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El amor y la ciencia en Interstellar y algún que otro libro

Por Luis Junco

Interstellar, la película

Interstellar es la película que dirigió Christopher Nolan en 2014, con guion de su hermano Jonathan, y que, entre otros, contó en los principales papeles con Matthew McConaughey (como Joseph Cooper, ingeniero y piloto de la NASA), Michael Caine (como el profesor John Brand), Anne Hathaway (como Amelia Brand, hija del anterior), Jessica Chastain (como Murph, hija de Cooper). En general, está considerada una buena película de ciencia ficción, aunque nunca faltaron las críticas negativas, algunas a la historia sentimental y otras a los hechos científicos que se narran (agujeros de gusano, singularidades, la quinta dimensión y cosas del estilo). A mí, la verdad, es que estas últimas críticas me parecen las de menos fundamento. Primero, porque muchas de las cosas criticadas han sido demostradas por la ciencia, y segundo, porque otras que caerían en el terreno de la especulación podrían serlo perfectamente en un futuro no muy lejano. Y voy al primero de los libros que recomiendo si queréis profundizar en el asunto: La ciencia de Interstellar, de Kip Thorne. Físico, y del que ya hemos hablado en este mismo blog (https://www.ladiscreta.com/2019/03/28/kip-thorne-la-imaginacion-del-creador/), Thorne fue asesor científico de los Nolan para este película, y al inicio del libro explica lo que yo señalaba más arriba:

Mucho de la ciencia de Interstellar queda más allá de las actuales fronteras de la comprensión humana. Esto otorga cierta mística a la película, y me da a mí la oportunidad de explicar las diferencias entre lo que es ciencia, conjeturas, y especulación. Me permite describir cómo los científicos empiezan con ideas especulativas, que demuestran erróneas o transforman en conjeturas y luego en auténtica ciencia. 

Pero vayamos por partes. Lo que me llevó a recordar la película Interstellar fue la lectura de otro buen libro, La belleza del universo, en el que su autor, Stefan Klein, hace un repaso de los asuntos más enigmáticos y bellos de la realidad física. Y uno de ellos, naturalmente, es el entrelazamiento cuántico. Partículas de las que estamos hechos quedan entrelazadas si por alguna razón hubo una relación entre ellas. Tan fuerte es esa relación, que aunque una se vaya al otro extremo de la galaxia, “siente” lo que le pasa a la otra de manera instantánea. Eso que llamamos espacio deja de significar para ellas, se desvanece. 

Siguiendo el argumento de Kip Thorne, al principio el entrelazamiento fue considerado algo místico -el propio Einstein así lo pensó-, después se convirtió en una conjetura, y al final es una verdad certificada por múltiples e incontrovertibles experimentos físicos. 

El entrelazamiento, según una interpretación de la física cuántica de la que nos habla Klein en su libro, sería pues una especial relación entre los objetos físicos que hace desaparecer la ilusión del espacio entre ellos. 

Y esto fue lo que me llevó a la película Interstellar, con la que empezamos esta breve entrada. Y en concreto a una secuencia de la misma que cuando la vi, ya hace unos cuantos años, la anoté de inmediato, porque me pareció que detrás de la aparente inanidad de los sentimientos del diálogo, había algo más profundo. 

Es un diálogo entre Amelia Brand y Joseph Cooper:

Cooper: Tú eres científica, Brand.

Amelia: Pues por eso mismo deberías escucharme cuando te digo que el amor no es algo que hayamos inventado los humanos, es algo observable, poderoso. Tiene que significar algo.

Cooper: Claro que tiene un significado. Una utilidad que lleva a la cohesión social, al cuidado de los hijos…

Amelia: Amamos a personas que ya han muerto. ¿Hay alguna utilidad social en eso?

Cooper: Pues… no, ninguna que yo vea.

Amelia: Por tanto, tiene que significar algo más, algo que aún no podemos entender. Puede que sea la evidencia de eso, la manifestación de una dimensión de la que no seamos conscientes. En este caso hay alguien que me llama a través del universo y que no he visto en una década y que seguramente está muerto. Sólo siento su amor, la única cosa que podemos sentir y que trasciende las habituales dimensiones del espacio y del tiempo. 

En La belleza del universo se presentan otras muchas cosas intrigantes y bellas. Por ejemplo, los orígenes de nuestro universo. ¿Qué hubo antes del Big Bang? ¿Es posible “mirar” en el pasado más allá de ese momento? 

El libro de Klein es del 2018 y no da respuestas convincentes a esas preguntas. Pero hace unos meses se publicó Before the big bang, de Laura Mersini, que viene a contestar a esas preguntas. Y no sólo eso, sino que, de la misma manera que en nuestros cuerpos quedan huellas del cordón umbilical que nos unió al seno materno, esta física y cosmóloga de origen albanés pronosticó que en el cielo podrían verse con claridad las señales del cordón que nos unió a nuestro ancestro cosmológico. 

Pero esto ya será objeto de otra entrada en este blog.

Ah, se me olvidaba. El libro de Klein hace referencia a una frase del biólogo John Haldane que podría resumir la belleza escondida del universo: “La realidad no sólo es más extraña de lo que imaginamos, sino aún más extraña de lo que podamos imaginar”.

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