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11 noviembre, 2024

(Este pasado viernes 15 de noviembre se presentó en Barcelona Pasmos de Tediato, el último libro de Santiago A. López Navia, que estuvo acompañado de Miquel-Lluís Muntané y Antonio García Lorente. He aquí la completa y sustanciosa reseña escrita por este último).

Por Antonio García Lorente

Los poemas suelen tener una intención comunicativa concreta: deleitarnos, apaciguarnos, indignarnos, alegrarnos, entristecernos,  solidarizarnos, empatizar, reflexionar… El título del libro, Pasmos de Tediato, ya nos anuncia la reacción que el autor pretende causar con sus versos en el lector: dejarlo pasmado.

El libro no trata de una crónica, como aquella que escribió Gonzalo Torrente Ballester sobre el rey pasmado, cuya única preocupación para el personal de la corte era si Su Majestad, cuando se fue de picospardos, tuvo o no tuvo un gatillazo al echar el cuarto de la noche.  Pasmos de Tediato es más bien un inventario de crítica social y de costumbres, no en la corte del reino del Siglo XVII ni en la del siglo XVIII, sino en la corte actual.

El autor no es otro que Santiago López Navia, quien construye heterónimos, al igual que hizo Fernando Pessoa con la creación de sus alter ego, presentándonos en este poemario a una serie de vates, a quienes les da la voz y el verso. En este libro aparecen Tediato, Sir Yago de la Eterna Encrucijada y el grumete James Wolfson, los tres heterónimos que emplea el autor para su “poesía leve”. En su poesía grave aparecen Jacobo Sadness y Antero Freire, que aparecen en los poemarios Ética y Retórica a Jacobo Sadness, Tregua y Hespérides.

El propio autor me confesó que este libro es una auténtica gamberrada en toda regla, la cual yo califico como elegante. Trátase de una miscelánea de la sátira y del entretenimiento, pero en el fondo es un ejercicio moralizante, más que desde el tono grave y severo, desde la hipérbole, la ironia y el sarcasmo, con un lenguaje aquilatado en el registro poético español de los siglos XVII y XVIII con la incorporación de giros y expresiones del castellano actual. Formalmente predomina el soneto y el poema en versos sueltos, pero también encontraremos la décima y la copla manriqueña de pie quebrado.

El autor da una pequeña degustación del rico y elegante modo de insultar de la época de nuestro pasado imperial (recordemos palabras como necio, sandio, pinchauvas, mentecato, gaznápiro, lerdo, cenutrio, pazguato, mondaníspolas, petimetre, bribón y un largo etcètera).

Tediato, a lo largo de esta primera parte, pásmase, duélese, ensalza, quéjase, extráñase, indígnase, asómbrase, reconviene, aconseja, ríndese…. La principal crítica que se reitera a lo largo del poemario va contra la necedad y la estulticia, pero desde un sentimiento de esperanza en pro de unos futuros tiempos mejores que los actuales. Nuestro autor no comulga con ruedas de molino.

Comienza el libro con un “Tautograma tontísimo”, que es un soneto aliterativo basado en la letra “t”. Se trata de un alarde retórico al que hubo de apelar el Conde de Abascal para rogar a su dilecto Tediato “que sofrenase un punto el potro desbocado de sus rimas, por estorbar que siente plaza de severo, huraño y furibundo quien sólo puede ser reputado de incólume en lo moral, doctísimo en lo académico, ejemplar en lo virtuoso y justo, atinado y cabal en la dispensa de cualquier censura”. El Conde de Abascal no es un heterónimo de nuestro poeta, sino de otra persona: el guía intelectual, estético, ideológico de la Discreta Academia. Es un noble del siglo XVII que se caracteriza por una extraordinaria capacidad creativa, un enorme talento como poeta, pero con una vida disoluta, disipada, indolente y poco disciplinada. Este personaje también se relacionará con otro heterónimo de nuestro poeta: Sir Yago de la Eterna Encrucijada.

La primera parte del poemario, que se titula igual que el mismo, “Pasmos de Tediato”, es un compendio de críticas de costumbres o sátiras contra determinado tipo de personajes, de comportamientos o de situaciones. Tal y como se dice en el prologo apócrifo de Dióscoro Vagalume “Doctor en Letras”, no falta en esa sátira un poso de gravedad que se ajusta al registro más común en el autor.

