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Por Luis Junco

Hace ya años-mientras visitaba el Puerto de la Cruz (Tenerife) en busca de información para una novela que estaba escribiendo- que casualmente supe del poeta británico Basil Bunting. Yo indagaba sobre antiguos hoteles y pensiones de la localidad y me encontré con que en uno de ellos -la pensión Arenas, que regentaban Isidoro Luz Carpenter y unos aristócratas alemanes- había residido, durante unos meses del año 1934, Basil Bunting, su esposa Marian, y dos hijas (la más pequeña había nacido aquel mismo año, en la isla). También supe que el poeta y su familia, que antes residían en Italia y tenían problemas económicos, habían elegido las islas Canarias por considerarlo un lugar de buen clima y barato para vivir. Los Bunting se habían mudado a la pensión Arenas por consejo de un matrimonio de alemanes (Karl y Gertruda Drerup) con los que habían congeniado. Karl era ya un reconocido pintor modernista y tenía amistad con los aristócratas propietarios de la pensión, el barón y la baronesa von Löen. 

(Hago aquí un aparte, para decir que esta última, la baronesa von Löen, era en realidad Marie-Auguste de Anhalt, que había sido esposa del hijo más joven del káiser Guillermo II, y cuya azarosa y fascinante vida, que también seguí desde aquellos momentos, daba para escribir una novela.)

Pero volvamos a Basil Bunting, el poeta. Permaneció en Tenerife tres años, desde 1934 hasta el 1936, de donde se marchó precipitadamente por miedo a ser encarcelado por los fascistas españoles después del golpe militar. Estaba convencido de que sus ideas izquierdistas eran bien conocidas por el gobernador militar de la isla, Francisco Franco, con quien en varias ocasiones había jugado al ajedrez en una plaza de Santa Cruz. Leí que en Tenerife cumplió treinta y cuatro años, que había sido objetor de conciencia durante la Primera Guerra y que Ezra Pound le había sacado de la cárcel en París. Desde aquellos años veinte cultivó amistad y postulados poéticos con el poeta estadounidense, a quien siguió a Rapallo (Italia) a mediados de los años 20, una amistad con Pound (y con su esposa Dorothy) que solo las recalcitrantes ideas políticas y antisemitas de este acabaron por enfriar. También leí que, además de poeta, Bunting fue crítico musical, marino, oficial del servicio de inteligencia británico en Teherán y periodista. Y que en los años 70, en América, era considerado el mejor poeta de lengua inglesa de su generación. Decidí buscar alguno de sus poemas y di con Briggflatts, que escribió en la última etapa de su vida. Lo escuché de la propia voz de Bunting, y quedé deslumbrado. Y creo que fue una suerte que las cosas sucedieran así, que lo escuchara, antes de leerlo, porque la sonoridad y la musicalidad del poema es la principal virtud de su poesía. (Una opinión que más tarde pude leer del propio poeta.) 

Pongo aquí un enlace para escucharlo:

(Aconsejo activar los subtítulos, para seguir las palabras, en inglés.)

Después de eso, leí algunos comentarios del propio Bunting sobre la poesía. Aquí dejo un par de ellos:

Los creadores no son siempre los mejores interpretes de sus propias creaciones, ni los poetas los mejores lectores de sus propios versos… Algunos carecen de voz o no han aprendido a controlarla. Algunos están tan inmersos en los mecanismos de su arte que, por ejemplo, hacen una pausa exagerada al final de las líneas y pierden el ritmo y el metro del poema. Algunos tienen manierismos, tales como la repetición de una particular cadencia, produciendo un efecto que se parece al sonido detestable de los rezos en una iglesia.

La poesía, como la música, es para ser escuchada. Tiene que ver con el sonido -sonidos largos y sonidos cortos, fuertes latidos y otros más suaves, los tonos de la vocales, los tonos de las consonantes, y de unas con otras, que son como el color instrumental en la música. La poesía está muerta sobre la página, hasta que una voz la trae a la vida, como ocurre con la música en el pentagrama, que no son sino instrucciones para el que va a interpretarla… Leer en silencio es fuente de la mitad de los malentendidos que han ocasionado que los oyentes desconfíen de la poesía… La poesía no consiste en producir significado, sino belleza; o si insistes en abusar de las palabras, su significado es de otro tipo, y se encuentra en la relación entre las líneas y las regularidades del sonido, a veces armonioso, a veces chocante, que el que escucha siente más que entiende; líneas de sonidos dibujadas en el aire que remueven profundas emociones y para las que ni incluso existe un nombre en prosa.

Me llamó la atención su intención de unir su poesía a la música. Y a tal respecto, resulta muy interesante lo que dice Victoria Forde, quien le trató en sus últimos años, y escribió La poesía de Basil Bunting. Transcribo dos párrafos de la Introducción de ese libro:

Durante la mayor parte de los ochenta y cinco de su vida, Bunting se esmeró en escribir su poesía como si se tratara música. Desde el principio pensó que la poesía debería aplicar algunas de las técnicas que él conocía para la música. Para él, el sonido era esencial para escribir buena poesía, y concluía: “si te interesa el sonido, con casi total seguridad te interesará la música”.

En su juventud se entusiasmaba con las cadencias que Whitman lograba en su poesía, al mismo tiempo que otros contemporáneos, como Liszt, intentaba hacer lo mismo en su música. Más tarde reforzó esa idea al descubrir que T. S. Elliot también intentaba escalas musicales con sus “Preludios”. Como hombre joven que era, disfrutaba con Byrd, Bach y Beethoven, pero más tarde admitió que se equivocó al intentar las sonatas de Beethoven, con sus tremendos contrastes en tiempo y tono. Solo se sintió satisfecho cuando aprendió de Scarlatti y Corelli el modelo musical adecuado para su poesía. 

Y en sus Poemas elegidos, Bunting reconoce la influencia de poetas que tenían ideas similares:

Wordsworth y Dante, Horacio y Wyat y Malherbe, Manucheri y Ferdosi, Villon, Whitman, Edmund Spenser; pero también dos poetas vivos me enseñaron mucho: Ezra Pound y Louis Zukofsky.

No quiero finalizar esta breve reseña de Bunting sin señalar que el poeta canario Andrés Sánchez Robayna tradujo uno de los poemas inspirados en la estancia del poeta en Tenerife, “Orotava Road”. Un verdadero reto, habida cuenta las señaladas características de la poesía del británico. Y en una carta de 1979 de Bunting a Robayna, a propósito de esa traducción, además de dar interesantes datos sobre su estancia en la isla, sobre todo alaba la traducción del canario:

Su traducción me parece excelente. Usted ha mantenido hasta en lo mínimo el lenguaje simple, y hasta en lo mínimo algunos de los ritmos hacen eco a lo mío muy estrechamente. (…) Aunque me alegra leer a Góngora o a la primitiva poesía española, el lenguaje ha cambiado tanto desde entonces que la moderna poesía española a veces me desconcierta. Incluso el decimonónico Pérez Galdós a veces me hace buscar el diccionario y libro de gramática.

(Lecturas recomendadas: Collected poems, Basil Bunting; A strong song tows us, de Richard Burton; The poet as spy, de Keith Alldritt; The poetry of Basil Bunting, de Victoria Forde.)

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