Por Luis Junco
Teniendo en cuenta que el pasado año se publicaron en nuestro país unos 90 mil títulos y que más de la mitad fueron de narrativa, cuando te hacen preguntas del estilo: ¿Cómo ves el panorama actual de la narrativa en España? o ¿qué autores actuales destacarías dentro de la literatura española?, es normal que se te quede cara de tonto. ¿Realmente la persona que nos hace la pregunta sabe lo que está preguntando? ¿O nos está pidiendo certificar una lista de nombres y títulos de obras que avalan las ventas y premios literarios de renombre? Puede que sea esto último, a raíz de la expresión de extrañeza y desconcierto cuando das nombres y títulos de los que nuestro interlocutor no tiene la menor idea. Y es que la pregunta es impertinente, como lo es nuestra respuesta.
Si tan solo la mitad de esos 90 mil títulos publicados al año fueran de narrativa, y de esos, solo el 10 por ciento escaparan de la ojeada a unas primeras páginas –que en muchas ocasiones resulta concluyente–, nos quedarían unos 4500 títulos. Vamos a imaginar que tengo un buen grupo de personas en todo el país, especialista en detectar lo realmente “bueno” entre todos esos títulos, que logra discriminar otro diez por ciento de esos 4500 títulos. Me quedarían 450 libros. De modo que leyendo al mayor ritmo del que he sido capaz en algún momento –un centenar de libros al año– ¡necesitaría más de cuatro años para hacerme una idea de lo destacado en narrativa española entre lo publicado durante un año! Ante este panorama, ¿qué pensar de las famosas listas de suplementos literarios y páginas web que proclaman a bombo y platillo: “Los diez mejores libros de narrativa española publicados este año”? Pues eso, sí, no lo estoy diciendo yo, estimado lector, lo está concluyendo usted mismo.
Alguien podría decir: Para algo están los premios, los agentes literarios, las editoriales. Ellos son los capacitados para buscar, seleccionar, separar el grano de la paja y decidir sobre lo que merece la pena poner de relieve. ¿Sí, de verdad? A vuelapluma se me ocurre recomendar la lectura de Oficio editor, de Mario Muchnick, para poner en evidencia cuánta ingenuidad hay detrás de esta idea.
¿Qué, pues, nos queda? ¿Qué decir a esos 45 mil escritores –hombres y mujeres– que cada año publican en nuestro país con la intención –mezcla de ingenuidad y ambición– de “hacerse un hueco en el panorama literario” y hasta vivir de la literatura? Pues habría que decirles la verdad. Y esta es que desde el día de su publicación, el 99 por ciento de esos cuarenta y cinco mil títulos publicados al año se irá sumergiendo poco a poco pero indefectiblemente en el inmenso océano del olvido. Y otra buena parte de ese uno por ciento que queda, pasado un tiempo que campañas publicitarias –casi siempre costosas– mantienen penosamente a flote, seguirá el mismo (y merecido) destino: el fondo del océano.
¿Entonces, no hay esperanza? Pues depende de las aspiraciones que cada cual ponga en su publicación. Si lo que hay es “reconocimientos, hacerse famoso/a, vivir de la literatura, etc.”, las esperanzas son muy muy pocas. Solo una minoría logrará ese objetivo y vivirá para verlo. La mayoría acabará rabiando, echando culpas a diestro y siniestro, denunciando injusticias, miopías, confabulaciones en su contra. Casi ninguna de esas personas acabará aceptando que el mejor destino de su publicación haya sido quedar enterrada en el océano, deshecha en el légamo, aplastada por millones de otras publicaciones de igual condición.
¿Y no hay esperanza para los que, aun así, piensen que su libro merece mejor suerte?
Aquí me atrevo a aventurar una conjetura. Tengo para mí que una porción pequeña de esos millones de libros que año tras año caen en el inmenso océano del olvido poseen una especial cualidad que los hace memorables, una sustancia que les impide hundirse del todo. Así permanecen, sumergidos, sin perder del todo su brillo, durante un tiempo. Hasta que un día, un buen lector/a, que nunca habrá de faltar, los distinga, los rescate y los devuelva a la vida. Eso sí, lo más probable es que ya haga muchos años que los autores/as de esos libros estén muertos.
3 Comments
Estoy contigo, Luis. La única salvación de los libros son los lectores. Un libro que gusta a un solo lector está salvado.
Sí, a algunas personas les parecerá poca cosa, pero ya hace tiempo que llegué a la conclusión de que la mejor paga del creador/a es compartir su secreto, el que ha descubierto a través de la escritura, con los demás. Y eso se hace en la lectura.
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