Según acabamos sabiendo por Dalmacio Faroles, estudioso de la poesia lopeznaviana a quien cita el editor Dióscoro Vagalume, Tediato fue un poeta que en el último cuarto del siglo XVIII fue capaz de conciliar el epigonismo barroco, el neoclasicismo y el prerromanticismo, habilidad que, en efecto, “denota una envidiable cantidad de tiempo libre”. Tediato permite hacer al autor un ejercicio sincrético del barroco tardío, del neoclasicismo y del prerromanticismo, es decir, del siglo XVIII, que no es un siglo baldío para la poesía española. A él pertenecen Diego de Torres Villarroel, el Conde de Torrepalma, Leandro y Nicolás Fernández de Moratín, José Cadalso, Gaspar Melchor de Jovellanos y el iniciador del prerromanticismo, Juan Meléndez Valdés, quien fue el primero en enunciar el hastío romántico, y Alberto Lista. Precisamente el protagonista de las Noches Lúgubres de José Cadalso se llamaba Tediato.

Los poemas van titulados con títulos largos que recurren a la perífrasis o rodeo para darle irónica y grandilocuente pompa a lo que el vate Tediato denuncia.

“De Tediato a un descabezado que, incapaz de usar su cráneo para pensar con tino y hablar en consecuencia, usolo para dar una soberbia calabazada a su oponente” es un soneto en el que crítica al cabestro y cabezón, duro de mollera, que utiliza su molondra no para pensar racional y sabiamente sino para embestir como morlaco, quedándose el interfecto amolondrado. “Donoso caso que Tediato supo por Cratilo” es una especie de antibucólica gamberrada ambientada en la urbe que narra la historia de un doncel, Cratilo, que anhela gozar de su bellísima Marfisa, de costumbres casquivanas, la cual, hallándose en celo, salió a buscar consuelo en otros brazos, los de Leonelo, quedando el pobre Cratilo a dos velas y con el fuerte dolor de sienes que provoca el crecimiento de la cornamenta, así como al niño le duele la boca cuando le crecen los dientes.

“Duélese Tediato de que su suerte con el proceder ajeno sea siempre la misma y vaticina la causa segura de su fin” se trata de un poema en versos blancos, algo que ya se hacía en el siglo XVIII, en el tono de la Epístola Moral a Fabio de Andrés Fernández de Andrada y de “A las ruinas de Itálica” de Rodrigo Caro. El interlocutor de Tediato en este poema precisamente se llama Fabio: “Oye mi planto, Fabio, caro amigo, / aunque lo que has de oír no es cosa nueva”. Es un trágico lamento por una vida perdida  ante un mundo que se sostene en el “todo vale” para triunfar, hasta tal punto que el propio vate se autocritica vaticinando cual será el epitafio sobre su tumba: “Aquí yace Tediato. Caminante: / reza por él. Murió por gilipollas”

“Ensalza Tediato a Ramón Irigoyen, poeta jocundo, en la presentación de su Romancero satírico” es un cameo del poeta en el cual loa al prologuista del libro. “Quéjase Tediato del estado de las calles de la Corte, tomadas por los excrementos de los perros por mor de la negligencia de sus dueños” es un soneto de crítica a la suciedad de las calles de Madrid como consecuencia de la falta de civismo de los dueños de los animales. Ese “Madrid es una gran mierda de perro” nos recuerda a una famosa hipérbole de Quevedo, la de “Érase un hombre a una nariz pegado”. 

El Conde Abascal, mecenes y mentor de Tediato, protagoniza el “Suceso que fue famoso del naufragio abascalino”, en el que salvarse de tal inconveniente fue una cuestión de pelotas, “y fueron salvavidas sus pelotas / triunfantes del fragor de la corriente”, versos que recuerdan a alguna letra de esas canciones gamberras que antaño se cantaban en noches de jarana, regodeo y jubileo, como aquella de “¡Qué tío, vaya pelotas! Si parecen angelotes / de esos que hinchan los carrillos / en los cuadros de Murillo”.

En “Extráñase Tediato de las ocurrencias gramaticales en las que caen algunos y algunas ilustres servidores y servidoras de la política hodierna” la crítica no es otra que llevar al absurdo la retórica de la igualdad de género, inspirándose nuestro vate Tediato en alguna que otra gloriosa intervención en las Cortes Generales del Reino de las Españas, digna de pasar a los anales de la historia como un esperpento. Y es que “A la congresa va la portavoza / cargada de razonas y argumentas”. Lo digo yo –dice Tediato–, “que no tengo un brizno de machisto”.

