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Por Luis Junco

Del breve pero contundente comentario de una persona a propósito de una de sus últimas lecturas deriva esta reflexión. “Es un libro mágico. De esas lecturas que te transforman”, fueron sus palabras. Y supe a qué se refería, pues en varias ocasiones a lo largo de mi vida había experimentado yo esa misma impresión. (Es verdad que cada vez con menos frecuencia, lo que achaco no tanto a la falta de virtud de los libros que leo, sino a mi cerebro cada vez menos impresionable y más viejo.) Sin embargo, no satisfecho con la magia como explicación, hurgué en el fondo de mi baúl virtual por algo que pudiera servir de fundamento. Y algo hallé, sin que pueda asegurar que no existan otras mejores y razonables explicaciones.

Tiene que ver con las denominadas características emergentes y los cambios de estado de algunos sistemas físicos. Por ejemplo, un volumen de agua en un recipiente. A nivel microscópico está formado por moléculas, dos átomos de hidrógeno y uno de oxígeno, que se mueven de manera aparentemente caótica, golpeándose unas con otras y contra las paredes del recipiente que las contiene. Desde un punto de vista, podríamos determinar el estado y evolución del sistema si conociéramos la posición y velocidad de cada molécula en cada instante del tiempo. Pero observando a mayor escala nos parece que no solo hay una uniformidad que no era perceptible a escala microscópica, sino que podríamos describir el estado del sistema y su evolución en el tiempo a través las características que pueden apreciarse a esa escala más amplia. La temperatura, que sería la energía media que poseen las moléculas en el recipiente; la densidad, que es el número de moléculas que existen en una unidad de volumen; la presión, que es una medida de la velocidad promedio a la que se mueven las moléculas chocando unas con otras y contra las paredes del recipiente. A estas características que emergen al contemplar el sistema a esta escala se les denomina características emergentes, y pueden modificarse, a veces drásticamente, si cambia el entorno en el que evoluciona el sistema. En ocasiones, hasta pueden emerger nuevas características. 

Si, volviendo al recipiente que contiene el agua, lo calentamos, las moléculas se agitan, incrementan su velocidad y los choques con otras moléculas y contra las paredes del recipiente, aumenta la temperatura y la presión, y llega un momento en que se convierte en vapor. Y si en lugar de calentar, enfriamos el recipiente, se reducen la agitación y los choques, y llega un momento en que el agua se convierte en hielo. A través de estas transiciones de unas características emergentes a otras diferentes, se han producido cambios de estado en el sistema: de líquido a vapor, de líquido a sólido. El sistema sigue siendo de agua, pero se ha convertido en otro sistema cualitativamente diferente.

Hace más de trece mil millones de años, el universo que ahora conocemos era un informe conjunto de partículas elementales -quarks y gluones- a una temperatura elevadísima. A medida que ese conjunto se expandía y la temperatura disminuía, comenzaron las fases de transición, los cambios de estado del sistema y la aparición de nuevas características (emergentes). Sean Carroll, en su libro The big picture (2016), enumera las principales fases de transición y cambios de estado hasta ahora:

  1. La formación de los protones y neutrones a partir de los quarks y gluones en el universo primitivo. 

(En una fase anterior a esta, se considera que apareció el espacio, como una característica emergente de relaciones o malla entre sucesos muy elementales.)

  1. Los electrones uniéndose a los núcleos para formar los átomos, cientos de miles de años después del big bang.
  2. La formación de las primeras estrellas y su luz.
  3. El origen de la vida: una compleja autosuficiente reacción química.

(La vida en la célula sería una característica que emerge a partir de relaciones entre compuestos orgánicos.)

5. La unión de diferentes organismos unicelulares para formar un organismo multicelular.

6. La emergencia de la conciencia.

7. El origen del lenguaje y la habilidad de formar y compartir pensamientos abstractos.

8. La invención de máquinas e instrumentos tecnológicos.

En esta impresionante cuadro, ¿sería muy aventurado considerar que la propia conciencia  individual pasa por fases de transición y cambios de estado? El entorno “cambiante” que lo hace posible es la atmósfera social y cultural en la que se desarrolla. Experiencia y aprendizaje. 

Y en este sentido, aunque pueda considerarse exagerado que la lectura de un determinado libro pueda suponer un cambio de estado, no lo es aventurar que sea la gota que colma el vaso de una conciencia ya dispuesta a dar el salto. 

(Dedico esta breve entrada a la memoria de Miquel Barceló García, condiscípulo e imaginauta prodigioso, fallecido hace unos días.) 

2 Comments

  1. Carlos dice:

    Es curioso que el libro que citas se llame The Big Picture. La semiótica del cine, y quizás todas las semióticas, nos dice que no puede haber una película que no interprete de alguna manera el cúmulo de vidas que hemos vivido, junto con los que nos han antecedido, incluso las bacterias y los virus. Y eso crea un gran formato de donde todos sacamos todo. Ese título parecería sugerir eso. A veces un cuadro de Picasso nos remite a algo distinto cada vez, nos matiza la apreciación a través del lenguaje como diría Wittegenstein.
    Entonces se trata de cómo interpretamos tales signos de este ahora del Universo que nos está tocando pues siendo muy diferente nos podría estar entregando otras claves. Al parecer se estaría volviendo más oscuro pues su velocidad de hinchamiento nos aleja unas estrellas, pero nos ubica en un nuevo vecindario. Aunque las velocidades sean enorme, enormes son las distancias. ¿La luz es inepta para trazar trayectorias deterministas, ¿afortunadamente?, para atraernos el mundo? La luz deja pensar. ¡La luz engendró el pensamiento! ¡Y trae aparejados los colores!
    ¡Es como una fiesta!

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