura. La maestría de este relato reside también en hacerse la retórica casi imperceptible, hasta que nos damos cuenta de que, por ejemplo, unos fragmentos vividos en la infancia están escritos con un estilo muy diferente de los fragmentos que se refieren a la madurez, y estos a su vez difieren de los de la juventud con sutiles puntos de complejidad. El autor no necesita aclarar nada porque el estilo empleado sirve para hacerlo, y ya solamente por este detalle maestro merecería la pena leer detenidamente Memoria del descampado.
Además de estas audacias técnicas, el libro contiene una enorme cantidad de referencias vitales que compartiremos muchas personas y que sin darnos cuenta han jalonado nuestras vidas. Podemos reconocer como recuerdos desde los tebeos de Pumby a los cambios de la Movida, la corrupción endémica que cualquiera habrá apreciado —y no solo en la política—, los juegos infantiles transgresores, o la amistad ferviente y juvenil en la que nos construimos entre conversaciones torrenciales. Y, sin embargo, no es un libro de apuntes nostálgicos, o yo no estaría escribiendo estas notas. Es un libro que, en cada tramo, parece conducir hacia una narración diferente. Apunta muchas posibilidades, desde una posible rememoración desordenada a un puzzle de chispazos espacio temporales, o a una trama de ciencia ficción. Y como no puedo explicar cómo termina y lo que revela, mejor lo dejo ahí. Solo puedo apuntar que su lectura ha constituido un agradabilísimo reto, sensación ya casi perdida en las novelas actuales, esa experiencia infrecuente que consiste en leer una novela cuya técnica se ha construido a la par que su contenido, ambos se han ajustado requiriendo el concurso del lector, y finalmente todo ello se concierta y culmina en una aventura singular. Aceptar el desafío nos otorga una vivencia reservada a la lectura y la experiencia de leer, un camino aparentemente sencillo, llano y transitable, que se halla en realidad jalonado de sorpresas y desviaciones impensadas. Es un placer raro en apreciar la osadía técnica y, a la vez, una mirada sin miedo al enigma del tiempo.
(El libro puede adquirirse en librerías o solicitando directamente a la editorial, que lo envía sin gastos de envía en unos días: https://www.ladiscreta.com/producto/memoria-del-descampado/)