“Quéjase Tediato de la lacerante vileza que sufre el universo mundo” critica a la maldad de la que el ser humano puede llegar a ser capaz, algo así como una legión abyecta de Leviatanes de la estirpe de Lilith, orcos pestilentes en el arte del castigo. Concluye en el fragor del cabreo que se trata de los hijos de la grandísima puta y pasóse Tediato de frenada, porque seguro que las damas que ejercen el oficio más antiguo del mundo son mejores personas que aquellos contra los que afiló su pluma. Además, Quevedo ya recordó en uno de sus famosos sonetos que había tanto putas como putos.

Miquel-Lluís Muntané, Santiago A. López Navia y Antonio García Lorente en el acto de presentación

“Discretos apuntes para una Nueva y brevísima antología modelna [sic] en la que Tediato remeda la forma de perpetrar poesía que suelen frecuentar algunos/as poetas harto influyentes y exitosos/as de hogaño o Muestra provisional e incompleta de versáforos (según la sabia denominación acuñada por el maestro Pedro Mariné)” es una crítica contra aquellos poetas de moda en la corte, que lo son porque su poesía es menos profunda que una piscina de goma para niños.

“Pásmase Tediato de la rara propensión de quienes, en estos tiempos tan confusos, se empeñan en cambiar los cuentos infantiles de toda la vida de Dios” es un poema dedicado a la absurdez superlativa en cambiar el género del idioma por razón, valga la redundancia, de género. De aceptar el acerbo lingüístico popular proposiciones de ese tipo, hablaremos de Caperucito y la loba, Ceniciento y la princesa, de Pulgarcita convertido en sirenito y de brujos seductores volando sobre escobas como Harry Potter en Hogwarts.

En “Pásmase Tediato del incomprensible acaparamiento y rapiña de papel higiénico en las tiendas y colmados del Reino en estos tiempos oscuros de coronavirus” el hecho que se satiriza en tono escatológico en el soneto no es para menos, porque ciertamente el asunto fue para ciscarse. El discurso de lo absurdo aquí es de ver cuando el alter ego de nuestro autor se pregunta “¿Se caga más acaso en primavera? /  Repletos han de estar los albañales”, y tal como sentencia, “mengua el cerebro cuando crece el culo”.

En “Epístola pandémica a Cratilo” el interlocutor de Tediato comparte con este la oscuridad fratricida de nuestra España cainita y guerracivilista que se halla en el ADN del imaginario colectivo: un país que solo entierra el hacha de guerra el día en que su selección de fútbol alcanza la final de algun torneo es un país en el que los españoles ni tan siquiera sabemos morir juntos.

“Asómbrase Tediato de la estulticia manifiesta de quienes niegan la plaga de coronavirus que azota todo el Reino” no se priva de calificar de tontos de remate a quienes con ínfulas de tontos ilustrados se entregan al balido de un  stultus maximus a quien aclaman porque se precia de antisistema, pero el problema es, como dice el autor, que los tontos son legión en todas partes.

“Indígnase Tediato por la negligente conducta de quienes, invocando la libertad, amenazan la de sus conciudadanos y el bienestar del Reino todo” nos permite entender que, si bien a la libertad de expresión no puede ponérsele coto en la democracia de este nuestro reino, mejor sería pensar lo que se dice que decir lo que se piensa. Se critica a las masas acríticas que siguen el ritmo que les marca el corifeo de sus simpatías sin cuestionar nada, resultando escandaloso el estulto rebuzno de los necios.  Así como al olmo no se le pueden pedir peras ni echar perlas a los cerdos, tampoco a las moscas se las puede atar por el rabo.

En “Pásmase Tediato de las alucinadas especulaciones a las que se entregan los mentecatos que se hacen llamar terraplanistas” se pone en solda a aquellos que más o menos piensan, como en la Antigua Mesopotamia, que la tierra es plana cual palangana y que al final de ella se halla el abismo primordial, el Apsu. Es una crítica contra los irracionalismos de índole diversa que carecen de capacidad para argumentar. Su reacción ante un argumento científico es negarlo directamente sin aportar razón que dé base a tal negativa o simplemente calificar de mentiroso a aquel a quien le mueve la verdad.

