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«Memoria del descampado», nueva novela de David Torrejón

Por Luis Junco

El extrarradio, los descampados que suelen ser los límites de las grandes ciudades, en cierta manera representan su pasado, la materia a partir de la que aquellas se han ido conformando y creando el orden efímero al que asistimos en la actualidad; pero también pueden anticipar el escenario de un aciago y calamitoso futuro, una vuelta al imperio del caos y del desorden. Como en ellos no hay referencias claras, el tiempo se convierte en una ilusión y se mezclan pasado, presente y futuro, como se amasan los acontecimientos en los sueños. Por eso, esos terrenos baldíos, desordenados, libres de ataduras y referencias son territorios propicios al vuelo de la imaginación, a la literatura. Y si a eso se añade la experiencia vital, ingrediente siempre básico, el resultado puede ser Memoria del descampado, una deliciosa novela de David Torrejón (ilustrada con gran sensibilidad y acierto por Isabel Pérez Jurado) en la que el sueño y la realidad se convierten en palabras. Allí se mezclan los sueños de Alfredo y Enrique, los dos principales protagonistas de esta historia con sorpresa final, y también allí los escenarios se suceden como las cartas que se extraen de un mazo previamente barajado, sin que su orden temporal o accidental nos deje de parecernos real a pesar de asombrarnos siempre. 

Sueños y tiempo, los dos elementos de este lugar tan especial que permite a los dos personajes de la novela entrar en contacto, comunicarse y llegar a descubrir su propia realidad. El sueño resulta un espacio transpersonal, junguiano. 

Alfredo:

La persona que sueña conmigo no sabe que me llamo Alfredo. Yo tampoco sé cómo se llama él. Supongo que ahora lo va a saber. 

(…)

Enrique:

Cada noche, al soñar, entro en la vida de un chico de pocos años que recorre su presente y su futuro. Un futuro que no tiene que ver con mi vida, pero que se está convirtiendo en mi vida, en mis recuerdos.

Y el tiempo, un conjunto de cartas que se eligen del mazo en cada momento. Alfredo pasea por el descampado y se encuentra una tablilla en el suelo:

Al levantar la tablilla es como si tirara de la esquina de un cuadro en el que está dibujado todo lo que me rodea y lo arrancara, y de repente, debajo, hubiera otro cuadro, otro momento. 

(¡Cómo me recuerda la idea de Julian Barbour, para quien el tiempo no existe, sino universos, cuadros más o menos complejos, que se colocan como las cartas de una baraja!).

Mientras leía la novela de David, me vino a la memoria un pequeño relato del conjunto de relatos El amanecer podrido, que escribieron al alimón Luis Martín-Santos y Juan Benet, que también tiene por protagonista el descampado. Lo añado aquí, como quien añade y mezcla otra carta al mazo de baraja de buena literatura al que David Torrejón ha contribuido con su Memoria del descampado. 

El bombero

Mi amigo y yo paseábamos por los arrabales desiertos de la ciudad entre descampados y horizontes. En un alto estábamos, cuando despaciosa y blandamente, con lentos movimientos de hoja otoñal, un bombero de mediana talla caía de las alturas a nuestros pies. El aire lo hamacaba dulcemente y descendía con lánguidos vaivenes, con las manos extendidas señalando los opuestos puntos cardinales.

Al llegar al suelo quedó allí boca arriba; el casco rodó apenas con una serena lentitud. Mi amigo me hizo notar señalándole:

—Ha caído un bombero.

Y, levantando las piernas para no pisarle, continuamos nuestro matinal paseo.

(La novela Memoria del descampado, de David Torrejón, ya salió de la imprenta y se presentará en Madrid el jueves 11 de abril, a las 19 horas, en La Casa de Valencia (Paseo del Pintor Rosales, 58). Ya está disponible en librerías, pero también podéis adquirirlo pidiéndolo directamente a La Discreta: 

https://www.ladiscreta.com/producto/memoria-del-descampado/)

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