Juan Manuel Gómez Tirado nació en Madrid en 1961, pero muy bien pudiera haber nacido en la Atenas pétrea y armónica de Praxíteles, en la Sevilla espiritual y manierista de Fernando de Herrera, o en el París brillante y disoluto en el que cinceló sus versos Leconte de L´Isle. Pocos poetas han sabido plasmar, en una ópera prima, la riqueza métrica y la variedad de registros que el lector atento puede paladear en esta bellísima Glyptotheca, donde la asombrosa correspondencia entre la perfección de las formas y la emoción de los contenidos delata la presencia de un autor culto que, en este siglo de abulia y ramplonería que nos ha tocado vivir, alardea de clásico, barroco y parnasiano, sin esconder por ello un socarrón deje castizo. Y es que, más allá de esa vocación grecolatina que domina sus trabajos de investigación y sus afanes docentes, en los verso de Gómez Tirado late la honda y cínica sapiencia de quien lo estudia todo, asimila mucho, se deslumbra un poco y acaba por no creerse nada.
El Libro: Un museo cerrado, de noche. Las figuras pintadas en los cuadros cobran vida, escapan de sus marcos. Dejan atrás un fondo de pan de oro, un paisaje salpicado de arquitecturas en ruinas, el mar de una batalla o el monte Calvario. Pasean por los corredores del edificio, conversan, se aman o se odian. Lo mismo ocurre con las estatuas: lentamente, con una expresión de sorpresa, con precaución, con miedo, van deshaciendo la postura a la que han sido condenadas para la eternidad por el artista, se apean torpemente de sus pedestales y se unen a la algarabía nocturna, ficticia e imposible.
Una inspiración común a este tipo de invenciones frecuentadas por el cine y la literatura encontramos en Glyptotheca, el primer libro de poemas de Juan Manuel Gómez Tirado. Una gliptoteca es, según el diccionario, una colección de piedras grabadas, o, en general, un museo de esculturas. En esta Glyptotheca particular en la que las inscripciones son poemas, Juan Manuel Gómez Tirado, como un moderno Pigmalión, ha seleccionado una serie de imágenes escultóricas de la Grecia arcaica y clásica y les ha dado vida y les ha puesto voz, una voz poética original, sabia, emocionante.