Valores nominales
Valores nominales, de Itzíar López Guil
23 junio, 2017
El delito de la lluvia
El delito de la lluvia, de Paloma González Rubio
23 junio, 2017
Al final todo lo que nos queda es poesía. En estos versos aparece lo que se encuentra cuando se recogen las redes de todo lo que se ha vivido y también de aquellas intuiciones que se atisban un poco más allá de las palabras. Uno lanza los trasmallos al océano de su propia alma y no sabe nunca qué es lo que terminará encontrando. Lo importante no es lo que uno ha conservado intacto en su recuerdo. Lo que vale es todo aquello que finalmente acaba convirtiéndose en verso, el trasmallo que separa lo que creíamos que valía de lo que realmente ha merecido la pena.

Como dice el poeta José Miguel Junco, prologuista del libro, “la poesía de Santiago Gil no abusa de figuras retóricas, ni pretende hacer gala de un lenguaje sofisticado, sino que más bien, a través de un lenguaje coloquial, va dejando que los poemas se deslicen a lo largo de libro en lo que parecería más un intento de diálogo con el lector que un objetivo de deslumbrar por lo exuberante de la forma. Lenguaje coloquial no exento de una esmerada elaboración poética. Santiago Gil tiene esa siempre compleja capacidad de hacer arte sin que un ropaje ampuloso o un uso exagerado de la retórica obstaculicen, más bien lo contrario, el fluir de los versos a lo largo del libro, permitiendo que ese canto de vida y esperanza pueda llegar con nitidez.

El poemario, que en nuestra opinión constituye un salto cualitativo en el desarrollo del proceso de creación poética de Santiago Gil –sin que signifique ruptura, sino más bien maduración, depuración técnica, tono y precisión más conseguidos–, se cierra de manera agridulce. Santiago apuesta decididamente por la supervivencia, pero no lo hace de un modo alegre y desenfadado o ingenuo, sino más bien como el resultado de la necesaria recuperación tras cada batalla que se pierde con el tiempo y la vida, consciente de que en eso consiste el acontecer humano”.
 

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