“Ríndese Tediato ante el acabado arte palindrómico de micer Eduardo Sanz, avezado enólogo” nos ilustra sobre el palíndromo, una palabra o frase cuyas letras están dispuestas de tal manera que el resultado es el mismo si se lee de izquierda a derecha o de derecha a izquierda (por ejemplo, “anilina” o “dábale arroz a la zorra el abad”). El poema está dedicado a Eduardo Sanz Iglesias y es una exaltación de tan preciso y matemático arte de construir poemas. Compara al palindromista con los más excelsos enólogos, que dan buena nota de la cata de los mejores caldos, siendo el poema, de paso, una especie de canto al buen vino como los Khamriyat que escribió Abu Nuwas.

“Pásmase Tediato de la rara sabiduría que derrochan algunos audaces estultos que se permiten opinar sin despeinarse sobre todo lo divino y humano” es una sátira contra aquella frase que es aplicada a más de uno: la ignorancia es muy atrevida. El poema canta a esa sabiduría que nace de la humildad en contra de la arrogancia y de la prepotencia.

En “Habiendo encontrado en un rellano de una escalera restos asaz sospechosos, reconviene Tediato a quienes olvidan el necesario decoro por entregarse sin freno al desenfreno” el poeta es comprensivo con los jóvenes que en sus amoríos furtivos retozan y se refocilan en sitios recónditos tales como portales o escaleras tras una velada escuchando diversa música de baile en la discoteca o cantatas tunantes picantes como la conocida “Querida Irene, porompompom, querida Irene, porompompom, síguete meneando, porompompom, que ya me viene, porompompom”. Tediato les recrimina que dejen la huella de la fechoría perpetrada en forma de preservativo usado. Santiago A. López Navia halló condones usados por dos veces en el suelo en un rellano de la escalera de vecinos en donde vive y se lo explicó a Tediato, quien afiló la pluma. Y es que el asunto de la jodienda no tiene enmienda.

“Coplas de pie cabreado a Cratilo en las que Tediato se duele de la falta de entendimiento que aqueja al Reino y al mundo todo” son unas coplas manriqueñas o de pie quebrado que cantan contra quienes, asemejándose a mulos o jumentos, usan de todo arte demagógico ajeno a los preceptos de la lógica, para imponer sus postulados y opiniones a los demás desde el grito, la diatriba o el inquisitorial señalamiento al otro con el dedo. Tediato señala que este tipo de personas no ahondan en los temas opinables más allá de la cáscara, exalta a la clase política de la Transición española y se pasma contra políticos que mudan de opinión a conveniencia, a fuer de aquello que más les pueda beneficiar políticamente y obtener mayores réditos políticos. El final es un canto a la esperanza en pro de unos tiempos mejores.

En “Seguro de estar procurando el bien de la humanidad, aconseja Tediato a un descerebrado feminicida la conveniencia de invertir el orden en el procedimiento cuya aplicación se propone”, el procedimiento no es otro que inducir al maltratador a matarse y después, si le quedan fuerzas, algo más que dudoso tras el suicidio, ejecute su plan. Sabido es que se pide al feminicida un impossible, y ahí es donde radica la ironía.

La segunda parte del poemario se titula “Empresas, hazañas y aventuras de Sir Yago de la Eterna Encrucijada, caballero aventurero ma non troppo”, es decir, audaz pero no imprudente. Hay que decir que Yago es la versión castellanizada del nombre galaico y asturleonés Iago, que es una variante de Jacobo, Santiago y Jaime. Con la creación de este heterónimo Santiago López Navia honra de alguna forma a sus ancestros gallegos. Recordemos que en algunas ocasiones se ha arrancado escribiendo magníficos poemas en gallego, como el rey Alfonso X.

Volviendo a Dalmacio Faroles, Sir Yago de la Eterna Encrucijada fue un caballero aventurero que recorrió el país de Norte a sur en la primera mitad del siglo XVI participando con la más adversa fortuna en torneos y corridas de sortija. En esta parte el autor nos recrea el ideal de poeta caballeresco, diestro tanto con la pluma como con la espada (famosos en su época en la corte eran los duelos a espada en los que se batía Francisco de Quevedo) y sus inquietudes, anhelos y pasatiempos caballerescos en la corte imperial de las Españas. Es un alegato a la bonhomía con mensajes muy válidos para el hombre de nuestro tiempo. En efecto, “Sir Yago de la Eterna Encrucijada declara su fe de Caballero (poema leve que puede ser grave)” es un canto a la resiliencia humana, a saber sobreponerse en las adversidades para hacer crecer a nuestra alma.

