Notas para una interpretación de “Cerrar los ojos”, de Víctor Erice

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Notas para una interpretación de “Cerrar los ojos”, de Víctor Erice

Por Emilio Gavilanes

Estas notas están dirigidas a quien haya visto la película. ¡Ojo!, se hace spoiler.

(Recientemente mis amigos Roberto Ripio y David Torrejón han escrito en este mismo blog a propósito de la última película de Víctor Erice, Cerrar los ojos. Este texto mío se suma a los suyos). 

En el principio de la película, cuando todavía no sabemos que eso que estamos viendo es una película dentro de la película, se dan algunas pistas que sugieren que eso es una película antigua: el granulado de la imagen, que simula el de una película de celuloide, y el tablero de ajedrez mal dispuesto (las fichas están colocadas con un escaque negro en la esquina derecha), lo que es una manera de decir que lo que estamos viendo no es el mundo real. 

Todos los actores están soberbios (especialmente Coronado; también Ana Torrent). Cuánto encanto desprende Soledad Villamil, que creo que no es casual que parezca más joven que su antiguo novio. Es más una juventud simbólica lo que refleja la película. Lo que estamos viendo no es el personaje de la antigua novia, sino el recuerdo que el personaje del director de cine tiene de la antigua novia.

Las escenas con los nuevos amigos de la playa, en mi opinión no sobran. Y lo mismo pasa con otras partes que se desarrollan en Madrid. No sé nada de cine, pero sé un poco de narración. Si quitas o recortas esas escenas, la película se desequilibra. No se puede saltar por encima de ellas. Toda narración necesita pasajes de transición. Necesita relleno o paja, por decirlo de una manera simple. Un relato no puede ser intenso todo el tiempo. El relleno, la paja es lo que da profundidad, o altura, a los momentos clave. Además en esas escenas, en esos pasajes, se completa el puzle de los personajes y se dan pistas, se dejan caer piedrecitas, a lo Pulgarcito.

Creo que lo más importante está en el final, es lo que proporciona las claves de la historia. Durante toda la película se han ido soltando detalles (los zapatos que deja, su gusto por el tango…) para que podamos reconocer inequívocamente al anciano de la residencia como el actor desaparecido. Nada de lo que ocurre o se dice es inocente. Todo está dirigido a algo en la historia. Para mi gusto no le sobra ni un fotograma a la película. La curiosidad, el interés, la intensidad con la que veo todas las escenas de la película es parecida a la que siento cuando veo una escena de la vida real. Tampoco en la vida real sobran escenas.

El personaje del director de cine dice al menos dos veces que él cree que al actor le pasó algo antes de desaparecer. Entre las cosas que ha guardado el actor todo el tiempo una es la foto de la niña de la película, otra es un rey de ajedrez (Triste le Roi, algo que remite a aquella película de la que se fue en mitad del rodaje). Erice pone mucho esfuerzo y meticulosidad en armar un enigma, en plantearlo, en montar una pregunta. Nosotros tenemos que averiguar cuál es la pregunta, porque dependiendo de cuál sea, así sabremos qué solución da Erice a esa pregunta, cuál es su respuesta. La pregunta no es si el actor va a recuperar de repente la memoria, su pasado, si va a reconocer al amigo o a la hija. Eso está muy claro. La pregunta es: ¿queda en él algo de aquella vida que ha olvidado? Y ya digo que el final ofrece la clave. La niña cierra los ojos a su padre. Y cuando el actor, el personaje de Coronado, en el último plano, cierra los ojos, lo que estamos viendo es que ha recuperado una emoción, un sentimiento. A él también le cerraron los ojos. En cierto modo murió y quien le cerró los ojos a su muerte fue la misma persona que cierra los ojos en la película al personaje del padre. La misma mano le cerró los ojos al padre de la película y a él: la niña. Ese cierre de ojos es la manera que tiene Erice, y el personaje de Coronado, claro, de decirnos que estuvo enamorado de la niña. Por eso desapareció. Desapareció en pleno rodaje porque se había enamorado de una niña. Y desapareció seguramente para protegerla. La manera de demostrar su amor fue desaparecer. Renunció a todo por amor a la niña, para protegerla (aunque seguramente ella nunca supo nada). Por eso desapareció. En cierto modo se dejó morir, que es lo que expresa ese cerrar los ojos. El personaje de Coronado, el anciano, ve en la película cómo la mano de la niña cierra los ojos del padre. Y lo que él hace es cerrar los suyos. Es como decir: la misma mano me los cerró a mí. El padre murió y yo también morí. La misma mano nos cerró los ojos a los dos. Eso quiere expresar al cerrar los suyos. Erice, con ese gesto, nos muestra lo que ocurrió. Una prueba de ello puede ser que guardase la foto de la niña. Y otra es que el actor acariciase a la niña con tanta ternura en la escena de la película en la que el padre muere. Es una caricia fuera de lugar. El personaje de Coronado, en la lógica de la película, solo ha ido a buscar al personaje de la hija a China. Es un mercenario. La trae seguramente contra su voluntad. El personaje de Coronado no tiene por qué sentir nada. Es su trabajo. Y sin embargo, el actor no puede evitar expresar ternura, por encima del personaje, por encima de la película.

Efectivamente algo le pasó antes de desaparecer. Erice nos dice que él cree que el actor guarda un resto de luz en su oscuridad. Su conciencia sigue latiendo allí al fondo. Aunque sea un cuerpo sin alma, aunque no haya Dios, hay algo que el mundo, que el universo ignora o incluso niega: que hay un “alma” (por llamarlo de algún modo) por encima de nosotros, una cosa que sentimos aunque quizá no existe. Y que una cosa que no existe es más fuerte que la realidad, que el universo.

La película es el brindis de Erice por el enigma de la vida.

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