Cuando se lee por primera vez La verdad según lady Macbeth, es inevitable acordarse de la frase de María Zambrano en El hombre y lo divino (1955): «Filosófico es el preguntar, y poético el hallazgo», puesto que la buena lírica, además de remover por dentro, hace reflexionar sobre los aspectos más esenciales de la vida y su discurrir, y resulta inevitable hacerlo con este libro. […]
Más allá de cuestiones tan metafísicas, esta obra desgrana ámbar poético puro en cada una de las veinticuatro verdades que una lady Macbeth infiel, actual y reflexiva ha destilado de la experiencia de su autoproclamada «epopeya de paja». La autora mantiene, con su acotación inicial y final, el referente al texto dramático original que da título a este libro y, al mismo tiempo, logra una estructura cerrada y coherente que pocos poemarios tienen. Como bien anuncia ya la cita de Joan Margarit con la que se inicia el libro («Oigo brusca y pragmática la voz de Lady Macbeth que me dice: “Una vez sucedido, nada tiene remedio”.»), va a tomar el pragmatismo de su homóloga shakesperiana como rasgo dominante de su carácter.
Más allá de cuestiones tan metafísicas, esta obra desgrana ámbar poético puro en cada una de las veinticuatro verdades que una lady Macbeth infiel, actual y reflexiva ha destilado de la experiencia de su autoproclamada «epopeya de paja». La autora mantiene, con su acotación inicial y final, el referente al texto dramático original que da título a este libro y, al mismo tiempo, logra una estructura cerrada y coherente que pocos poemarios tienen. Como bien anuncia ya la cita de Joan Margarit con la que se inicia el libro («Oigo brusca y pragmática la voz de Lady Macbeth que me dice: “Una vez sucedido, nada tiene remedio”.»), va a tomar el pragmatismo de su homóloga shakesperiana como rasgo dominante de su carácter.