En “Sir Yago de la Eterna Encrucijada urge al Conde de Abascal a volver a empuñar su elevada lira tras una heroica victoria atlética”, y puesto que los seguidores del Atlético de Madrid son unos auténticos sufridores, la idea central del poema es el carpe diem. Consta en las crónicas apócrifas de la corte que es fama que el Conde de Abascal, colchonero de pro como Sir Yago, hizo el juramento de no volver a escribir poesía hasta que el Atlético de Madrid volviera a ganar un título, cosa que sucedió el 12 de mayo de 2010, día en que el Glorioso se convirtió en campeón de la Euroliga endosando un 2-1 al Fulham inglés gracias a los buenos oficios de Diego Forlán.

“Teniendo cierta noticia (que no noticia cierta) del caso a través de un rumor extendido en la Villa y Corte, celebra Sir Yago de la Eterna Encrucijada la pulcritud y diligencia con la que el Conde de Abascal cumplió su juramento de vestir falda escocesa si el Atlético de Madrid ganaba un titulo” es un nuevo soneto que, en registro de crónica, nos detalla que tal lance fue el suceso más bizarro y atrevido que se vio en las ferias isidriles de la villa de Madrid. Las crónicas apócrifas de la Villa de Madrid atestiguan que, como consecuencia del título ganado por el Atlético de Madrid del que anteriormente diose cuenta, el Conde de Abascal cumplió la promesa de ir a los toros en Las Ventas vistiendo muy donosamente el kilt, la tradicional falda escocesa. Tal ocurrencia del Conde nos recuerda a la festividad de las Carnestolendas, en cuyo fragor de la celebración y el desenfreno hay chicos que salen disfrazados de furcias, rameras o meretrices con medias, ligueros y lencería picante bien a la vista, o como quien suscribe estas líneas que, en su juventud acudió en compañía de sus amigos a una discoteca de moda ataviado con un camisón y unos leotardos de su madre.

“Sir Yago de la Eterna Encrucijada, caballero aventurero ma non troppo, insta al universo mundo a aflojar la mosca en pro de la recaudación para editar un disco con versiones musicales de los poemas de Julia de Burgos” es un panegírico reivindicativo en pro de la recaudación promovida en 2013 por La Discreta Academia para acometer uno de sus proyectos discográficos más ambiciosos relacionado con la obra de la gran poeta puertorriqueña Julia de Burgos: la grabación del doble CD Rebelde Soledad, publicado en 2014 en la colección Crêt-à-disc, con la participación de artistas de la talla de Pilar Jurado, Zenet y Niño de Elche entre muchos otros.

“Sir Yago de la Eterna Encrucijada, caballero aventurero ma non troppo, llama al discreto senado a la moderación y al sosiego” narra algunas vicisitudes del divertimento de las disputas a sonetazos frecuentado por los miembros de la Discreta Academia en el que Sir Yago salta a la palestra en defensa del Conde de Abascal, a quien ciertos miembros del discreto senado reprochaban su indolencia y relajo. La moraleja que se puede extraer de este divertimento tiene relación con aquellos poemas de la primera parte en los que satirizaba a los opinadores extremistas y sin conocimiento de causa, cuyos libelos son para llevarse la mano a la cabeza por parte de personas prudentes y sensatas: la necesidad de transitar por la vida por el camino del medio, esto es, moderado, como indicó Aristóteles en su Ética a Nicómaco.

En “Persiste Sir Yago de la Eterna Encrucijada en la llamada a la calma erigiéndose en paladín del Conde de Abascal y excusando elegantemente dos consonantes soeces* por no hacer mudanza en su costumbre, moderado como es nuestro Sir Yago de la Eterna Encrucijada, continúa con el tema del poema anterior y, como divertimento, rompe por dos veces la rima consonante preceptiva del soneto para evitar dos palabras vulgares.  Adivine el curioso lector qué palabras directamente relacionadas entre sí debe emplear en vez de “páncreas” y “tobillos” para rimar con “dirijo” y “aviones”. De paso, aprovecha para traer al recuerdo al poeta José García Caneiro, fallecido en 2021, con el heterónimo de Brigadier García, porque además fue piloto y coronel de aviación.

