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Por Luis Junco

Me consta que muchas personas que leyeron la entrada anterior llegaron a la respuesta antes del plazo establecido. Bien hecho, aunque hayan tenido alguna ayudita con problemas similares, que abundan. Y como decía mi profesor de latín, si no han llegado a la respuesta correcta pero le han dado vueltas al problema, ese esfuerzo mental acabará dando frutos. 

Con esta breve entrada quiero cumplir con mi parte. Dar la respuesta que el biólogo Richard Dawkins escribió en Books do furnish a life. Es un libro de 2021 y creo que aún no está traducido al español. Una selección de escritos de Dawkins: prólogos, epílogos, críticas favorables y desfavorables a libros tanto de ficción como de ensayo que tienen que ver con la ciencia y la filosofía natural. Del capítulo titulado ¿Somos todos parientes?, transcribo los siguientes párrafos:

Todo el mundo tiene un padre y una madre. Lo que significa que, como cada uno de ellos tiene a su vez dos progenitores, cada uno de nosotros tiene cuatro abuelos. Por tanto, como cada abuelo tuvo igualmente un padre y una madre, cada uno de nosotros tiene ocho bisabuelos, dieciséis tatarabuelos, treinta y dos trastarabuelos y así sucesivamente. Podemos seguir de esa manera y calcular el número de ancestros que tuvimos en generaciones pasadas. Todo lo que hay que hacer es multiplicar dos por sí mismo un número de veces que coincide con el de generaciones que retrocedamos en el pasado. 

Supongamos que vamos diez siglos atrás, o sea, al tiempo de los anglosajones en Inglaterra, justo antes de la conquista normanda, y calculamos cuántos ancestros vivos teníamos en ese momento. Si consideramos cuatro generaciones por siglo (es decir, cada generación como 25 años), eso nos lleva a cuarenta generaciones atrás. 

Dos multiplicado por sí mismo cuarenta veces nos da más de mil trillones. Pero la población mundial en aquellos tiempos solo era de unos trescientos millones. Incluso hoy, la población mundial es de unos siete mil millones de habitantes, con lo que, según el cálculo hecho antes, solo tus ancestros superarían en más de 150 veces esa cantidad. Y eso que solo hemos hecho el cálculo de nuestros antepasados (…) ¿Qué pasa si consideramos los antepasados de cada uno de los siete mil millones de habitantes que hay actualmente en el planeta? 

Para complicar aún más las cosas, tengamos en cuenta que solo hemos retrocedido diez siglos. Supongamos que nos volvemos a los tiempos de Julio César: eso supone 80 generaciones. Dos multiplicado por sí mismo ochenta veces nos da más de mil trillones de trillones. ¡Eso significa más de mil millones de personas por metro cuadrado de superficie terrestre! ¡Habría que apilarlos en columnas de más de 100 millones para que cupieran sobre la Tierra!

Obviamente, debemos haber hecho algún cálculo mal, ¿no? ¿Es erróneo que tengamos un padre y una madre? Pues no, evidentemente. ¿Y que cada uno de nosotros tenga cuatro abuelos? Tampoco, pero ojo, no necesariamente esos cuatros abuelos carecen de relación. Y ahí está la clave. Los primos algunas veces se casan. Sus hijos tiene cuatro abuelos, pero en lugar de ocho bisabuelos, solo tienen seis (porque dos bisabuelos son compartidos).

El matrimonio entre primos rebaja el cálculo de antepasados que hemos hecho. Y si bien los matrimonios entre primos directos no es algo muy normal, la misma idea de rebaja del cálculo se aplica a matrimonios entre primos segundos o terceros. Y justamente ahí está la respuesta al enigma de las enormes cantidades que calculamos de nuestros antepasados: todos somos primos más o menos lejanos. La población real en los tiempos de Julio César era de unos cuantos millones, y todos nosotros, los siete mil millones que vivimos en la actualidad, somos descendientes suyos (…)

El mismo argumento se aplica para decir que estamos emparentados no solo con todos los humanos, sino con los animales y las plantas. Tú eres primo lejano de mi perro y de la lechuga que has comido en el almuerzo, y del pájaro que acabas de ver volar por la ventana. Tú y yo compartimos antepasados de todos ellos. Pero eso es otra historia. 

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