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Tono: Automentirobiografía (Barcelona, José Janés, 1949)
5 febrero, 2018
Fechorías
Canciones con buena letra (2)
19 febrero, 2018

Por Pedro Mariné

 

Guía escrita para la introducción de Pedro Mariné en la presentación en concierto del disco FECHORÍAS el 3 de Febrero de 2018

Buenas noches, muchas gracias por el calor de vuestra compañía.

Con esta presentación me propongo incumplir dos normas no escritas de este tipo de actos. Una, componer una mesa lucida con figuras que glosen las virtudes de la obra «debutante» y que aporten con su mera presencia un plus de «categoría» a la publicación; no sé bien si por desacato, o por humildad o soberbia confundidas, considero este proyecto tan personal que esta parte de la presentación, de la puesta en sociedad, la voy a realizar yo mismo y en solitario.

La segunda es que, en tratándose de un disco, una presentación normal sería tocar las canciones sin más floritura.

Así que ni una ni otra; habrá canciones, sí, pero después de un ratito de discurseo. O dicho más suavemente, como tiene que haber música pero me apetece también hablar, para no alargar en exceso habrá una sola intervención, que es esta.

Parece ser que Hemingway propugnaba -a mi modo de ver, con acierto-  que, para ser considerado un genio, no había nunca que ofrecer excusas ni dar explicaciones. Yo renuncio gustosamente a ser considerado un genio con tal de poder compartir con ustedes qué diantres me ha llevado a realizar este disco, junto con algún que otro intríngulis de los trabajos que conlleva.

Para empezar, después de dirigir varios proyectos colectivos, en especial el último, Rebelde Soledad, en el que la lista de los artistas implicados era casi tan larga como la de los numerosos mecenas, después de tanta relación, digo, me apetecía hacer algo a escala más reducida, un proyecto más íntimo, de ámbito más personal (desde luego, es tan personal que casi casi lo he tenido que hacer yo todo… uffff…). También está el hecho de que en ese último proyecto de Rebelde Soledad, y como casi siempre a lo largo de mi carrera musical, las canciones que yo componía las cantaban otras voces. Con lo que esta vez me dispuse a cantarlas yo mismo.Y como nunca he disfrutado de un instrumento vocal resistente, me urgía el grabar algo cuando aún queda algo que rascar. La voz es muy corporal, y se degrada como todo el físico, o más.

EL QUÉ

El núcleo de la necesidad de estas Fechorías es mostrar unas cuantas canciones desperdigadas a lo largo de los años y que no tienen más causa común que el hecho de que están realizadas sobre poesías. La relación de poesía y música, música y poesía me interesa sobremanera. No en vano tuve la oportunidad de cofundar Ediciones de La Discreta con un grupo de antiguos colegas de carrera de la Facultad de Filología de la Complutense. (Por si alguno de los presentes lo pueda desconocer, mi ocupación principal en realidad es la música, en concreto el piano clásico). Es decir, que literatura y música son mis dos pasiones vitales.

En relación a la historia de la Humanidad, el tiempo que llevamos con conceptos diferenciados de Poesía y Música, es mínimo, ínfimo. La poesía siempre formó parte del fenómeno musical. Varios datos nos indican lo tardío que es este «divorcio» de letra y canto. Por un lado, la poesía clásica grecolatina era declamada, tenía necesariamente un ritmo prosódico y una entonación más cercana a la música (o el rap) que a la voz hablada sin más. Esa entonación era parte intrínseca de la solemnidad del ritual (José Luis Sampedro, nuestro gran escritor de la segunda mitad del s. XX, decía: «No hay ceremonia sin música»). Piénsese que hasta los años 60 de ese s. XX la Misa no se decía, sino que se cantaba (en cualquier cultura religiosa es impensable acercarse a lo trascendente sin el fenómeno musical). En la Antigüedad se conocía a cierta poesía como «lírica», esto es, propia de la lira. Pongamos guitarra en vez de lira y tenemos ahí a todos los cantautores que en el mundo han sido. También la poesía narrativa, los cantares de gesta, los romances del Romancero tradicional, toda la poesía medieval y toda la poesía popular son Canciones. El hecho de que nos quede constancia documental de la letra y no de la música es porque la música es menos cambiante que la letra, y se impresiona de tal manera en el cerebro que no tiene esa perentoria necesidad de ser anotada. Tarda muchísimo más tiempo histórico en aparecer, la escritura musical.

