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Por Luis Junco

Hace más de un año publiqué en este mismo blog una entrada con el título El asombro, en la que pretendía ejemplificar este sentimiento en el suscitado por la primera visión humana de nuestro planeta desde otro cuerpo celeste. (Véase en este enlace: https://www.ladiscreta.com/2021/02/05/el-asombro/?fbclid=IwAR0jQSxCvNX3sOMjp4Kzj4JzKzTUWpWc0W_4fiCYOJFvHvxyzSCDHjkk7hg )

Poco más tarde, una persona que había leído el blog me comentó que a ella, aquella fotografía de la Tierra desde la Luna, al igual que otras imágenes como la del cielo nocturno cuajado de estrellas o de galaxias lejanas, más que asombro le producían terror. Al principio me desconcertó un poco, porque en aquella entrada el sentimiento que yo quería sugerir para el asombro era de “gran admiración”. Hasta que leí en el diccionario de la RAE que la segunda acepción para la palabra asombro era la de susto, espanto, tan cercano al intenso sentimiento que define el terror. No pude quitármelo de la cabeza, y en varias ocasiones pensé sobre las causas de ese sentimiento de terror que pudiera producir la contemplación de imágenes cosmológicas, sin llegar a una clara conclusión. 

El misterioso universo, de James Jeans

Hace unos pocos días sentí de nuevo el asombro: la clara respuesta a aquella pregunta que me había hecho sin resultado. Fue leyendo El universo misterioso, un libro de 1930, lleno de poesía y sabiduría, de James Jeans, un astrónomo y matemático inglés poco conocido. 

Desde nuestro microscópico fragmento de grano de arena, nos esforzamos por descubrir la naturaleza y propósito del universo que nos rodea en el espacio y en el tiempo. Y nuestra primera impresión es algo parecido al terror. 

Nos parece aterrador el universo debido a las vastas distancias sin sentido, por el panorama de un tiempo de enormidad inconcebible que convierte la historia humana en un simple parpadeo, por nuestra extrema soledad, y nos parece aterrador el universo a causa de la insignificancia material de nuestro diminuto hogar en el espacio -la millonésima parte de un grano de arena entre toda la arena de los mares y océanos del planeta-. Pero, sobre todo, lo sentimos aterrador por su indiferencia hacia nuestra propia existencia: emoción, ambición, logros, arte y religiones, todo se muestra igualmente ajeno al plan del universo todopoderoso.

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