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Por Juan Varela-Portas de Orduña

(Asunción Bernárdez Rodal, Lola, filla de Cangas, Cangas de Morrazo, Asociación Cultural Memoria Histórica 28 de Agosto, 2020, 189 páginas)

La Catedrática de Periodismo de la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid Asunción Bernárdez Rodal, miembro fundadora de Ediciones de La Discreta y, sobre todo, filla de Cangas, ha escrito un libro profundamente hermoso y necesario: las memorias orales de su madre acerca de los acontecimientos acaecidos en Cangas desde 1926 hasta la primerísima posguerra. Pero dejemos las palabras de la propia autora que así lo explica en el “colofón” del libro:

«Este è un texto feito a partir das declaracións que quedaron gravadas de Lola Rodal Blanco e que agora están depositadas no Museo do Pobo Galego. Trátase dun exercicio de “antopoloxía literaria”, xa que os seus recordos son o fío central no que fun trabando outros sucesos que pasaron na vila de Cangas a principios do levantamento militar do 36. Con todo, este libro non fala só da guerra, senón tamén do movemento obreiro formado a principios do século XX nas ribeiras mariñeiras galegas” (p. 187)

Editado por una muy activa asociación cultural de la localidad gallega (https://www.facebook.com/people/Memoria-Hist%C3%B3rica-28-de-Agosto-Cangas/100064792866363/), que toma el nombre de los criminales acontecimientos acaecidos en Cangas el 28 de agosto de 1936 (https://ailladosratos.org/es/los-martires-de-anguieiro/), narrados en el capítulo decimonoveno del libro, este no solo es un relato de memoria histórica sino también una reflexión sobre la misma. Escuchemos a la propia Lola, en cuyas palabras se hacen material sensible –y solo por ello comunicable– los hechos pasados:

“Chámome Lola e son filla de Cangas. Cando me preguntan como é que teño tan boa memoria, eu contesto que é un don co que nacín. Pero digo isto para non aburrir cos meus pensamentos, que son meus e de ninguén máis. As lembranzas, en cambio, son outra cousa, están aí parea ser espalladas ó vento cando faga falta. Sei que se teño boa memoria é porque me empeñei hai moitisimos anos en non esquecer. Calei a boca, coma todos, porque ter a lingua solta non é cousa boa cando tes una bota dura enriba da cabeza e a túa xente tamén a ten. Estamos ós, estivemos sós. Por iso gardei as historias vividas na miña primeira xuventude, por se chegaba o día no que puidese contalas.

[…]

Agora é fácil falar de todo, mais xa ninguén quere falar de nada. Eu vivín todo aquilo que pasou e, aínda así, recoñezo que non o sei todo. Qué pretendo a estas alturas? Ser una vingativa como din algún agora? Non, porque saber de onde vimos non pode ser nunca malo. Espero que esta historia sexa como esa nortada que entra na ría no mes de maio e arrastra as nubes limpando o ceo, traendo claridade despois dunha suduestada. O aire é frío, pero compensa a luz que fai brillar a herba húmida e toda a fermosura da natureza explota.

Toda flor foi primerio unha semente.” (pp. 7, 9)

La narración está escrita en un gallego que, sin ser dialectal o coloquial, resulta ben xeitoso y cercano, capaz de dejar rezumar, bajo la artificialidad del lenguaje escrito normativo, la frescura y la intimidad de la oralidad. El equilibrio que se consigue en la narración entre pensamentos y lembranzas, es decir, entre el ámbito personal y familiar de la narradora, y los hechos sociales y políticos, solo es posible gracias a una lengua que consigue borrar la frontera entre normatividad (el ámbito de la autora) y coloquialidad (el de la narradora). Como se sabe, esta es una de las claves de la mejor “literatura de testimonio”, el conseguir en el lenguaje una consonancia entre pathos y ethos, entre experiencia vivida y distancia narrativa (recuérdese, por ejemplo, la tremenda frialdad con la que narra Primo Levi en Se questo é un uomo), lo cual en una lengua como el gallego, cuya distancia entre lengua normativa y lengua hablada es –o ha sido– muy grande en muchas comarcas, resulta especialmente difícil.

