
La Singularidad está más cerca: emulando el cerebro humano (3)
20 julio, 2024
La Singularidad está más cerca: nuestra conexión con la nube (y 4)
25 julio, 2024Por Luis Junco
Desde joven me gustó la llamada música clásica. Y después de muchos años de asistir a conciertos y escuchar un buen montón de excelentes compositores, hoy puedo decir que mi preferido sigue siendo Johann Sebastian Bach.
Y todo esto viene a cuento del reciente mensaje de un viejo conocido con el que compartí trabajo docente ya hace años en un lugar pequeño de la isla de Gran Canaria. Él nunca había sido especialmente aficionado a la música clásica, pero hace unas semanas el destino le deparó la casualidad de asistir, casi por compromiso, a un concierto patrocinado por el Festival Internacional de Bach de Canarias en aquella apartada localidad de la isla. (Este festival de música dedicado a Bach es una magnífica iniciativa que cada año reúne a músicos de la Orquesta Filarmónica de Gran Canaria y de la Royal Concertgebouw de Ámsterdam para difundir la música del músico alemán). Bien, lo cierto es que este amigo quedó tan prendado por la música de Bach que, sabiendo de mi declarada afición por el músico, me pedía información. Música ya tenía de sobra, pero quería saber más del autor. ¿Podía yo aconsejarle de alguna biografía relevante sobre Johann Sebastian Bach?

No lo dudé ni un momento. Músic in the castle of heaven, de John Eliot Gardiner. Cuando hace años supe de su publicación (año 2013), me hice con él y me lo leí de cabo a rabo (a pesar de su extensión, más de 600 páginas). Un libro magnífico. Todo una experiencia. Tal vez no tanto como escuchar una de las obras del músico alemán, pero casi. Además, el libro ya fue editado en español por Acantilado, en el año 2015, y con ese mismo título, Música en el castillo del cielo.
En él, y en el Prefacio, se dice que a pesar de los esfuerzos de los varios biógrafos del músico, muy poco se sabe de su vida, salvo cosas irrelevantes. Entre otras cosas porque el propio Bach nunca se molestó en dejar rastros de su biografía y en los archivos apenas hay cosas que tengan que ver con ella, como cartas interesantes o algo así, nada. De ahí, que ante la majestuosidad, belleza y complejidad de su música, muchos hayan querido buscar al hombre igualmente grande, majestuoso, comparándolo directamente con su música. Pero resultan biografías falsas. Lo que intenta Gardiner en este libro no es exactamente equiparar las características de la música con las del ser humano, sino encontrar en la música aspectos que revelen la condición humana que hay detrás, que no es lo mismo. Pasión, rebelión, compasión, esperanza… pueden revelar en la música los sentimientos de la persona que la escribió.
Rencontrer l´homme en sa creation, eso dice, y añade que lo va ha intentar a través de solo una parte de la obra del músico, la música que él (Gardiner) conoce mejor, la música que está ligada con las palabras: las cantatas, los motetes, las Pasiones (las de San Juan y San Mateo) y las Misas (especialmente la Misa en re menor). Para él, aquellas que son algo insuperable en la producción musical de Bach, algo que hasta el momento nadie ha intentado o atrevido o sido capaz de decir con sonidos.
Gardiner lo expresa así:
La música nos da flashes de las desgarradoras experiencias que debe haber sufrido como huérfano (sus padres fallecieron pronto), como adolescente solitario, así como padre y esposo afligido (doce de sus veinte hijos fallecieron antes de cumplir los tres años). Nos muestra su aborrecimiento hacia la hipocresía y su impaciencia ante cualquier tipo de falsedad; pero también nos revela su profunda simpatía hacia los que sufrían por distintas causas, o por quienes luchaban con sus conciencias o sus creencias. Su música ejemplifica todo esto, y es en parte lo que le otorga esa autenticidad y fuerza colosal. Pero sobre todo escuchamos su júbilo y alegría al celebrar las maravillas del universo y de los misterios de la existencia -así como la emoción que le otorga su atlética creatividad. Basta con que escuchemos una sola de sus cantatas para experimentar la euforia y júbilo que depara una múscia que no tiene precedentes y que está fuera del alcance de cualquier otro compositor.
Y sobre su música hace una comparación muy bella:

Imagínate que estás en medio del océano, el agua te llega al pecho y estás dispuesto a sumergirte. Lo que se presenta ahora a tu vista: la costa, el horizonte, la superfice del agua, puede una o dos embarcaciones, y quizás la silueta de un pez o coral justo debajo de ti, pero no mucho más. Pero luego te colocas la máscara y te sumerges. De inmediato te adentras en un mundo aparte y mágico, con miles de matices y colores vibrantes, movimientos de bancos de peces que pasan cerca, las ondulantes anémonas y corales -una realidad completamente diferente. Para mí esto es similar a la experiencia que experimento al dirigir la música de Bach – la forma en la que se expone ante ti el espectro de vibraciones de todos los colores, las formas y contornos de sus sonidos, la profundidad de su armonía, y la fluidez esencial de sus movimientos y ritmos sumergidos. Por encima del agua continúa el aburrido y cotidiano ruido; por debajo de la superficie está el mundo mágico de los sonidos musicales de Bach. Pero incluso cuando se acaba la representación y la música vuelve al silencio del que procede, permanece en nosotros el impacto emocional de la experiencia, que se aferra a la memoria. Con igual fuerza, permanece como en un espejo reflejado la imagen en primer plano del hombre que creó la música -alguien que de manera muy vívida refleja una compleja personalidad, su urgencia por comunicar y compartir su visión del mundo con los que le escuchan, y su capacidad única para acercarnos una imaginación ilimitada, inteligencia, ingenio y humanidad en el proceso de la composición.
Sin la menor dudas, Bach no era en absoluto un hombre aburrido.
Cuando alguien me pregunta sobre religión, honestamente le digo que yo no soy creyente; pero que creo firmemente en lo que llevó a Johann Sebastian Bach a componer su música.
(Afortunadamente, hoy tenemos acceso a mucha música del compositor y, entre otras, como le he dicho a mi lejano amigo de las islas, recomiendo estas grabaciones de la Netherlands Bach Society:
1 Comment
Bach (Johann Sebastian) es el único músico de la historia que hoy concita la aprobación y entusiasmo de todo el universo musical.
Es curioso, sin embargo, considerar que en su tiempo fue solo considerado un honrado trabajador no digno de mayor encomio, incluso censurado por su apego a las tradiciones musicales pasadas de moda. Sus propios hijos lo consideraban anticuado, y de hecho ellos, en especial Carl Philip Emanuel, tuvieron mucho más reconocimiento en vida del que tuvo su padre.
Aunque Mozart y Beethoven apreciaron, absorbieron e incorporaron su maestría en el contrapunto (el difícil arte de hacer jugar varias voces), o en el alambicado arte de la fuga (una construcción musical que se podría lejanamente comparar a la dificultad de un crucigrama), no fue hasta 1830, de la mano de Félix Mendelssohn, que se le empezó a reconocer con la dimensión descomunal con que hoy le seguimos reverenciando.
(Comentario de Pedro Mariné).