“Pararnos e infectarnos / del lento movimiento de los árboles”, nos sugiere con voz firme y serena el poeta, acaso como única actitud para poder constatar que, en medio del “desgarro”, el “sobresalto” y las “dentelladas” del vivir cotidiano, “merece la pena seguir hasta la muerte / con intacta ilusión”. Versos, los de Ambición de claridad, que, en medio de esta sórdida carrera de la vida que conduce inexorablemente hacia un trágico fin, son ante todo una celebración de estar vivos, sí, pero también una celebración del fracaso, porque “la derrota es simiente / (no principio del fin)”, y “siempre hay un resurgir, / una guerra vencida / cuando se abre el poema / y nos da claridad”.