Asunción Bernárdez Rodal

Pero quizás el mayor atractivo de la narración sea la peculiaridad del ambiente socio-familiar que describe, pues se trata, como apuntaba la autora supra, del peculiar movimiento obrero formado en Cangas en las primeras décadas del siglo XX: peculiar, en primer lugar, por estar ligado estrechamente al mar y a la cultura marinera y pescadora; en segundo lugar, por la enorme importancia de la presencia femenina, as redeiras, quienes, mientras los hombres faenaban, trabajaban en las industrias de reparación y elaboración anexas a la pesca, y quienes fueron en muchísimos casos, la mayoría, las protagonistas de la actividad asociativa y comunitaria del movimiento, a pesar de la doble explotación –la capitalista y la patriarcal– a la que estaban sometidas; y en tercer lugar, pero no menos importante, justamente por la dimensión comunitaria que la actividad sindical proletaria mantuvo en una localidad, al fin y al cabo, pequeña, en la que todas sabían de todas, incluidas las vidas de los señoritos en cuyas casa muchas mujeres trabajaban.

En esta situación los padres de Lola (José Rodal y Lola Blanco) destacan por su conciencia y activismo político, de modo que por medio suyo –y mediado por la experiencia de la hija que pasa de niña a adolescente– vamos conociendo los principales acontecimientos sociales y políticos del periodo, pero también los modos de organización colectiva, las relaciones personales y los conflictos que van pasando poco a poco de políticos a particulares. Porque el relato muestra –un poco rousseanianamente– cómo las relaciones económicas capitalistas, que se van imponiendo sobre la actividad marinera tradicional, van “haciendo humo” las relaciones comunitarias:

“Eu non quero saber deles, non quero nin imaxinar que os levou a se comportaren así con outros fillos de Cangas. Eu só sei que daquela sentía que todos os que viviamos na ribeira eramos como unha familia, eramos todos fillos de Cangas, e iso implicaba solidariedade coas outras familias, como se fosen a túa propia” (pp. 66-67)

En esa comunidad amenazada por las nuevas relaciones socioeconómicas, una características fundamental es que las clases subalternas, al mismo tiempo que pasan de campesinas y marineras a obreras, se organizan para defender sus derechos, y eso, claro está, desencadena una respuesta brutal por parte de los propietarios de los medios de producción, básicamente los armadores y los industriales. La historia es conocida pero hay que leerla encarnada (si se me permite) en las palabras de quien la sufrió:

“Que fixera toda aquela xente? Mataran alguén? Roubaron a alguén? Nada, non fixeran nada máis que intentar vivir un pouco mellor. Pero non todos pensaban coma eles e por iso os esmagaron, esnaquizaron as familias e calaron as nosas bocas para sempre. Corenta anos foron moitos anos de silencio. Aquelas mortes doeron. E que Deus me perdoe pero se existe debería mandalos todos para o inferno. Que fixeramos nós? Que fixeran meu pai ou miña nai? Que fixeran de malo os meus tíos e os meus primos? Aquilo non o puiden entender entón nin o podo entender agora.” (p. 93)

Así, se descubre que, bajo la violencia homicida más descarnada del bando fascista, las víctimas sobreviven gracias a la ayuda mutua (“Puidemos darlles esta axuda porque outra moita xente tamén nos axudou a nós”, p. 132), de modo que el testimonio no es solo de un crimen colectivo sino también de la lucha por la supervivencia de la vida y de la memoria:

“Non quero deixarvos soamente un testemuño de inxustizas, senón o dunha xente que pensaba que era posible cambiar o mundo se traballamos todos xuntos para que a vida dos máis pobres sexa mellor.” (p. 185)

Asun Bernárdez Rodal y Lola Rodal Blanco, fillas de Cangas, han escrito un libro realmente hermoso y necesario, que llega a la conciencia y a las emociones, que no solo hace conocer lo que pasó sino que lo hace revivir, que nos hace sentirnos, a pesar de la distancia, solidarios y cercanos a quienes lucharon y sufrieron para que ahora podamos vivir con dignidad.

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