Por José Miguel Junco Ezquerra
Siguiendo la tradición de poetas como Lope de Vega, Francisco de Quevedo y Luis de Góngora (una amplia muestra al respecto se puede encontrar en la Antología de la literatura burlesca. Volumen 1. Poesía de Lope de Vega, Góngora y Quevedo, del Servicio de Publicaciones de la Universidad de Navarra en 2019, cuyo editor es Ignacio Arellano Ayuso), con Pasmos de Tediato (y otros poemas leves que pueden ser graves) Santiago López Navia incurre en la poesía satírica y burlesca haciendo uso de su dominio de la métrica y de composiciones clásicas como el soneto, el romance, la copla de pie quebrado o, cuando es menester, el verso libre. O incluso la prosa cuando procede.
Por otra parte, su formación cervantina le permite el conocimiento y la utilización del español del Siglo de Oro, logrando plasmar un excelente libro de poesía. Así, sin adjetivos, con la misma enjundia y con la misma dificultad que entraña la escritura de un libro de poesía formal, Santiago López Navia aborda cuestiones de carácter local y otras de carácter más universal, aportando, a través del humor y la ironía, una visión crítica y al tiempo esperanzadora.
El libro de Santiago López Navia es, en mi opinión, una joya de la poesía. Así, sin adjetivar. El carácter irónico, burlesco, picaresco o satírico de los poemas que lo conforman no lo hace menos valioso que cualquier libro de poesía más formal o solemne. Su valía se fundamenta tanto en la importancia de los temas que se tratan como –y sobre todo– en su ejecución. El desdoblamiento y el recurso a heterónimos no solo demuestran la flexibilidad del autor, sino su capacidad para abordar el proceso creativo desde cualquier perspectiva y sin que ello signifique menoscabo o la asunción de estar escribiendo una poesía menor.
Su lectura es, literalmente, una gozada desde el inicio, en el que el doctor en Letras Dióscoro Vagalume, a pesar de sus reparos al considerar que las buenas maneras que caracterizan a la poesía de Santiago López Navia no le permitirán adentrarse a fondo en lo burlesco y satírico, resuelve sus dudas tras arduas, filosóficas (y especialmente crematísticas) discusiones con el autor, aceptando finalmente ser el editor de una obra que contextualiza acertadamente el poeta Ramón Irigoyen con un prólogo titulado «La gravedad de lo leve».
El endecasílabo, aunque no solo, es probablemente el verso más utilizado, y sus conocimientos de la obra de Cervantes y de la novela picaresca permiten al autor un dominio absoluto del castellano de entonces plasmado en un libro que se divide en tres partes: «Pasmos de Tediato»; «Empresas, hazañas y aventuras de Sir Yago de la Eterna Encrucijada» y «Nueva Carta de derrota del grumete James Wolfson» y se cierra con un ultílogo en el que el autor plantea unos asuntos finales que considera pertinentes.
Tediato se pasma ante la ingenuidad del amante que está siendo «burlado» mientras espera por su amor: «Salió a la calle por buscar consuelo / y en un hueco sombrío en la muralla / vio como Leonelo, el ruin canalla / holgaba con Marfisa…».
O del olor «ingrato» que se expande por las calles de la Corte proveniente de los excrementos de perros con amos incívicos y negligentes: «Madrid es una gran mierda de perro / un frenesí, un alarde excrementicio, / un blando y maloliente maleficio / urdido en el magín de un can gamberro».
O muestra su extrañeza por el uso a veces inmoderado del lenguaje inclusivo: «A la congresa va la portavoza / cargada de razonas y argumentas / que muestran, con ejemplas evidentas, / cuán fácilmente el lenguo se destroza».
Tomando como referencia la Antología modelna de García Lorca, Tediato ironiza sobre los pseudopoetas que, con el apoyo de algunas editoriales interesadas, hacen uso y abuso del género, y muestra algunos ejemplos realmente notables del “degénero” que frecuentan ciertos creadores especialmente famosos en las redes sociales, fama esta que aprovechan los editores para hacer su agosto (y algunos meses más): «Córtate las uñas, / hombre, / ya». O este otro: «Yo pensaba que el amor era otra cosa. / Tú no pensabas que el amor era otra cosa. / Él pensaba que el amor era otra cosa…». Un alarde de ingenio el mostrado por el autor para ejemplificar a esta subespecie tan lamentablemente de moda en estos tiempos, en los que la prisa y el espectáculo son los criterios que sirven de guía para fomentar «la elocuente ignorancia» de estos literatos.
Otras muchas complejas cuestiones justifican el pasmo de Tediato, dando paso a Sir Yago de la Eterna Encrucijada, caballero aventurero ma non troppo. En esta sección del poemario se muestra la complicidad entre los componentes de La Discreta y el interés por la literatura y la cultura en general, pero no solo: también los deportes, especialmente el fútbol, versión Atlético de Madrid, y ciertas afinidades ideológicas, no necesariamente partidistas, que dejan ver, en mi opinión, la tupida red de afectos que constituye gran parte de la razón por la cual siguen «dando guerra» tras veinticinco años de actividad incesante. Una reivindicación de la amistad y la asunción de que las condiciones desfavorables no son sino la razón que conduce a seguir batallando. Alusiones a gustos y habilidades de los componentes del grupo, con la presencia permanente, explícita o no, del Conde de Abascal como mentor, asesor, y tutor: un a modo de Virgilio sin el castigo del Purgatorio.
Una muestra mínima de lo referido la podemos encontrar en esta estrofa: «Oídme, caballeros y villanos, / gentes todas del orbe inabarcable: / sabed que es menester echar un cable. / ¡Acudan generosas vuestras manos!». Clara alusión a un exitoso crowdfunding que posibilitó la publicación de las obras completas de Julia de Burgos y un CD espléndido, con la participación de figuras relevantes de la música de este bendito país.
El tercero en intervenir, y aquí es donde aparecen dos epístolas escritas en el español de la época, será el grumete James Wolfson, cuyas aventuras por esos mares de Dios no harán sino confirmar la advertencia desoída del Conde de Abascal. Un claro y sentido homenaje a don Quijote y Sancho Panza. No desvelaré, porque también el misterio y la sorpresa están presentes, el final de dichas aventuras o desventuras, según se mire, pero sí doy fe de que el último cuarteto que cierra esta parte es de rima consonante en vaya usted a saber qué idioma o dialecto.
El ultílogo del propio López Navia no hace sino confirmar lo dicho desde casi el comienzo de esta reseña: un excelente libro de poesía en el que el humor, el sarcasmo, la sátira y, en ocasiones, la picaresca, constituyen un registro poético que posibilita plasmar una vez más, como los grandes magos, lo que por sabido de antemano no deja de sorprendernos: la sensibilidad, el pensamiento, la emoción y la técnica de un excelente poeta. El mismo que descubrimos hace ya algunos años cuando logró conmovernos con la lectura de Canción de ausencia rota de mi señor silente, publicado en el mismo sello que ahora acoge sus Pasmos de Tediato. Ha llovido mucho desde entonces, pero ha sido una lluvia mansa, benefactora, cuyos efectos en la poesía de Santiago López Navia han posibilitado la consolidación de su magisterio.
(Pasmos de Tediato será presentada en el Salón de Actos del Colegio de Doctores y Licenciados de Madrid el próximo jueves 18 de abril a las 19 horas. El libro ya está disponible en librerías, y también puede solicitarse directamente a la editorial: https://www.ladiscreta.com/producto/pasmos-de-tediato/)