Con el aumento de la longevidad ha aparecido una enfermedad de la memoria, el Alzheimer. Se ha comprobado que enfermos que no recuerdan a sus propios hijos cantan sin embargo canciones que pueden remontarse incluso a la infancia. Ese tan grande poder de impregnación tiene la música. Por cierto que en los conciertos de música pop, los cantantes tienen diversos métodos para acceder a la letra; desde hace un par de décadas son pantallas donde desfilan los versos: de la música se acuerdan; con la letra puede haber dudas o lapsus.

En culturas iletradas los mitos, las historias, los cuentos… son indisociables de la música.

El teatro del siglo de Oro es rimado y métrico: es decir, que costará algún siglo para que el texto se independice por completo de lo intrínsecamente musical (de todas maneras, la ligazón es muy fuerte, y la música siempre está presente en mayor o menor medida en el espectáculo teatral o en su sucesor, el cine).

Los romances de ciego han perdurado hasta comienzos del s. XX. Contaban historias con una entonación de salmodia. La propia cuenta de los números conlleva ritmo, y hasta hace bien poco se aprendían las multiplicaciones o los accidentes geográficos con soniquete.

Por su parte, el árbol de la música tiene dos raíces profundísimas: la danza y la voz. De hecho, como en las canciones infantiles, iban absolutamente juntas. Danza y voz, música y movimiento. Por cuestiones muy curiosas de ideología religiosa, la cultura escrita europea ha primado lo vocal en detrimento de la danza. Es decir, el gregoriano, la primera manifestación de música escrita que podamos descifrar, no se baila. Eso ha provocado un predominio de lo vocal en la música culta europea («clásica»). Y normalmente, quien canta «dice» algo, y eso que «dice», el texto, suele ser «poesía». Y aunque también hemos producido música sin voz y por tanto sin texto (Música instrumental), ha sido hace relativamente poco (s. XVII, Barroco) y siempre junto con abundantísima producción musical-vocal-textual-poética. Es decir, hay relativamente poca, y tardía, música instrumental, sin texto o voz.

En resumen, que poesía y música han ido mucho tiempo juntas. A mí me parece que la poesía es como el teatro, que gana mucho si en vez de leerlo se escucha de viva voz, aunque me parece estupendo que haya poesía escrita y no todo sean canciones. Sobre todo porque, ya es hora de decirlo, ese cuidado del texto por sí mismo hace que las canciones resultantes tengan una letra bastante más sugerente que una canción «media», en que la letra es un medio fundido con lo musical y amparado por ello. Personalmente, puedo dar fe de que me ha resultado muy beneficiosa mi ignorancia de la lengua inglesa para apreciar la buena música poprock del s. XX. Pocas han sido las excepciones a la decepción que ha supuesto entender qué decían la mayoría de ellas…

Reconozco que yo tb he perpetrado canciones con letras cuasi o totalmente absurdas; pero desde joven me atrajo la poesía y las canciones con letras ingeniosas, con enjundia. Muchos de vosotros conocéis mi admiración por Chicho Sánchez Ferlosio y sus musicaciones de poesías de Agustín García Calvo. Salvando las distancias, que son muchas, este es el núcleo central de Fechorías: poesías hechas canción; de lo que resultan canciones con buena letra. Al menos, esa parte está asegurada en origen; la cuestión es si la simbiosis resultante funciona, y si funciona como canción, si «cuela»; no me vale coger una poesía y salmodiar una jeremiada sin más.

1 Comment

  1. Alberto dice:

    Un lujo que en un sitio tan bueno, en el que se habla principalmente de literatura, se encuentren entradas como esta que mezcla disciplinas artísticas de una forma tan natural.

    Enhorabuena por el blog.

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