Por Luis Junco
Hace unos días vi la película El primer hombre, en la que el actor Ryan Gosling interpreta al astronauta Neil Amstrong y su primer paseo sobre la superficie lunar en 1969. La imagen del astronauta, quieto durante unos momentos, mientras observa un paisaje desolado, extraño y en donde en un firmamento negro luce la media luna de lo que es la Tierra de la que había partido, sigue siendo algo maravilloso. Pues no solo significa la primera visión consciente de aquel panorama desde que se iniciara nuestro universo, hace más de trece mil millones de años, sino que también representa el asombro.
El asombro es el origen de la curiosidad, del descubrimiento, del aprendizaje. Basta observar las primeras reacciones de un niño de pocos meses ante las sensaciones que percibe en esos momentos decisivos de su vida para comprobar cómo se asombra. Y cómo a partir de ahí comienza a interesarse y a aprender. Y me parece que al ser testigos de ese breve proceso en la vida de una criatura estamos siendo testigos, como en la secuencia de una película a cámara rápida, del evolutivo proceso de millones de años que acabó por alumbrar la conciencia humana.
Estoy bastante seguro de que Neil Amstrong retuvo aquella impresión del 20 de julio de 1969 al bajar del módulo lunar del Apolo 11 hasta el mismo momento de su muerte.
Sin necesidad de ser astronautas, otras personas también han podido descubrir paisajes hasta entonces desconocidos. Cuando tenía 35 años, Albert Einstein “vio” un día que el aburrido espacio y tiempo de su estudio, gobernados por la rígida geometría euclidiana y el tic-tac inalterable de su reloj de mesa, se deformaban mientras se paseaba por él. Y cuando le llegaron las pruebas experimentales de esa realidad, su asombro duró varios días, en los que, como él mismo dijo, tuvo palpitaciones.
La mayor parte de nuestras vidas pasa en situaciones habituales, de impasibilidad y costumbre. Pero necesitamos el asombro para seguir vivos.
También los paisajes nuevos los podemos hallar escuchando una música, mirando un cuadro, leyendo un libro.
Una propuesta de este blog de Náufragos es la Invitación a la Divina Comedia. A pesar de que el próximo mes de septiembre se cumplirán siete siglos desde la muerte de Dante Alighieri, la lectura de los Cantos de su obra mayor sigue causando asombro.