“Lo más fatal aún (si cabe) (soneto enano de muy dolorida ausencia de Sir Yago de la Eterna Encrucijada)” es un poema que, aún siguiendo con el tema anterior, es una expresión del sentimiento de ausencia inherente a la provisionalidad de la vida y al igual que el “Soneto doblemente enano en el que Sir Yago de la Eterna Encrucijada, caballero aventurero ma non troppo, reconoce la superioridad poética de su señor el Conde de Abascal en el artificio de las rimas enanas y asume asimismo la dificultad de desempeñarse en el arte del enanismo poético” frecuenta el juego de la contrainte du prisonnier, consistente en escribir usando exclusivamente las letras que no sobresalgan de la línea ni hacia arriba, como la “b”, ni hacia abajo, como la “j”, e inventado por el Oulipo, ese grupo literario francés creado a mediados del siglo pasado con el ánimo de renovar lúdicamente la escritura creativa. Los miembros de la Discreta Academia también han cultivado ese lúdico pasatiempo poético. El resultado fue escribir lo que dieron en llamar “oulipolleces”.

“Sir Yago de la Eterna Encrucijada, caballero aventurero ma non troppo, saluda la verdadera destreza del maestro Bomprezzi, primera espada del Reino” es un canto a la nobleza del corazón y del alma, un panegírico al noble deporte olímpico de la esgrima y una oda al espadachín español Alberto Bomprezzi, nacido en Madrid a mediados de los años 60,  maestro mayor de la Asociación Española de Esgrima Antigua y director técnico de la Escuela de Esgrima Histórica de Madrid que tiene su propio método de práctica de la esgrima a partir de los principios teóricos de la Verdadera Destreza de las Armas, escuela de esgrima española creada por Jerónimo Sánchez de Carranza a finales del siglo XVI cuyo método fue perfeccionado a lo largo del primer tercio del siglo XVII por Luis Pacheco de Narváez. 

Por fin, “Sir Yago de la Eterna Encrucijada, caballero aventurero ma non troppo, honra al ínclito, reclaro y nunca bien ponderado doctor Carlos Mata Induráin, artífice y muñidor de las jornadas cervantinas de la noble villa de Mota del Cuervo” es un soneto de alabanza al insigne cervantista, Carlos Mata Induráin, como preclaro cervantista es también Santiago A. López Navia.

La tercera parte del poemario se titula “Nueva carta de derrota del grumete James Wolfson”, que comienza con una misiva del grumete dirigida al Conde de Abascal dando cuenta de sus hazañas y peripecias, y la correspondiente respuesta del Conde. Como dice el malintencionado Dióscoro Vagalume, este poema obtuvo “por un lamentable error del jurado” el XXVI Premio de Poesía de Humor Jara Carrillo en 2010 y fue publicado por primera vez en 2012 en edición no venal limitada y numerada (75 ejemplares) por “la muy sospechosa y más que probablemente apócrifa Casa Editorial Sadness y Freire”.

James Wolfon, es probablemente el heterónimo que más alude a la identidad del autor, porque es la traducción al inglés de Santiago López: “un grumete de mediados del siglo XIX que se enroló en el Galerna, el barco del tristemente famoso capitán Lamprea, con quien se dio al corso dedicándose exclusivamente al tráfico ilegal de libros. Las menguadas (más bien inexistentes) ganancias atesoradas en sus incursiones motivaron una última singladura a la desesperada en las peores condiciones y con el peor desenlace, según atestiguan los testimonios del misionero español fray Abundio de la Santísima Paciencia”.

James Wolfson nació como un heterónimo que utilizaba en un programa de Onda Cero que hablaba sobre el mar y su relación con los libros, dirigido por Jose Antonio Quirce, el Capitán Lamprea. James Wolfson es la traslación identitaria de quien es perfectamente consciente de que hay situaciones que no puede controlar y, siendo consciente de que esas situaciones conducen a un posible desastre , no solamente no las elude, sino que las afronta con una mezcla de resignación, de audacia y un punto quizás de negligencia. Este tema tiene su vertiente seria en Arte Nuevo, otro poemario de López Navia.

