Por David Torrejón
Náufrago rescatado
La literatura es el juego de las ilusiones. Esperanzas que naufragan tras cada concurso, con cada carta amable de un editor. Pero volvemos a jugar porque también es un veneno, una droga que hace que vuelvas a zarpar hasta el siguiente naufragio. Se atempera, mejor, se sobrelleva con el tiempo.
Recuerdo planear con otros colegas aspirantes a escritores el lanzamiento de una editorial que se llamaría Textos Rechazados, dedicada al rescate de lo que las grandes editoriales desechaban y merecía ser publicado. Nos animaba la lista de grandes que habían pasado por ello antes de encontrar la costa que lleva al Parnaso. Fue solo un juego de mesa de café.
Los años pasaron y seguí naufragando hasta que, de manera rocambolesca (un amigo me habló de un amigo que buscaba textos para una nueva editorial) entré en contacto con la compañía de rescates de La Discreta. Y me rescataron. Luego me enrolé en ella y ahora buscamos juntos otras almas desgraciadas tocadas por el mismo veneno. Me pregunto si habrá otra compañía que recoja a los náufragos que nosotros dejamos en la mar.