Comienza esta tercera parte, que no deja de ser una nueva gamberrada humorística, con una petición a las, a veces, indolentes y perezosas musas, a fin de que fluya el verso para que pudiere el poeta, en este caso, nuestro vate grumete, contar sus peripecias por los siete mares, como el corsario de Lord Byron, el pirata de Espronceda o el anciano marinero del famoso poema de Samuel Taylor Coleridge. A continuación el vate se presenta como un grumete desatinado y amante del riesgo. En los preparativos de lo necesario para el viaje no deja de mostrar nuestro grumete una intuición fatalista, porque al ser el único tripulante que se adentraba en el Ponto proceloso “con un par de narices solamente (de las que riman, digo, con riñones”, dicho quede fina y eufemísticamente), alzaba así su carta de derrota. Quejábase luego el grumete de la tardía aparición del fantasma de la prudencia y de la cordura (el Espíritu de las Aguas Turbulentas), que le aconsejaba el regreso que él rechazaba, porque “pardiez, había de seguir pese a quien pese”, una reacción muy romántica. Es la reacción vitalista de movimiento contra el hastío de la quietud. Aquí recuerda la canción “Puente sobre aguas turbulentas” de Simon and Garfunkel. El pasaje del encuentro con el barco de los cretinos bilingües es una crítica al petulante esnobismo de pergeñar spanglish entre ejecutivos de empresas. Luego se narra el desigual encuentro con el pirata Memo Mac Silly, personaje tonto por redundancia tanto en español como en inglés que, como buen cabestro, le hunde la nave a cabezazos ante las carcajadas de sus palmeros. Y es que, como poetizó Cayo Lucilio, el creador de la sátira como género literario, en un célebre epigrama, la cabeza del púgil Apolófanes se volvió un colador o el borde inferior de un libro comido por los gusanos, y le recomendaba que boxeara sin miedo, porque aunque le golpeen en la cabeza ya no podrá tener más marcas. Por ende, aunque la mona se vista de seda, mona se queda. A merced de la galerna encontró un grupo de calamares gigantes que practicaban el juego de pelota con grumete. Siguieron sus desgracias, dando con sus huesos en una isla habitada por indígenas de dudosas y muy aviesas intenciones que le llevaron en volandas al poblado y, recibido por celebración popular, diéronle el mejor aposento mientras se preparaba un festín donde resultó que la comida para los invitados era nuestro protagonista.

Santiago López Navia mató a este heterónimo suyo, pero acabó tan funesto trabajo poético con dos epitafios: el de Fray Abundio de la Santísima Paciencia y el de Ngunga Kawakango, vate titular de la tribu que dio cuenta de un buen potaje de grumete, ambos de una delirante, hilarante y febril comicidad.

El autor decide poner el THE END más tarde del funesto lance con un “Ultílogo” en el que toma la palabra al final del libro para anunciar al lector que no va decir nada relevante. Esta finta oculta, la última estocada lírica que vamos a recibir, es el autorretrato de la persona de nuestro autor escrito a pelo y a lana, desnudo de artificios y de máscaras. Si  Antonio Machado se definió ante el lector en su autorretrato al comienzo de “Campos de Castilla”, Santiago A. López Navia ha esperado hacerlo al final y sin urdir para ello ningún tipo de trama ni alarde de suspense. Nos define su peculiar ADN contra el que no caben objeciones, sino su aceptación, aunque las apariencias convencionales no casen, como por ejemplo:  “¿Dónde está escrito que es incompatible / amar al mismo tiempo a Shostakovich, / a Bach, a Brahms, a Elgar y a Rodrigo, / que a Manowar, Metallica, Deep Purple, / Bruce Springsteen, Miguel Ríos o Triana”? 

Otro ejemplo es una conversación que tuve con Santiago a propósito de la llegada del Atlético de Madrid a la final de la Champions League con el Real Madrid en el año 2014. Le dije que casi todos los catalanes iríamos con el Atlético de Madrid porque en Cataluña hay mucho antimadridista. Me contestó que él es colchonero, pero que el serlo no supone estar en contra ni del Real Madrid ni de ningún otro equipo. Y doy fe, porque siempre que el eterno rival, el Real Madrid, gana algo, como sin ir más lejos la Champions, de viva voz, sea presencial o telemática, felicita a la parroquia merengue por el triunfo.

Así, el poeta se nos define y pide nuestro amor: “Abstemio, colchonero, hombre de fe, /  rockero y todo a jornada completa, / yo os quiero a todos y tan solo os pido / que me queráis un poco. Nada más”.

Y ciertamente, a Santiago A. López Navia se le quiere bastante más que un poco.

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